Por Milagros Carazas.
En recientes estudios se ha llegado a la conclusión de que el racismo científico del siglo XIX fue la ideología implícita del Estado oligárquico peruano, sobre todo entre 1895 y 1968.[1] Sin embargo, estas ideas aparecen diluidas ya que no llegó a ser una ideología oficial; por el contrario, estaban corroídas por las ideas liberales y democráticas de la época, siendo reprimidas tras la Guerra con Chile. Pero aun así sirvieron para fortalecer la dominación del grupo aristocrático sobre las masas analfabetas de los indios y demás grupos étnicos minoritarios, además de legitimar sus privilegios y justificar su sometimiento.
Ya en el siglo XX el racismo no se profesaba de manera abierta, pues la opción era otra: las ideas democráticas y la defensa de la igualdad de las razas. Después de todo, el mestizaje y las migraciones del campo a la ciudad han generado la andinización de la costa y un proceso de cholificación en las últimas décadas. El nuevo discurso oficial, entonces, nos conduce a la imagen de que este es un país plurirracial y multiétnico, el país de «todas las sangres», con lo que el racismo y la discriminación quedan confinados a lo privado, al espacio doméstico; no desaparecen, siguen vigentes de manera velada.
De ahí que nuestra intención en esta ponencia sea analizar el discurso ensayístico que tiene como tema principal la reflexión sobre las razas y, en particular, la representación del sujeto afroperuano. Para esto hemos elegido a Clemente Palma, José Carlos Mariátegui y Luis Alberto Sánchez.
Para empezar, Clemente Palma (1872-1946), quien escribió una singular tesis que tituló El porvenir de las razas en el Perú, en 1897. Fue presentada para optar el grado de Bachiller en Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Según Gonzalo Portocarrero, este es un trabajo que bien «puede ser considerado como el manifiesto del racismo radical».[2] Basta observar que el único autor citado es nada menos que Gustave Le Bon (Francia, 1841-1931) quien fue un divulgador de las ideas de Ernest Renan, Joseph Arthur Gobineau y Hippolyte Taine, los representantes del «racialismo» francés del siglo XIX. Su libro más difundido es justamente el citado por Palma, Les lois psychologiques de l´evolution des peuples (1894), a cuyas ideas el joven tesista parece afiliarse por completo.[3]
La tesis está dividida en nueve secciones (del I al IX) y tiene apenas 39 páginas. En la introducción, que es la sección I, se sostiene que el género humano está dividido en razas y que estas pueden ser superiores (encaminadas al progreso y la civilización) o inferiores (inútiles e imperfectibles). Además, se reprocha el «cruzamiento» (racial) porque el resultado son las razas enfermas.[4] La sección II se centra en las razas del Perú y en la descripción de sus características basadas en la propuesta de Le Bon. En opinión de Palma, las razas en este país son cinco, a saber: 1) india, 2) española, 3) negra, 4) china y 5) mestiza. A la segunda la llama «raza nerviosa» aunque «superior»; mientras que la primera, la tercera y la cuarta son en sí «razas inferiores»; en tanto que la quinta es producto del cruzamiento de las tres primeras. Para efecto de esta ponencia, empezamos citando lo siguiente:
La raza negra, raza inferior, importada para los trabajos de la costa desde las selvas feraces del África, incapaz de asimilarse á la vida civilizada, trayendo tan cercanos los atavismos de la tribu y la vida salvaje [p. 7].
A continuación Palma dedica una sección a cada una de las razas referidas (del III al VIII), en la que señala una a una las características o, mejor dicho, más vicios que virtudes. En cuanto a la raza negra apunta, por ejemplo, que su condición natural la ha sumido en un estado de animalidad y permitido el desarrollo físico corporal en el África, lo cual la ha distanciado de la vida racional:
Esa vida puramente animal del negro, ha anonadado completamente su actividad mental (si es que alguna vez la tuvo) haciéndole inepto para la vida civilizada [p. 21].
Sin embargo, Palma sostiene que como no ha habido desgaste de su raza, el negro no es una raza decrépita pero sí inferior, por lo que apenas conserva energías con las cuales ha sido dotada. En este sentido, la raza negra es «adaptable» a la civilización:
[1] Portocarrero, Gonzalo. «El fundamento invisible: función y lugar de las ideas racistas en la República Aristocrática». En: Panfichi, Aldo (y) Portocarrero (eds.), Mundos interiores. Lima 1850-1950, Lima, Universidad del Pacífico, 1995, p. 219.
[2] Ibid., p. 225.
[3] Es muy esclarecedor el resumen de ideas que hace Tzvetan Todorov en Nosotros y los otros. Reflexiones sobre la diversidad humana. México, Siglo XXI Editores, 1991.
[4] Palma, Clemente. El porvenir de las razas en el Perú. Lima, Imp. Torres Aguirre, 1897, p. 2.