Por Mario Osava
– La Justicia impidió que el gobierno suspendiera un concurso público para el financiamiento de telefilmes, entre ellos cuatro con la diversidad sexual como tema, y abortó así uno de los intentos de censura que proliferan en el Brasil gobernado por la extrema derecha.
El ministro de Ciudadanía, Osmar Terra, un reconocido conservador en moral y costumbres, decretó el 20 de agosto la postergación “por 180 días prorrogables por igual período” del proceso de selección de obras audiovisuales a ser producidas para difusión en emisoras públicas de televisión, en que se trabajaba por 17 meses.
El fallo de la jueza federal Laura Carvalho del 7 de septiembre, ratificado por un juez de apelación de Río de Janeiro, invalidó la justificación del ministro, quien alegó la necesidad de revisar los “criterios” de evaluación de las propuestas y del destino de los recursos del Fondo Sectorial de Audiovisual, bajo su gestión.
Además de contrariar las reglas del concurso, hubo improbidad administrativa, al afectar recursos públicos ya parcialmente atribuidos y la medida supone una ilegal “discriminación por orientación sexual e identidad de género”, sentenció el tribunal.
En vísperas de la medida ministerial, el presidente Jair Bolsonaro había manifestado públicamente su rechazo a la inversión de dinero público en películas que incluyan el tema de las minorías sexuales.
La ofensiva del gobierno ultraderechista contra el sector cultural, supuestamente “dominado por izquierdistas”, se multiplicó en varias acciones contra espectáculos y otras actividades durante los últimos meses, en una censura disfrazada.
“Lo que están intentando es un ‘dirigismo’ por la financiación, recortando recursos y orientando el apoyo de estatales como Petrobras, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, el Banco do Brasil y Eletrobrás, grandes complejos empresariales que suelen financiar proyectos culturales”, según Nabil Bonduki, exsecretario de Cultura de la ciudad de São Paulo.
Las presiones del gobierno “no tienen el éxito pretendido”, por ahora, porque son contenidas en gran parte por el Ministerio Público (fiscalía), el parlamento y el Poder Judicial, destacó Bonduki, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo.
Muchos fallos del Supremo Tribunal Federal protegen la libertad de expresión, acotó a IPS.
El “marxismo cultural” seria el pecado dominante a exorcizar de los medios culturales y artísticos, según Bolsonaro y sus auxiliares ideológicamente allegados.
El gobierno de Bolsonaro, un excapitán del Ejército que siempre defendió la dictadura militar brasileña (1964-1985), empezó en enero de 2019 con la extinción del Ministerio de Cultura entre sus primeras medidas, en el marco de una restructuración que redujo a 22 los 29 ministerios existentes anteriormente.
Los asuntos del sector se sumaron a deportes y desarrollo social en el nuevo Ministerio de la Ciudadanía, bajo la jefatura de Terra, un médico que ya había sido ministro de Desarrollo Agrario en el gobierno anterior y con desconocimiento confeso de las cuestiones culturales.
Es la segunda vez que la cartera de Cultura desaparece. Antes el también derechista presidente Fernando Collor la incorporó como un órgano vinculado a su presidencia, que solo duró de 1990 a 1992, cuando fue destituido en un juicio político por corrupción.
En mayo de 2016, al asumir su mandato provisional, el presidente Michel Temer intentó repetir la medida, pero tuvo que echarse para atrás ante las resistencias del sector cultural y del bicameral Congreso Nacional legislativo.
Ahora es distinto, se trata de una confrontación que pone en juego cuestiones claves de la democracia y los derechos humanos, incluidos los culturales.
Caixa Econômica Federal, banco estatal que promueve la vivienda y al área social, suspendió el 7 de septiembre el contrato con el grupo Clowns de Shakespeare, tras la primera de las ocho presentaciones programadas de su última obra en el teatro de la institución financiera en Recife, una ciudad de la región del Nordeste.
Hubo violación del contrato, según Caixa Cultural, la división del banco que patrocina actividades del sector, sin aclarar que reglas se incumplieron.
La sospecha de censura se hace inevitable. El espectáculo infantil del grupo, “Abrazo”, se basa en el “Libro de los abrazos”, de Eduardo Galeano, escritor uruguayo muerto en 2015, y representa a una dictadura que prohíbe gestos de afecto, con la mirada de un niño.
Otro grupo teatral, Aux Pieds de la Lettre, también vio vetada semanas después una obra por Caixa Cultural, probablemente porque en una de sus escenas aparecía una travesti desnuda.
Chico Buarque, enemigo destacado
Chico Buarque de Holanda, uno de los compositores populares brasileños más conocidos en el mundo y de los más censurados durante la dictadura militar, sufre ahora dos nuevos vetos.
El filme “Chico, artista brasileiro”, sobre su vida y dirigido por Miguel Faria Junior, no pudo exhibirse en el Cine Fest Brasil de Montevideo, celebrado del 3 al 9 de octubre, ante un pedido de la Embajada brasileña, copatrocinadora del festival.
Luego la cancillería brasileña negó haber censurado la obra, sino que solo había sugerido su exclusión por ser un filme estrenado en 2015 y estar dedicado el festival a producciones más recientes. Varios cines de la capital uruguaya decidieron estrenar el documental el jueves 17, para reparar su retirada.
Chico Buarque, además ser famoso como músico, es escritor de una docena de novelas, obras teatrales e infantiles, Por su trabajo literario se le concedió en mayo el premio Camões, principal reconocimiento a las letras en lengua portuguesa.
La distinción se acompaña con 100000 euros (111000 dólares), concedidos por los gobiernos de Brasil y Portugal, que instituyeron conjuntamente el premio anual en 1989.
Por eso debe tener la firma de los presidentes de ambos países. Pero hasta ahora no lo firmó Bolsonaro, cinco meses después de anunciado el premio por un jurado de seis literatos del mundo de lengua portuguesa, dos africanos entre ellos.
Preguntado sobre el asunto, el presidente brasileño demostró su berrinche por el premio a un artista que siempre tuvo posiciones progresistas.
“¿Tengo plazo? Hasta el 31 de diciembre de 2026 podré firmarlo”, contestó a la pregunta de un periodista sobre el asunto. Con eso se vanaglorió que está seguro de que será reelegido en 2022 para un segundo cuatrienio y que la rúbrica va a tener que esperar.
Pero, de hecho, Brasil ya hizo el aporte de la mitad del premio y el Chico Buarque, quien recibirá el galardón en abril de 2020, comentó que “la no firma de Bolsonaro, es para mí un segundo premio Camões”.
Mira especial contra género
La intolerancia por razones políticas llega hasta el extremo cuando se trata de género. Bolsonaro ya vetó una publicidad del Banco do Brasil por incluir actores negros, jóvenes tatuados y una mujer transgénero. Y forzó el despido del responsable del área en el banco.
“No es censura, sino preservar los valores cristianos, reconocer la familia”, dijo el presidente, para justificar la serie de restricciones y anunciar que “con dinero público no veremos más cierto tipo de obras”, ya que, con su elección presidencial, “Brasil cambió”, ahora es la derecha en el poder.
La guerra contra manifestaciones culturales consideradas contrarias a la familia tradicional y las “buenas costumbres” se anunció durante la campaña electoral de 2018, con grupos bolsonaristas atacando muestras de artes visuales, performances y charlas con desnudez, homosexuales o feministas.
“Es un error clasificar los artistas en un espectro ideológico, poner en una lista negra los que ‘hablan mal’ de gobierno y privilegiar los que ‘hablan bien’ sobre él”, advirtió Bonduki.
La pretensión de dirigir la cultura de la dictadura brasileña y otros regímenes autoritarios puede “añadir algún peso a visiones conservadoras”, pero “sin éxito” en imponer sus valores, sostuvo.
En Brasil, si se acepta como bueno el diagnóstico bolsonarista, de que ideologías izquierdistas dominan actualmente amplios sectores, significaría que la dictadura militar de 21 años, su censura y represión tuvieron el efecto contrario al pretendido.
Las inversiones estatales tienen un gran peso en su fomento, pero “la cultura brasileña tiene una gran pujanza y capacidad de resistir, no depende del Estado”, sostuvo Bonduki.