Por Jember Pico
Portada: Brenda Daney – Fotos: Walker Vizcarra – Video: Gato Villegas
Quito. En la tarde del martes 8 de octubre, mientras se publicaba el decreto 888 que establecía –entre otras cosas –, el toque de queda en todo Ecuador desde las 20:00 hasta las 05:00, grupos de diferentes comunidades indígenas eran dispersados del parque El Arbolito y el parque El Ejido, en el centro norte de la capital, por parte de las fuerza pública, con bombas lacrimógenas disparadas a sus cuerpos, después de que varias personas –entre ellas mujeres – hubieran entrado a las instalaciones de la Asamblea Nacional.
Los jóvenes Juan Francisco y David estuvieron allí. Vienen caminando desde Cotacachi, Provincia de Imbabura. Hicieron parte de un grupo de 80 personas que se acercaron pacíficamente a la puerta de la Asamblea Nacional hacia las 13:00. Según relatan, mientras se acercaban “llegaron militares y dijeron que estaban de parte de nosotros, caminaron con nosotros hasta la puerta y ahí se cambiaron de bando: nos atacaron”. No obstante, en un segundo acercamiento “lograron entrar tres grupos de personas a la Asamblea; lanzaron bombas lacrimógenas adentro y les sacaron a todos”. Hacia las 16:00, de nuevo en las calles, “estaban disparándonos al cuerpo las bombas lacrimógenas; en nuestro grupo hubo de 15 a 20 heridos que fueron atendidos por los paramédicos”.
La razón para venir a Quito es clara: “Lo que nosotros queremos es que deroguen las medidas económicas y sacarle al presidente; no queremos que venga Correa, sino que venga gente nueva y preparada que sepa sacar adelante un país”.
Jaime, Irene y Andy participan por primera vez en un alzamiento indígena: “Es la primera vez que salimos a una manifestación: sentimos el gas, se sentía horrible”. Llegaron a Quito el mismo día en el cual vivieron esta primera experiencia. Vienen de Cayambe, Provincia de Pichincha.
Irene es estudiante universitaria, miembro de una familia campesina en la cual su madre es la principal responsable de sostenerla. “Lo que me movió a venir a Quito es la economía: mi mami tiene que pagar muchas deudas, el transporte, los alimentos; a ella no le va a alcanzar el dinero. Ahora le han dicho en la plantación donde trabaja que con estas medidas económicas el sueldo va a bajar. La ciudad se abastece de nosotros, que somos del campo; queremos que Lenín entienda que nos afecta el aumento de precios: transporte, comida, arriendo”.
Andy es un joven indígena. Está impactado por la violencia vivida: “Nosotros venimos como personas civilizadas a hacer comunión para llegar a un acuerdo, pero ya empiezan a botar gases, surgen los problemas, hay heridos”. Esto no le distrae del propósito de su presencia en Quito, junto a su comunidad: “Nos quedaremos hasta que haya una solución; si las cosas siguen así es un mal para nosotros los indígenas”.
Jaime tiene unos años más que Irene y Andy. También siente la violencia; reflexiona sobre ello y lo que está haciendo el gobierno: “Tenemos derecho a estar protestando porque ellos están haciendo mal; somos libres, ¿por qué nos quieren tener acorralados? Estamos desarmados”.
Los abusos de parte de la fuerza pública llegan a puntos de alta vulneración. Esto lo ven y sienten quienes están en las calles manifestándose pacíficamente: “Algunas madres están con sus hijos en las manifestaciones; los policías lanzan bombas, no les importa, no tienen respeto… ellos tienen toda la seguridad y nosotros no tenemos nada, venimos en marcha pacífica a solucionar lo que sucede en el país”.
Esto sucedió a las 17h00 en #quito, hace poco reportaron que tras represión e intensa descarga de gas lacrimógeno de @PoliciaEcuador , hubo que desolojar el Pabellón. #paronacionalEc @mariapaularomo @CIDH @nytimes @dw_espanol pic.twitter.com/hOUY2XRiHp
— Gato Villegas (@g_vs) October 9, 2019
Mientras esta es la actitud e intención de las comunidades que viajaron a Quito, el presidente Moreno traslada oficialmente la sede de Gobierno a Guayaquil y cede el ejercicio de poder a la policía y al ejército en Quito y el país, decretando Estado de Excepción y toque de queda. José, un campesino de Imbabura también presente en Quito, considera que “la decisión del presidente de atacar al pueblo no es de un ser humano; él debería buscar sentarnos en una mesa de diálogo para solucionar lo que sucede”. Después de tantas cadenas nacionales – muchas pregrabadas y pocas en vivo –, al parecer, el gobierno tiene otras prioridades.