Por Andre Vltchek
Cada vez que los manifestantes de Hong Kong destruyen la propiedad pública, no hay cámaras de medios de comunicación occidentales a la vista, pero cuando la policía decide intervenir, y proteger a la ciudad, los defensores de la prensa occidental aparecen vigorizados.
El 08 de septiembre de 2019, gigantescas banderas norteamericanas eran ondeadas en el aire. Una manifestación masiva, conformada en su mayoría por gente joven, avanzaba desde el antiguo centro construido por británicos hacia el Consulado General de EE.UU, comúnmente llamado de forma errónea “embajada”.
La temperatura superó los 30 grados centígrados, pero el número de manifestantes siguió aumentando. Muchas de las arterias importantes de Hong Kong fueron bloqueadas por completo.
Los medios de comunicación occidentales estuvieron ahí con fuerza, usando chalecos amarillos y fluorescentes, su distintivo de “prensa”, cascos y máscaras. Se mezclaron con la multitud, mientras filmaban las banderas, y evidentemente, mientras disfrutaban del espectáculo.
“Presidente Trump por favor, libere a Hong Kong”, pude leer en varios carteles.
-“¿Liberar de quién? Pregunté a un grupo de manifestantes, todos ellos vestidos como ninjas, portando barras de hierro en las manos, y pañuelos negros cubriendo sus rostros.
-Varios de ellos contestaron en forma de murmullo algo incomprensible. Una chica gritó de manera desafiante:
-“¡De Beijing!”
-“Pero Hong Kong es parte de China, no es así?» Pregunté: “Cómo podría liberarse de sí misma?
-“¡No! Hong Kong es Hong Kong!» Llegó a mí una respuesta prefabricada.
Cerca de allí, avisté la bandera del Reino Unido, con el antiguo escudo de armas de Hong Kong de la época colonial.
La enorme manifestación era evidentemente traidora. Sus miembros presentaron una petición al Consulado General estadounidense, exigiendo que el congreso del mismo apruebe una legislación que requiera que su gobierno monitoree y decida si Hong Kong es lo “suficientemente autónomo” de la República Popular China (RCP),y por ende, si puede tener derecho a los beneficios económicos y de comercio estadounidenses.
En todo el centro de la ciudad, cientos de “ninjas” gritaban consignas pro occidentales, mientras ondeaban banderas de Hong Kong de la época colonial junto las banderas estadounidenses.
Me acerqué a una pareja joven entre los manifestantes, que descansaba en una banca:
-“¿Sus amigos se dan cuenta cuán brutal, antidemocrático y opresivo fue el dominio británico? ¿Saben ellos en qué miseria tuvieron que vivir muchos ciudadanos de Hong Kong en esa época? ¿Y sobre la censura y la humillación [. . .]”
-“¡No!” Me gritaron enfurecidos. “¡Todo eso es proselitismo!”
-“¿Proselitismo de quién?», me pregunté
-“¡El proselitismo de Beijing!”
Al menos hablaban un poco inglés. Algo extraño sobre Hong Kong es que, mientras algunas personas aquí les gustaría que (¿o acaso les pagaron para decir que lo quieren?) vuelva la administración colonial británica, la gran mayoría de la población ahora habla a duras penas un poco inglés, mientras que se rehúsan a hablar mandarín. ¡No es de sorprenderse si Hong Kong está perdiendo rápidamente sus límites ante al pro chino y altamente cosmopolita Singapur!
Sin embargo, la manifestación no estaba donde realmente ocurría “la acción.” Lo supe por intuición.
La bandera que se ondeaba en la marcha fue una gran farsa para los medios masivos de comunicación occidentales.
Ahí, las consignas “a favor de la democracia” fueron cantadas en orden. ¡Nada fue quemado, vandalizado o desmantelado frente a las cámaras de los medios occidentales!
Sin embargo, a pocas cuadras de distancia, presencié el vandalismo monstruoso de una de las entradas a la estación central de metro (MTR). Los hooligans que se hacían llamar “manifestantes” estaban arruinando la propiedad pública, un sistema de transporte utilizado por millones de ciudadanos todos los días.
Mientras lo hacían, también desmantelaban las barandas metálicas públicas que separan las aceras de la calzada. Las barras metálicas de estás barandas luego fueron utilizadas para nuevos ataques contra la infraestructura de la ciudad, así como también en contra de la policía.
Las sombrillas en las manos de los “manifestantes” cubrían la escena del crimen. Sombrillas similares a las que se usaron en 2014 durante la precedente “Revolución de los Paraguas.”
¡Ningún reportero extranjero a la vista! Esto no era para el mundo. Esto fue crudo, real, y brutal.
-“No grabes!” Bocas cubiertas empezaron a gritarme.
Seguí grabando y fotografiando. No usaba ninguna chaqueta, casco o distintivo de prensa. Nunca los uso en ninguna parte del mundo.
Al final me dejaron en paz, estaban demasiado ocupados destruyendo las calles. Mientras desmantelaban la propiedad pública, sus mochilas, llenas de reproductores portátiles, regurgitaban el himno nacional de Estados Unidos.
Mi amigo de Beijing me escribió un breve mensaje:
-“Están vendiendo su propia nación y gente. Tenemos terribles palabras en chino para ellos.”
No obstante, no solo China continental está disgustada con lo qué está sucediendo en Hong Kong. Tres importantes periódicos con sedes en Hong Kong: Wen Wei Po, Ta Kung Pao y Hong Kong Commercial Daily, son pro Beijing, están a favor de la policía y definen a los “manifestantes” como “alborotadores” o “buscapleitos” (en chino desde luego).
Entre los más importantes, solo Ming Pao y Apple Daily, que por tradición están en contra de Beijing, definen a los “manifestantes” como “agrupadores” e incluso “libertadores”.
Los ciudadanos locales son en su mayoría (como lo fueron durante los disturbios de 2014), hostiles con los “manifestantes”, pero temen enfrentarlos, en especial a las pandillas de jóvenes que están cubiertas y armadas (con barras de hierro y garrotes). Incluso algunos lo intentaron en un bulevar en el centro de la ciudad, pero fueron brutalmente golpeados.
‘Pareciera que los “manifestantes” tienen altos niveles de adrenalina y un fuerte espíritu militante. Se reúnen y se mueven en hordas. Muchos de ellos se rehúsan a hablar.
Es importante entender que, mientras los alborotadores están intentando difundir el mensaje de que ellos están “luchando por la democracia”, en realidad son muy intolerantes con todos aquellos que no están de acuerdo con sus objetivos. De hecho, atacan violentamente a aquellos que tienen una opinión distinta.
Además, y esto debo explicarlo, tras cubrir manifestaciones literalmente en cientos de ciudades en todo el mundo, desde Beirut hasta Lima, Buenos Aires, Estambul, París, El Cairo, Bangkok y Yakarta; con lo que está sucediendo en Hong Kong ¡Es extremadamente moderada la reacción de la policía! La policía de Hong Kong corre bastante bien y rápido, creó cordones humanos, hizo fulgar muchas luces y esporádicamente usó gas pimienta. Los policías se defendían cuando los atacaban pero, ¿son violentos?
Si comparamos las acciones de la policía local con la de París, todo es cortesía y blandura. Casi nunca utilizan balas de gomas, el gas lacrimógeno es “honesto” y no se mezclan con químicos mortales, como en muchos otros lugares, y se administra en dosis pequeñas. No hay cañones de agua que escupen líquido lleno de orina y excremento, como en muchas otras ciudades del mundo. Créanme, soy un experto en gas lacrimógeno. En Estambul, durante la toma del parque Gezi, los manifestantes tuvieron que utilizar máscaras, incluyéndome, de otra forma te desmayabas y terminabas en el hospital. La gente también se desmaya en París. Nadie se desmaya aquí, esto es más leve.
En lo que respecta al “otro lado”, el nivel de violencia de los manifestantes es extrema. Ellos paralizan la ciudad arruinando millones de vidas. El número de turistas extranjeros en Hong Kong descendió en un 40%; La recepción en el Mandarin Oriental Hotel, que está justo a lado de las contiendas dominicales, me dijo que la mayoría de las habitaciones ahora están vacías, y durante los «eventos», el hotel está aislado del mundo.
¿Qué hay de sus exigencias vende-patria? ¿Podría aceptarse esto en cualquier parte del mundo? ¿Ondeando banderas de un país extranjero (en este caso Estados Unidos) y exigiendo su intervención?
Los “líderes activistas a favor de la democracia” de Hong Kong, como Joshua Wong, están claramente confabulados con los gobiernos y los intereses occidentales. Él y otros más están difundiendo constantemente lo que en cualquier otro lugar se denominaría como noticias falsas. Por ejemplo, «Mi ciudad es la nueva Berlín de la Guerra Fría», declaró hace poco. Sí, tal vez, pero no por el gobierno de Hong Kong, sino por sus propias acciones y las acciones de personas como él.
La cobertura de los eventos por parte de los medios de comunicación occidentales es claramente selectiva y eso reblandece la situación. En realidad, muchos medios de comunicación de Europa y Norteamérica están «echando leña al fuego», alientan a los manifestantes, mientras exageran las acciones de la policía local. ¡Estoy monitoreando y filmando su trabajo, y lo que veo es indignante!
Estoy escribiendo este reportaje en el Centro Tai Kwun. Ahora es un complejo de arte reconocido mundialmente (del “nuevo Hong Kong chino”), solía ser la Estación Central de Policía durante la ocupación británica así como también el llamado Victoria Prison Compound.
El señor Edmond, quien trabaja en el centro, explica:
“Si hubiera un referéndum ahora, los llamados manifestantes no ganarían, ellos perderían. Este es un problema interno de China, y debe tratarse como tal. Una continuación de los eventos de 2014. Lo que cambió esta vez es que los manifestantes ahora están optando por la violencia extrema. La gente de Hong Kong tiene miedo; miedo de ellos, no de las autoridades.
Aquí, los prisioneros fueron confinados y ejecutados durante el dominio británico. No muy lejos de aquí, los monstruosos barrios marginales albergaban a los súbditos privados de la reina. Después de que los británicos se fueron, esos barrios marginales se convirtieron en parques públicos.
La vida en Hong Kong mejoró. No tan rápido como en los vecinos Shenzhen o Guangzhou, pero mejoró. La razón por la que Hong Kong está siendo «dejado atrás» es por sus leyes, reglas y regulaciones anticuadas de la época británica, además la razón su sistema extremo capitalista es por motivos de «muy poco de Beijing», no «por causa demasiado Beijing «.
Estos hooligans van en contra de los intereses de su propio pueblo, y su propio pueblo ahora los está maldiciendo. Aún no en voz alta, ya que los manifestantes tienen garrotes y barras de hierro, pero los maldicen.
Los medios occidentales eligen no escuchar estas maldiciones. Pero China lo sabe, los escucha. También escucho puedo escuchar al pueblo de Hong Kong.
Las maldiciones de China son aterradoras y poderosas. No se Evaporan en el aire.
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[Primera edición de RT– Russia Today]
Andre Vltchek es un filósofo, novelista, cineasta y periodista de investigación. Ha cubierto guerras y conflictos en docenas de países. Cuatro de sus últimos libros son “China y la civilización ecológica” con John B. Cobb, Jr., “Optimismo revolucionario”, “Nihilismo occidental”, la novela revolucionaria «Aurora«, y la obra de no ficción política más vendida: «Exponiendo mentiras del imperio«. Vea sus otros libros aquí. Vea “Rwanda Gambit”, su innovador documental sobre Ruanda y DRCongo, y finalmente, su película /diálogo con Noam Chomsky «Sobre el terrorismo occidental«. Vltchek actualmente reside en el este de Asia y Medio Oriente, y continúa trabajando en todo el mundo. Se le puede contactar a través de su sitio web y su Twitter. Su Patreon
Traducción del inglés por Erika Rodriguez