Por Saiba Bayo.-
El triunfo de la razón sobre la emoción simboliza la victoria del individuo sobre la comunidad, que se traduce por la sustitución de Dios por el hombre y la universalización de la civilización occidental. “Civilización o barbarie”, el despertar de la sociedad occidental fecundó su ansia y su necesidad de dominar el mundo. La obsesión por el progreso sentó las bases de las ideologías racistas, sexistas, capitalistas y colonialistas. Los otros pueblos podían, y debían ser “desarrollados” siguiendo la experiencia europea. Los africanos fueron despojados de su humanidad y cosificados para satisfacer un “modo de vida imperial” del hombre blanco. La invención de la estratificación racial acrecentó la idea de la inferioridad del hombre negro; precipitó su esclavización, su domesticación, su colonización, su subyugación.
Las barbaries contra los pueblos negros fueron aceptadas en base a su condición de “no enteramente humana”. La creación de los marcos regulatorios normalizó el derecho de vida y muerte del blanco sobre el negro. Si bien, a finales del siglo XVIII se crearon movimientos humanistas y filántropos en Europa, como la sociedad anti-comercio de esclavos en 1787 en Gran Bretaña o la sociedad de los amigos de los negros en 1788 en Francia. Todos pedían la abolición de la esclavitud. Siguiendo la racionalidad de la época, esos movimientos fueron también grandes defensores de la colonización de los llamados mundos atrasados y salvajes. Convencidos de la superioridad del hombre blanco y su modo de vida, Víctor Hugo (reconocido humanista francés) creía que la esclavitud convirtió al negro en hombre, de modo que la colonización debía arrastrar África hacía la civilización y el progreso.
Más de medio siglo ha transcurrido desde las independencias de los pueblos africanos y 200 años desde la creación de los primeros movimientos de abolición de la esclavitud. Los intelectuales africanos no tienen necesidad de demostrar las habilidades cognitivas del negro o su capacidad racional. La reacción de los africanos y los descendientes de africanos de la diáspora ante la fabulación del negro consistió en el rechazo del sentimiento de culpa; la culpa de haber cometido un pecado original. Su objetivo era la reconciliación del hombre con los valores humanísticos del origen de la vida en la cosmogonía africana.
Originado en la diáspora africana, el panafricanismo ha sido y sigue siendo el pilar de la lucha para la liberación y la emancipación de los pueblos africanos. Desde Martin Robison Delany (1812-1885) y Edward Wilmot Blyden (1832-1912), instigador del lema «África para los africanos» hasta Kwame Nkurumah, Wiliam Dubois, Malcolm X, Jeorge Pademore, Aimé Caisaire, Cheikh Anta Diop, por nombrar solo algunos, las contribuciones de los intelectuales de la diáspora africana (cada una en su contexto) han ocupado siempre el escaparate de la lucha de liberación y de desarrollo de África. Kwame Nkrumah estaba convencido de ello y consideraba a los negros estadounidenses como vanguardia del pueblo africano.
Desde sus génesis, la idea de una África libre del yugo occidental y acogedora de los africanos de la diáspora ha ocupado el núcleo del “atomizado” debate en el seno del panafricanismo. África es la cuna de la humanidad, cierto; pero también es la tierra de todos los negros de la diáspora según Robinson Delany. Para Delany, solo África podía, puede ser el lugar del mundo donde los negros y sus descendientes podían encontrar la totalidad de su libertad, recobrar su dignidad, su integridad, su humanidad, su africanidad.
La dimensión ontológica de la personalidad africana fue el campo que ocupará los trabajos de Edwar Wilmot Blyden, para quien el africano es primordialmente alegre, comprensivo, serviable y profundamente arraigado en la espiritualidad. Blyden consideraba que la cultura africana había hecho contribuciones singulares y valiosas a las civilizaciones mundiales, y por lo tanto, pensaba que los africanos deberían estar orgullosos de abrazar sus culturas e instituciones tradicionales y ancestrales. Para ello, Blyden propuso el establecimiento de poderosas sociedades secretas y aconsejaba que los africanos adoptasen solo aquellas instituciones y prácticas europeas adecuadas a las necesidades y condiciones de África.
Sin embargo, el principal punto de discordia entre Blyden y Delany se sitúa en la preservación de la autenticidad de las identidades y los valores africanos. Para Blyden los mestizos y los mulatos eran “negros alienados” porque conservan los genes de codicia, egoísmo, individualismo, etc, heredados de sus parientes blancos y no tenían su lugar en África. Las posturas de Blyden y Delany son criticables y han sido el foco de muchas interpretaciones. Las teorías de Blyden fueron consideradas racistas. No obstante, debemos reconocer que eran hombres de su época, una época donde ser negro implica subyugación, violencia y muerte. Las reflexiones de Delany y Blyden fueron a la base de los movimientos panafricanistas.
El panafricanismo es un proyecto ideológico y político que reflexiona sobre el pasado de la humanidad y busca la emancipación de los pueblos africanos. El panafricanismo no ha sido, no es, una simple narrativa sobre las identidades culturales africanas. Se asemeja menos a un activismo meramente ideológico centrado en la estética y la demostración de lo “Black-is-beautiful”. Abundan ejemplos que revelan el compromiso con la lucha por la redención de los pueblos africanos y su diáspora. Esa lucha, he de insistir, va más allá de la batalla por la narrativa. Se trata de un cuestionamiento de la historia, una consciencia del pasado más antiguo de África, de la humanidad y una resistencia contra el imperialismo, el racismo, la misoginia, la violencia y el saqueo a todos los niveles.
Para acotar el amplio espectro del panafricanismo y focalizar el objetivo de la reflexión en un aspecto concreto del panafricanismo, propongo centrar el análisis alrededor de la noción de emancipación. La cuestión que me concierne aquí no consiste en mostrar de quien o de qué el africano, el negro, debe emanciparse. La respuesta a semejante pregunta parece evidente y la enormidad de la producción intelectual a este respecto debe saciar nuestra sed conocimiento. Si bien existen múltiples propuestas y enfoques para alcanzar esta emancipación que merecen ser abordadas y discutidas, el tema tratado aquí se ocupa de la filosofía africana de la educación.
El panafricanismo ha sido, es, un proyecto político e ideológico enfocado en una lucha basada en la resistencia, que implica un despliegue de acciones y estrategias concienzudamente estudiadas, planificadas, bien o mal implementadas. Entender la particularidad de la doctrina panafricanista requiere proyectar una mirada crítica sobre lo que podemos llamar, con perdón del lector, la “ilustración africana”. El panafricanismo se alimenta de las contribuciones de brillantes pensadores de África y de su diáspora. Su único propósito es iluminar la conciencia de africanos y africanas, en África y en la diáspora.
A principios del siglo pasado (1909), W. E. B. Du-Bois y sus compañeros de lucha fundaron la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) para defender los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. Años antes Du-bois había publicado su ensayo “TheTalented tenth, 1903” (el Décimo talento). Las reflexiones de Du-Bois en ese ensayo sobre la filosofía de la educación, en particular la filosofía africana de la educación constituye el bálsamo para cerrar algunas de las heridas infringidas al hombre negro. Partiendo de un análisis crítico de la historia, Du-Bois concluyó que la educación es el mejor artefacto para liberar y empoderar a los negros. Podemos destacar tres puntos esenciales, puntos sobre los cuales se pivoteará esta disertación.
- Conocimiento crítico del pasado a través de la investigación.
- Estudios culturales a través del cuestionamiento de los valores y los hábitos.
- Entendimiento de las necesidades vitales del presente y del futuro.
Según Du-Bois, los negros deben buscar el conocimiento crítico de la historia a través de investigar e interrogar el pasado; lo que Cheikh Anta Diop llamará después “el conocimiento directo”. Du-Bois no hablaba exclusivamente del pasado de África y de la historia de los negros pues este ejercicio debe incorporar el estudio del pasado de los otros pueblos y la historia de la humanidad en su conjunto. Solo comparando los diferentes componentes de la historia de la humanidad, podemos estar capacitados para entender nuestras propias culturas y, por lo tanto, entenderse a uno mismo y aceptarse. Estos dos primeros procesos confluyen en un tercero: el entendimiento del presente y del futuro de la humanidad en general y la condición de los negros en particular.
La teoría de la filosofía africana de la educación es considerada como una guía para los intelectuales panafricanistas. Enfatiza la lucha, el sacrificio y el servicio, el liderazgo grupal y los fundamentos históricos y culturales de los pueblos africanos. Pero, sobre todo, proporciona un paradigma pedagógico para este proyecto educativo y de concienciación.
Malcolm X destacó de alguna manera la necesidad de empaparse de la filosofía de la educación durante uno de sus discursos: ¿Quién te enseñó a odiar la textura de tu cabello? ¿Quién os enseñó a odiar el color de vuestra piel hasta el punto de que os blanqueáis para pareceros al hombre blanco? ¿Quién os enseñó a odiar la forma de vuestra nariz y la forma de vuestros labios? ¿Quién os enseñó a odiaros desde la parte superior de vuestra cabeza hasta las plantas de los pies? ¿Quién os enseñó a odiar a los vuestros? ¿Quién os enseñó a odiar la raza a la que pertenecéis, tanto que no queréis estar juntos?
En África, la influencia de Du-Bois en los panafricanistas es perceptible en eminentes pensadores y líderes políticos africanos como Kwame Nkrumah y Cheikh Anta Diop o Ousmane Sembène. El Consciencismo de Nkrumah, una de sus contribuciones filosóficas más importantes, puede ser considerado como un desarrollo de la filosofía africana de la educación. No obstante, las investigaciones de Diop en los campos de la historia y la antropología acabarán configurando la piedra angular de las doctrinas panafricanas para las recientes generaciones, precisamente desde los años 1980.
El trabajo de Nkrumah en “Conciencismo” nos pone frente a nuestro deber de comprender nuestra personalidad africana, alimentada continuamente por la tensión entre nuestro legado colonial y las tradiciones africanas. Para Nkrumah, la actitud del africano hacia la experiencia occidental (e islámica) debe ser decidida y debe guiarse por el pensamiento crítico. Considerando que una práctica sin pensamiento es ciega, la filosofía africana, según Nkrumah, debe encontrar su arma en el medioambiente y las condiciones de vida de los africanos para crear el contenido intelectual de una ideología africana.
La crítica de Nkrumah al pensamiento hegemónico occidental radica en su rechazo al purismo, el idealismo, el empirismo y la “racionalidad absoluta” que abandera la filosofía (clásica) occidental. El filósofo elabora sus principios basándose en proposiciones conectadas a las circunstancias, los tiempos y su entorno. Hobbs nunca habría escrito el Leviatán, si no hubiera nacido en la Inglaterra del siglo XVII. Su obra no habría transcendido nuestra época si no hubiera observado con rigor la naturaleza del hombre en la sociedad británica, la implicación del poder absoluto del monarca, la «guerra de todos contra todos» que convierte la vida del hombre en «solitaria, pobre, desgraciada, brutal y corta».
“Los árboles no caen del cielo”, Nkrumah estaba persuadido de ello. Las teorías de Hobbes, Hume, Locke, Montesquieu, Tocqueville, etc., están profundamente arraigadas en el entorno y el medioambiente que habitaban. Pretender darles una dimensión universal resulta intelectualmente perplejo y metodológicamente estéril. Una de las lecciones que podemos sacar de las enseñanzas de Nkrumah consiste en evitar caer en el idealismo occidental. El idealismo tiene un carácter monista y se basa en una percepción de lo perfecto; la búsqueda de la sociedad perfecta. Pues una sociedad ideal sería una sociedad perfecta. Puesto que la naturaleza del hombre está en constantes cambios, una sociedad ideal solo induciría al hombre a la barbarie, la autodestrucción, la decadencia. Nkrumah subraya que el idealismo condujo a Platón y Aristóteles al fracaso en su misión de educar a los príncipes. El idealismo condujo a Napoleón y Hitler a cometer los crímenes más atroces de la historia de la Europa contemporánea.
Ontológicamente, el consciencismo filosófico es una actitud ante la coexistencia de las tradiciones africanas, la influencia árabe y la dominación europea. Por esto Nkrumah destaca que la particularidad del pensamiento africano es que «todo lo que existe, existe como un complejo de fuerzas en tensión”. Para Nkrumah, el africano necesita envolverse del manto de sus tradiciones. Sin embargo, los otros dos segmentos (árabe y europeo) deben ser acomodados, aunque insiste en que esta acomodación debe hacerse como experiencias de la sociedad africana tradicional. Si no lo hacemos, advierte Nkrumah, “nuestra sociedad se verá afectada por la esquizofrenia más maligna”.
En definitiva, la presencia de la tensión en el mundo cósmico del africano no anula la armonía. Según Eugenio Nkogo Ondo, autor de síntesis de la filosofía africana, dar sentido a lo físico y lo metafísico, en el pensamiento tradicional africano, no es sólo una dimensión ontológica, sino también lógica, lingüística, estética, etc. En el circuito del habla, además de la imagen acústica y del concepto o la idea, si no todas, por lo menos una gran mayoría de las lenguas africanas captan directamente las esencias de los seres. Sólo haría falta entrar en los repertorios o en las colecciones de sus proverbios, de sus adivinanzas.
El propósito de Nkrumah en el Consciencisme consiste en formular una reflexión rigurosa para materializar la emancipación de África. A este respeto, afirma que “La emancipación del continente africano es la emancipación del hombre. Esta requiere dos objetivos: primero, el reconocimiento del igualitarismo de sociedad humana y, en segundo lugar, la movilización logística de todos nuestros recursos para el logro de esa restitución”. El panafricanismo es primordialmente un movimiento intelectual debido a que fue concebido y desarrollado en el seno del entorno intelectual africano y de la diáspora.
La perspectiva panafricanista adopta un planteamiento humanista y cosmopolita. Nkrumah resume claramente su filosofía del consciencismo en términos humanísticos. “El consciencismo es un diagnostico en términos intelectuales de la disposición de fuerzas que permitirá a la sociedad africana digerir los elementos occidentales e islámicos en África, y desarrollarlos de tal manera que encajen en la personalidad africana. La personalidad africana se define por el conjunto de principios humanistas que subyacen a la sociedad tradicional africana. El concientismo filosófico es ese punto de vista filosófico que, partiendo del contenido actual de la conciencia africana, indica la forma en que se forja el progreso a partir del conflicto en esa conciencia”.
La búsqueda de la cohesión social y la unidad es el objetivo y pilar de las acciones de los panafricanistas. En este proceso la ideología juega un lugar primordial debido al parentesco y el origen común de la organización social en África negra. La ideología, según Nkrumah, busca traer un orden específico a la vida en sociedad para unir las acciones de millones de personas hacia objetivos específicos y definidos. “Una ideología, incluso cuando es revolucionaria, no expresa simplemente el deseo de abolir un orden social actual. Si bien, busca también defender y mantener el nuevo orden social que introduce”. Por esto cuando Nkrumah pide la unidad de los estados africanos no se refiere a la supresión de los estados postcoloniales sino a la unidad de acción de éstos frente al imperialismo y el neocolonialismo.