Por Fernando Montalbán
Resistir la violencia que hay en nosotros es posible si estamos atentos. Es entonces cuando vemos cómo nos toma o nos puede tomar y desde ahí elegimos la respuesta a dar.
Desde la no-atención no hay elección, es mi propia memoria la que me da la respuesta a lanzar. No es aguantar o tolerar o resignarse ya que estos conceptos hablan de una actitud de vencido ante las dificultades.
Resistir no es defenderse ni protegerse. Estas actitudes tarde o temprano harán que saltemos dando una respuesta basada en la violencia.
Se habla mucho últimamente de la gente toxica y de alejarse, pero esto no resuelve nada, más bien nos debilita, ¿De cuanta gente toxica acabaremos alejándonos?, Y cuando nosotros mismos seamos los tóxicos, ¿Cómo huimos? No tiene mucho sentido esta propuesta y nos desvincula de la gente que nos rodea. El problema con la supuesta gente toxica es un problema de sistema de valores en donde las personas quedan por debajo de cualquier cosa: dinero, patria, banderas, bancos, trabajo…
Si tanto temor tenemos a lo que pueda hacernos el otro, deberíamos comprender que si no estamos atentos todo nos pasa y si por el contrario nos ponemos en disposición de atender es más que probable que no nos tomen las situaciones, surjan opciones y podamos elegir.
Pero, ¿Qué pasa con la violencia que hay fuera de mí?
Hasta aquí hemos visto que nuestra propia violencia nos juega una mala pasada ya que nos coloca en posiciones en las que no tenemos libertad de opción y las respuestas surgen mecánicamente no siendo elegidas por nosotros.
En el caso de la violencia institucional, o policial, o empresarial, o bancaria, etc. ¿Qué podemos hacer?
Vemos últimamente los casos de Chile, Hong Kong, Cataluña y aunque hay sobrados motivos para reconocer que la gente cada vez más quiere dar respuestas no-violentas, también reconocemos el hartazgo de las poblaciones que dejándose llevar por la mecanicidad, responden a la violencia con violencia.
Este tipo de respuesta violenta es aprovechada por las instituciones y la prensa para cargar contra la gente desviando la mirada de la propia violencia del sistema que al fin de cuentas es la verdadera responsable de la violencia en la calle, en el mundo.
¿Quién tiene el monopolio de la violencia, sea esta física, psicológica, jurídica, económica, sino el sistema con sus instituciones?
A la gente se la puede bajar el sueldo, o quitárselo, o no revalorizar las pensiones o destruir la sanidad y educación públicas, todo ello en aras de una supuesta crisis o de un posterior desarrollo que nunca llega.
Y es aquí en donde las instituciones acompañadas de la prensa, los poderes económicos, y avaladas por partidos tradicionales sean éstos de derecha o de izquierda lanzan sus embates contra la población.
Esto sí es Violencia, No desviemos la mirada hacia abajo y, por el contrario, miremos hacia arriba, seamos capaces de reconocer al verdadero responsable de tanta violencia en el mundo.
Pero, ¿Cómo hacemos, acostumbrados a responder de la misma manera, y aún más, a justificar este tipo de respuestas? Es claro que esa resistencia a la violencia que hay fuera de mí debe ser promovida desde otro lado distinto del habitual, siendo el habitual la misma respuesta violenta.
Es aquí donde entra en juego la desobediencia civil, el no colaborar con quienes nos violentan. El no esperar más a que las mentiras se conviertan en verdades, el dejar de creer en lo que no tiene ya sentido alguno.
La respuesta diferente es un tipo de respuesta que se caracteriza por tener tres intangibles claros: Es una respuesta libre, valiente y profunda que es además un compromiso con el ser humano, su desarrollo y evolución.
Es una respuesta libre, elegida, a diferencia de la violenta que se caracteriza por estar determinada y no ver más opciones.
Es una respuesta valiente por oponerse a lo dado, a lo natural, incluso por oponerse al instinto de conservación y ser capaz de dar su vida en aras del bienestar del conjunto.
Es una respuesta profunda porque no viene de la acción-reacción a la que tan acostumbrados estamos; viene de más adentro de nosotros, de más adentro de los pueblos, llega de lo profundo de la conciencia humana, de ese centro interno que está muy alejado del resentimiento y de todos aquellos impulsos que han causado ruina y muerte a la humanidad.
Ese centro interno responsable de la inspiración del poeta, de la música del compositor, de los grandes logros científicos que nos han hecho llegar hasta aquí y asomarnos cada vez más a esa respuesta a la gran pregunta: ¿Quién soy?
Resistir es pervivir a pesar del tiempo y de las dificultades. La desobediencia civil es el camino, es el vacío necesario para oponerse desde ese otro lado a la violencia del sistema de valores y sus ciegos lacayos.
Aprender a desobedecer es la vía, ya hemos aprendido a dar la respuesta violenta y sabemos cómo termina.
Aprender a desobedecer es el único camino no malo que teniendo como base la no-violencia será el único que nos abra las puertas a esa Nación humana Universal.
Somos el agua que ablanda la roca.