A raíz de los conflictos que en estos días suceden en las calles de Barcelona y otros puntos de Cataluña, el Partido Humanista declara su firme rechazo al uso de la violencia, sea del Estado, de las Instituciones, de la Policía o de los manifestantes.
Desde nuestro nacimiento, el Partido Humanista ha sostenido que en los estados-nación actuales, en el mejor de los casos, el régimen político es de democracia formal (aparente). También desde aquél momento reclamamos el avance hacia una democracia real. Una democracia donde exista separación de poderes, respeto a las minorías, descentralización del poder político hasta la base social (el municipio), mecanismos por los que los ciudadanos puedan reclamar los incumplimientos o la incompetencia de los gobernantes y cesarlos en sus cargos, democracia económica y no discriminación.
Y, si hablamos de democracia, los humanistas afirmamos que no puede existir una democracia real sin igualdad de oportunidades para todas y todos. Y ésta no existe si no tenemos salud y educación universales y de calidad, de un reparto más justo del trabajo y la riqueza, de sueldos y pensiones dignas y de devolver la soberanía a la gente. Pero no en los manipulables niveles intermedios sino hasta la base social, hasta el municipio o el distrito. Y, por supuesto, no podremos reclamar sensibilidad hacia nuestras peticiones si permanecemos insensibles al sufrimiento y la muerte de otros seres humanos en nuestras fronteras, o en las puertas de nuestras casas.
Estos cambios en los gobiernos necesariamente necesitarán ir acompañados de un cambio de valores y mentalidad en las poblaciones. Y, superada esta fase violenta de la historia humana, no tendrá sentido otra cosa sino el avance hacia una Nación Humana Universal.
Entretanto asistimos a un momento de crisis muy peligroso pero que deja al descubierto las falsas creencias que sostenían un mundo obsoleto que no da más de sí y puede ayudar en la búsqueda de nuevos modelos que superen las violentas contradicciones del viejo mundo
Crece la fragmentación en las sociedades, en las organizaciones, en las instituciones y hasta en las vidas personales. Y la desafección a cualquier referencia que hasta este momento parecía incuestionable. En todo ello no observamos un apocalipsis del ser humano sino, por el contrario, la caída de un sistema que lo está asfixiando y que dejará espacio y posibilidad para el surgimiento de un mundo más humano, libre, solidario y no-violento.
Pero, efectivamente, este momento no está exento de peligros. Las resistencias al cambio y las falsas soluciones necesariamente provocarán choques y violencia en esta etapa de transición.
Tal y como aseguramos en una ponencia aprobada en el séptimo Congreso del Partido Humanista de España: “Como humanistas afirmamos el derecho de cualquier colectivo humano a decidir sobre la forma organizativa que quiera darse. Pero también queremos señalar, como venimos haciendo desde hace tiempo, que los nacionalismos forman parte de un proceso de fragmentación mayor de un sistema cerrado en el que aumenta el caos. Sustentar los esquemas de este sistema, mantener las superestructuras que lo conforman y pretender que las verdaderas necesidades del ser humano se resuelvan por una división territorial u otra no es el camino. Nuestra aspiración es la superación de este viejo sistema y marcar una dirección coherente”. El análisis realizado entonces sigue vigente dos años después porque nada sustancial ha cambiado (puede consultarse el texto completo aquí: https://diario16.com/viii-congreso-partido-humanista/ ).
Los humanistas repudiamos cualquier manipulación de la información que la deforme tendenciosamente y justifique la represión del ejercicio de la libertad de expresión de los que opinan diferente. Así mismo rechazamos el que se intente acostumbrar a las sociedades a resolver sus conflictos mediante la imposición y el castigo (venga éste de la Generalitat o del Gobierno central). Frente a esto exhortamos a agotar las vías del diálogo y la persuasión.
Los humanistas mostramos nuestra más enérgica y total repulsa a ciertos grupos extremistas que se caracterizan por su incitación al odio.
Los humanistas no adherimos a ningún nacionalismo, español, catalán o de cualquier tipo. Los humanistas advertimos que ningún ideal tiene sentido si para alcanzarse, ha de imponerse violentamente a otros y que el ser humano ha de ser el valor central, por encima del estado, la nación, el dinero, la raza o la cultura.