A raíz de una hermosa iniciativa: «Paesaggi Kosovari 1998-2018» [Paisajes Kosovares], Sala Comunitaria Valdese, Florencia, 14 de septiembre de 2019

Veinte años después del comienzo de la agresión de la OTAN contra Serbia (marzo-junio de 1999) y más de diez desde la proclamación unilateral de la independencia de Kosovo (17 de febrero de 2008), resulta sorprendentemente de actualidad el tema del reconocimiento internacional del «más joven Estado de Europa» y, en el contexto de esta situación, la cuestión de la legitimidad internacional de la llamada «República de Kosovo», y una serie de otras cuestiones legales y políticas colaterales, no insignificantes. Hasta ahora, confinado a los ámbitos de los trabajadores de diplomacia internacional y operadores más directamente involucrados en el lado de los Balcanes, el tema del reconocimiento de Kosovo ha explotado (re-explotado) en toda su relevancia la semana pasada, cuando, en ocasión de su visita oficial a Belgrado, el presidente de la República Checa, Miloš Zeman, dijo que estaba «complacido de que el ministro de defensa, Lubomir Metnar, afirmara que fue un error reconocer a Kosovo» y recargó  la dosis agregando estar preparado para comprometerse a plantear la cuestión de la posible revocación del reconocimiento de la independencia de Kosovo por parte de la República Checa.

No ajeno a las declaraciones fuertes destinadas a tener un eco en los medios, Miloš Zeman es sin duda una de las figuras más controversiales en la escena política de los países de Europa Central y Oriental. Comunista, socialdemócrata y, finalmente, fundador y líder del SPO, el Partido de los Derechos Civiles, en la línea de las plataformas cívicas de los movimientos posteriores al 89, es una expresión típica de la mezcla entre patriotismo y populismo de izquierda, capaz de alternar aperturas sobre cuestiones económicas y sociales y cierres netos sobre cuestiones de inmigración, orientación «occidental» sólida y aperturas y entendimientos hacia Rusia y el llamado «mundo eslavo». No es sorprendente que, en 2016, el New York Times lo retratara como un «populista de izquierda» y, ni siquiera dos años después, The Guardian lo describiera como un exponente político de la «extrema derecha».

Sus posiciones públicas sobre la antigua cuestión kosovar no son nuevas ni raras: en 2013 describió a Kosovo como un «régimen terrorista financiado por el narcotráfico»; en 2014 se expresó en contra de la transformación de la fuerza de seguridad de Kosovo (una especie de policía militar) en un verdadero ejército de Kosovo; al mismo tiempo, comparó esta formación con el ELK, el Ejército de Liberación de Kosovo, la guerra de guerrillas separatista albanesa de Kosovo de la segunda mitad de la década de 1990 y luego de la Guerra de Kosovo (1999). Sin embargo, la más reciente de estas sobre el reconocimiento del «Estado de Kosovo» ha tenido, por lo menos, el efecto de replantear la pregunta: ¿puede un Estado «repensar»-reconsiderar y posiblemente retirar un reconocimiento formal ya atribuido?

El «estado» de Kosovo se inscribe hoy dentro de los dos marcos legales actualmente vigentes: la Resolución 1244 de 1999 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que reafirma la soberanía y la integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia, hoy Serbia, y prescribe, para Kosovo, no independencia, sino «autonomía sustancial y autoadministración significativa»; y la Opinión Consultiva del 22 de julio de 2010 de la Corte Internacional de Justicia que reconoció que, en sí misma, la declaración de independencia de Kosovo no viola el derecho internacional. Actualmente, 112 de 193 Estados miembros de las Naciones Unidas reconocen a Kosovo: no tiene un asiento en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ni está reconocido por la Unión Europea, en la que, de hecho, cinco países miembros no lo reconocen (España, Rumania, Eslovaquia, Grecia y Chipre). Por otro lado, en menos de tres años, entre 2017 y hoy, quince países han retirado su reconocimiento de Kosovo; y la reciente declaración de Zeman encaja perfectamente con esta tendencia diplomática.

Entonces ¿Se puede hacer? ¿Puede un Estado «pensar de nuevo»? En efecto, un estado pasa de una situación «de facto» a una situación «de jure» cuando, además de ejercer el gobierno sobre un territorio habitado por una población y tener sus propias instituciones y administraciones, también está dotado de una subjetividad jurídica internacional y, por lo tanto, reconocido como un Estado por otros Estados, en el contexto de la comunidad de Estados (y no solo de los Estados) que, en su sentido más amplio, es, de hecho, la comunidad internacional. El reconocimiento de un Estado es una expresión típica de la voluntad soberana de un Estado y es, entre otras cosas, un acto político unilateral no sujeto a obligaciones legales específicas: al mismo tiempo, es posible reconocer a un Estado y decidir no establecer relaciones diplomáticas oficiales o, por el contrario, mantener contactos sin lograr el reconocimiento oficial. También en este aspecto hay una «declinación balcánica». En 2012, un acuerdo entre Belgrado y Prishtina, en el contexto del diálogo bilateral mediado por la UE, para la resolución de cuestiones relacionadas con el estatus y para el progreso de las relaciones entre las dos «capitales», dirigido a regular las formas en que Kosovo puede participar en cumbres regionales, firmar acuerdos e intervenir en su propio nombre en estos foros, estableció que el «nombre a usar» es «Kosovo*», donde el asterisco se refiere a una nota que aclara la posición internacional: «Esta denominación no implica una posición de Estado y se encuentra en consonancia con la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de 1999 y la Opinión de la Corte Internacional de Justicia en 2010 sobre la declaración de independencia de Kosovo». Se debate la cuestión de si esta voluntad soberana podría ir tan lejos como para retirar un reconocimiento ya otorgado. Además, quince países ya se han manifestado en esta dirección. Y de esta manera vuelven a proponer la antigua y urgente cuestión: dar espacio a la política y la diplomacia, para finalmente construir un Kosovo de todos y todas y para todos y todas.


Traducción del italiano por Melina Miketta