El campamento de paz de Greenham Common y otros activistas antinucleares de la década de 1980 marcaron una verdadera diferencia: ahora hay una ola de manifestantes climáticos más fuerte.
Paul Rogers para openDemocracy
Las acciones de Extinction Rebellion esta semana en Londres han producido algunos titulares notables, uno de ellos en Daily Mail dice “Las madres de Extinction Rebellion ponen en escena la lactancia materna en masa después de que la policía escolta a los niños y sus carritos a lo largo de Whitehall”. En un frente más político, el Daily Telegraph tenía a la escritora Julie Burchill bajo el título “¿Qué deben pensar los hongkongers de los privilegiados ecologistas británicos?”, pero quizás la contribución más inesperada, al menos para el Mail, fue la de Janet Street-Porter: “Olvídate de los aros en la nariz, Boris, muchos de estos manifestantes por el cambio climático son tu gente, y tienen razón”.
Señala uno de los aspectos más llamativos del fenómeno de la XR: la gran variedad de personas que de repente y con determinación se han visto motivadas para actuar, incluso ante el riesgo de ser detenidas. Hay que retroceder mucho en el Reino Unido para encontrar un ejemplo comparable.
Una de ellas ocurrió hace cuarenta años, cuando Margaret Thatcher fue elegida primera ministra en el Reino Unido, y Ronald Reagan siguió como presidente en los Estados Unidos un año más tarde. Entrábamos en una nueva y muy peligrosa fase de la Guerra Fría, sobre todo en el Reino Unido, donde la decisión de modernizar la fuerza de submarinos de misiles del país y permitir que los Estados Unidos basaran los misiles de crucero lanzados desde tierra en las bases Greenham Common y Molesworth de la Real Fuerza Aérea provocó una controversia inmediata y reavivó el movimiento antinuclear.
Si un acto específico ayudó a estimular esto, fue la publicación de “Proteger y Sobrevivir”, un panfleto de defensa civil extraordinariamente complaciente del Ministerio del Interior que describía con confianza cómo un simple “hágalo usted mismo” podría proteger un hogar típico en una guerra nuclear. Salió en mayo de 1980; unos meses más tarde, el historiador E. P. Thompson publicó una incisiva disección de su ridículo optimismo llamada “Protestar y Sobrevivir”. Luego se embarcó en una gira de conferencias sobre lo que llamó ‘exterminismo’ nuclear y la reacción fue extraordinaria.
Cuando llegó a Bradford, los organizadores pensaron que podrían llegar a aparecer un par de cientos de personas, aunque la cuestión nuclear hubiera estado inactiva durante una década, por lo que reservaron una sala con esa capacidad. Media hora antes de que empezara la charla, la sala ya estaba llena, otras 200 personas hacían cola en la calle y cada minuto llegaban más de una veintena. Afortunadamente, el ministro del cercano Salón Metodista estaba allí y rápidamente lo abrió para las más de 700 personas que se presentaron. La reacción pública no fue diferente en otros lugares.
Agotamiento
“Protestar y Sobrevivir” fue un indicador de un resurgimiento que condujo a muchas acciones, sobre todo a los campamentos de paz de varios años de mujeres en Greenham Common. Hay razones válidas para argumentar que estas protestas y sus numerosas contrapartes en otros países ayudaron a formar el entorno político en el que podría firmarse el tratado clave de Fuerzas Nucleares Intermedias de 1987. Aun así, muchos activistas se agotaron a mediados de los años ochenta, mucho antes del final de la Guerra Fría.
¿Los activistas de la XR se desgastarán de la misma manera? Quizás, pero también hay buenas razones para pensar que sus objetivos serán cada vez más aceptados y que se producirá un cambio rápido.
Para empezar, la conciencia del problema del cambio climático se está extendiendo por un sector más amplio de la sociedad que el renacimiento antinuclear alcanzado en la década de 1980 y está atrayendo proporcionalmente a muchos más jóvenes. Otro factor es la conciencia del poder de la acción no violenta, presente entonces pero aún más evidente ahora. En términos más generales, existe una clara determinación en todo el movimiento de la XR de mantenerlo y evitar ser dirigido hacia la violencia o la división.
También hay tres cuestiones más amplias. Una de ellas es que el clima está cambiando cada vez más rápidamente, por lo que los informes sobre la necesidad de contrarrestar este colapso se publican al menos una vez a la semana. Esto significa que los partidarios de la XR reciben recordatorios constantes de que tienen razón al persistir, cualesquiera que sean los obstáculos.
La segunda cuestión es que hay un aumento en el conocimiento y la comprensión de las causas subyacentes del cambio climático, lo que permite a los científicos del clima y a otras personas tener más confianza en sus predicciones.
Por último, se han producido avances impresionantes en las tecnologías y procesos de descarbonización radical. La explotación de la energía solar y eólica se ha vuelto mucho más eficiente y barata que hace una década y existe la posibilidad de que se produzcan importantes mejoras en su almacenamiento y distribución.
La política se pone al día
El problema, como siempre, es la voluntad política de actuar. Sin embargo, también en este caso se ha producido una transformación. Aparte del Partido Verde, que ha estado allí todo el tiempo, los nacionalistas escoceses y galeses, al igual que los demócratas liberales, abogan por políticas mucho más fuertes en materia de descarbonización. Pero lo que tiende a olvidarse es el cambio en el Partido Laborista.
Su historial no ha sido tan malo. Durante los años de Blair y Brown hubo algunas buenas iniciativas, aunque a menudo demasiado escasas y tardías, y algunos políticos laboristas mantuvieron la presión durante los años de la coalición 2010-15. Es la transformación más reciente la que ha cogido a la gente por sorpresa, aunque John McDonnell, Rebecca Long-Bailey, Clive Lewis y otros han estado presionando durante mucho tiempo por un cambio radical. En su reciente conferencia del partido, el Partido Laborista adoptó un objetivo para 2030 por la transición a un “carbono cero” en el Reino Unido. Esto fue mucho más fuerte de lo que la mayoría de los analistas políticos esperaban, y es muy probable que se incluya en su programa electoral dentro de unas semanas. Si eso sucede, la XR puede llevarse gran parte del crédito.
Lo que esto significa es que existe una seria posibilidad de que, en las próximas elecciones generales, incluso si hay otro gobierno minoritario, haya una mayoría en el Parlamento a favor de la descarbonización radical. Eso realmente será un cambio, y mucho más importante a largo plazo que el Brexit.
Sobre el autor
Paul Rogers es profesor emérito de Estudios sobre la Paz en la Universidad de Bradford y consultor de seguridad global del Oxford Research Group (ORG).
Traducción del inglés por Michelle Velez