por Vanina P. Santarceri
Al nacer, desde el punto de vista biológico heredamos un bagaje de material genético de nuestros ancestros que nos condiciona. Seremos bajos, altos, morenos, rubios, insulinodependientes, atléticos, minusválidos, delgados, etc.
Desde el punto de vista espacio-temporal, seremos pre-victorianos, chinos contemporáneos, españoles medievales, argentinos… Y dentro de ese subconjunto, podremos ser también londinenses, hongkongeses, andalucenses, chaqueños… Cada escenario espacio-temporal implica una idiosincrasia cultural particular que, a su vez, determinará los condicionantes culturales que nos influenciarán. En primera instancia el idioma que heredaremos y aprehenderemos, utilizándolo para comunicarnos con el mundo exterior. En segunda instancia las costumbres a las que tendremos que ajustarnos: hacer nuestras necesidades en el toilette, cubrir nuestros cuerpos con algún tipo de vestimenta, saludar a los vecinos cuando pasamos por su lado… Vamos integrando todo ello de manera holística, de forma tal que automáticamente buscaremos un toilette cuando la necesidad apremie, nos causará extrañeza ver a otro Ser Humano corriendo por los bosques en tarlipes, diremos “buenos días / buenas tardes / buenas noches” al cruzarnos con algún coterráneo, y así siguiendo.
Continuando la estadía en este mundo humano, iremos a la escuela donde aprenderemos conceptos culturales, científicos, históricos y sociales decantados en milenios de aprendizaje, descubrimientos, ensayos de prueba y error, luchas, vaivenes políticos y teorías pedagógicas. Una suerte de síntesis del saber humano se intenta traspasar a las nuevas generaciones a través de maestros y profesores quienes, a su vez, en su momento recibieron su correspondiente síntesis que luego decantaron en su posterior tarea docente, quizá incluso añadiendo valiosos aportes a su materia.
Traspasemos lo dicho hasta aquí a un escenario más ó menos real: de niños, nuestros padres nos visten con ropas. Esas ropas han surgido en un remotísimo pasado, cuando nuestros ancestros se enfrentaron a la necesidad de cubrir sus cuerpos con elementos externos quizá como forma de paliar las inclemencias del entorno natural. Allí surgió la respuesta: utilizando pieles de animales, luego creando y perfeccionando la técnica del tejido de diversos materiales, las tinturas, los cortes, las modas. Seguimos con la Historia y la revolución industrial, las fábricas textiles, las fibras sintéticas, los estampados y los anteojitos Lennon (esta es una broma interna, nobleza obliga). Y de todo ese cúmulo de historia, guerras, descubrimientos, ciencia, cultura, moda, economía y geopolítica, decantan las ropitas que nuestros padres ven en un escaparate y con las cuales deciden cubrirnos.
Entonces, pues, al fin obtenemos nuestro Título de Grado. Salimos airosos, repletos de harina, huevo y vaya uno a saber qué, con nuestro Título al hombro. Henchidos de orgullo por este, NUESTRO logro. Bien: el lugar físico donde cursamos nuestros estudios fue construido por otra gente.
El diseño del edificio responde a cánones arquitectónicos que se remontan quizá a la época de la antigua Grecia. Allí solo, tenemos al menos unos 3.500 años de historia acumulada en: arquitectura, ingeniería, matemática, física, mampostería, tintes, carpintería, minería, fundición y arte, sintetizada en las personas que diseñaron el edificio y las que luego lo construyeron. En nada contribuimos nosotros.
Los contenidos del plan de estudios responde a, también, milenios acumulados no sólo en el traspaso del conocimiento propiamente dicho (ej: matemáticas) sino al aprendizaje obtenido luego de décadas de formación profesional. Los mismos profesionales pulen, agregan, cambian, descubren y aportan elementos en su campo que, recíprocamente, modifica las currículas respectivas. Y todo ese bagaje de conocimiento sintetizado en un plan de estudios, fue construyéndose peldaño a peldaño por miles y miles de Seres Humanos que aportaron algo en su época. No importa el impacto del aporte (ya sea algo simpático y previsible como el Teorema de Bolzano1 ó la revolucionaria Teoría de la Relatividad): cada uno de ellos aportó su grano de arena que, ó bien conformando cimientos ó bien sirviendo como material de discusión que disparó ulteriores hallazgos, fue dando forma a la disciplina que hoy conocemos. Aquí tampoco ninguno de nosotros tuvo ningún aporte.
Sumemos ahora el campo pedagógico: milenios de traspasar conocimiento utilizando variadas técnicas, miles de trabajos de campo, teorías de todo tipo, decantadas en una que utiliza la Universidad a la que asistimos.
Abriendo aún más el panorama, tenemos: la gente que se encargaba de limpiar aulas, cestos de basura, baños; la gente que atendía la cafetería; Gutemberg y su revolución, que nos permitió obtener fácil acceso al conocimiento impreso; los miles de científicos y mecánicos que trabajaron para crear vehículos, que utilizamos para trasladarnos desde y hacia la Universidad; los que trabajan en la actividad agropecuaria, que producían los alimentos que fácilmente obteníamos en cualquier supermercado; las fábricas de celulosa y todo su bagaje histórico-técnico a cuestas, que nos facilitó los cuadernos con los que tomábamos apuntes, junto con las BIC y su también historia a cuestas; y así siguiendo en un casi interminable bagaje de Seres Humanos aportando su grano de arena en la construcción de Nuestra carrera profesional.
Si no lo ves, pensá un minuto: qué habría pasado si hubieras tenido que idear y construir tus propios cuadernos, tus propios elementos de escritura, llevar tu propio banco a cuestas, trasladarte por un medio creado por vos, cultivar tu propio alimento, descubrir tu propia carrera… desde cero? Cuál es realmente el porcentaje que te corresponde en la obtención de tu Título? Y cuánto le debés a esos cientos de miles de Humanos anónimos ó conocidos, históricos y actuales, que hicieron posible que hoy tengas una carrera?
El orgullo que hoy sentís por ella, debería ser en parte por haber sido capaz de realizar el esfuerzo de lograrla y en parte por todo el conjunto humano que la hizo posible.
Bibliografía y Notas:
(1) Lo indico por el Teorema en sí no por su autor, Bernard Bolzano, a modo de ejemplo de un aparente ínfimo aporte ya que el mismo ayuda a probar teorías mucho más complejas.