Por Víctor Iván Gutiérrez*
En lo que va de estos nueve meses de gestión, el gobierno de la Cuarta Transformación abandonó la política exterior confrontativa e intervencionista, que caracterizara a los gobiernos de corte neoliberal, ciñéndose al cumplimiento de los principios constitucionales de la política exterior mexicana, los cuales dan énfasis a la amistad y la solidaridad entre los pueblos, así como a la autodeterminación y la solución pacífica de las controversias.
El primer escenario en donde el gobierno mexicano llevó a la práctica estos principios fue en Venezuela; apenas en enero pasado, cuando el presidente de la Asamblea Nacional de aquel país, Juan Guaidó, se proclamara presidente “encargado”, con ayuda de la oposición venezolana y Estados Unidos. Cabe recordar que esta crisis dio origen a la emersión de un grupo de países a favor de Guaidó -entre los que destacaban-: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Alemania, Reino Unido, Francia y España.; y otros más a favor del gobierno venezolano: China, Rusia, Cuba, Bolivia, entre otros. En este contexto, el gobierno mexicano optó, junto con Uruguay y catorce países caribeños, por encontrar una salida negociada al conflicto, a través de la promoción del diálogo entre las partes implicadas, en este caso, el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. Cabe destacarse que el liderazgo de México en esta coyuntura fue sin lugar a duda muy importante, ya que algunos actores involucrados en el conflicto -caso concreto los Estados Unidos- estaban planteando la posibilidad de invadir Venezuela, para destituir el gobierno venezolano. Por fortuna, la posición de México enfrió la conflictividad entre los países involucrados y diluyó -por ahora- la posibilidad de la invasión armada.
La segunda prueba de fuego fue la que se vivió apenas el pasado mes de junio, cuando el gobierno mexicano sufrió la amenaza del presidente de Estados Unidos que si no reducía el flujo migratorio significativamente, comenzaría a cobrar el 5% de aranceles a las exportaciones mexicanas.
Esta ha sido la crisis más delicada que el gobierno de la Cuarta Transformación ha tenido que sortear en estos apenas nueve meses, debido a que alrededor del 85 por ciento de sus exportaciones se encuentran dirigidas hacia su vecino del norte; esto sin contar que las tasas de inversión extranjera directa que se concentran en México, sonde aquel país. Por lo tanto, el gobierno mexicano experimentó una paradoja diplomática: la necesidad de, al tiempo de respetar su autodeterminación y soberanía nacional, dar cumplimiento a la solicitud del gobierno de Estados Unidos, toda vez que, de no negociar bajo esta disyuntiva, las consecuencias económicas hubieran sido francamente desastrosas, entre ellas el debilitamiento de la legitimidad del gobierno mexicano. Por fortuna, el gobierno logró un acuerdo con Estados Unidos, lo cual significó que Washington retirara de su órbita inmediata, la cuestión mexicana.
Otro escenario en donde se ha manifestado la actual política exterior de México es en su relación con Centroamérica. A diferencia de los gobiernos pasados, el gobierno de la Cuarta Transformación ha dejado de dar énfasis a la política concentrada en la firma de acuerdos de seguridad hemisférica (tipo Iniciativa Mérida, por ejemplo) y se ha concentrado en convocar a los respectivos gobiernos de esa región y de Estados Unidos a hacer realidad un acuerdo de cooperación para el desarrollo económico y comercial, con el objeto de palear las graves afectaciones sociales que sufren los países centroamericanos y de esta forma, disminuir los flujos migratorios sin que se tenga que recurrir a la prohibición del tránsito y la movilidad de los migrantes. Un ejemplo al respecto es el acuerdo firmado conjuntamente entre el gobierno mexicano y el de El Salvador, en donde el primero invertirá 30 millones de dólares en el programa Sembrando Vida, el cual dará empleo directo a ciudadanos salvadoreños para reforestar numerosas hectáreas de bosque en aquel país.
En virtud de lo anterior, podemos presenciar que, contrariamente de lo que un sector de la comentocracia afirma, el gobierno mexicano no ha desempeñado una política exterior aislacionista. Por el contrario, México ha jugado un papel significativo en la región y ha fortalecido su imagen ante el concierto de las naciones. Además, ha abandonado paulatinamente la orientación diplomática concentrada únicamente en la firma de acuerdos comerciales, de seguridad fronteriza y de cooperación armamentística. De este modo, se puede asegurar que, independientemente de su carácter de estado subdesarrollado, la apelación a la amistad, la cooperación, la autodeterminación y la solución pacífica de las controversias, en los hechos, constituyen una política exterior que bien se puede definir como “antiimperialista”.
* Investigador del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).