Los vientos políticos soplan en distintas direcciones, aunque por momentos van en una única dirección. Actualmente se observa un ascenso de los populismos de derecha, que algunos denominan neofascismos, expresión que me resisto a utilizar por no tener claro su significado.
Sin embargo, hay signos en sentido contrario que dan cuenta de una reacción, una suerte de despertar en curso. Veamos algunos de estos casos.
Tenemos a Trump, un presidente que nadie imaginó que llegaría a ser elegido en los Estados Unidos de Norteamérica. Ascendió bajo el lema de volver a hacer grande al país con un discurso xenófobo, guerrero, y que gobierna a punta de amenazas, twitts, rodeado de halcones, se da el lujo de defenestrar de un día para otro a sus colaboradores, sin expresión de causa, y se las da de hacer lo que se le antoja. Su conducta, su comportamiento, es el que en Chile se conoce como del clásico patrón de fundo. Y no pocos le siguen. Desde que llegó a la presidencia ha estado bajo la amenaza del “impeachment” –la destitución- como consecuencia de la trama rusa, esto es, la filtración de información desde el Kremlin en torno a su rival en la contienda electoral, Hillary Clinton, con miras a perjudicarla. Ahora el impeachment se ha concretado por otro hecho de similar tenor. Una llamada al presidente de Ucrania para obtener información que perjudicara a quien se visualiza como su contendor en la próxima elección presidencial. Es la gota que rebalsó el vaso. No será fácil que se le destituya, pero lo expuesto es una clara y positiva señal de la resistencia en torno a una manera de mirar el mundo.
Otro caso es el de Bolsonaro, cuyo comportamiento en todos los planos está siendo fuertemente cuestionado mundialmente y en su propio país. Su popularidad, basado en un rancio anticomunismo absolutamente desfasado en el tiempo, se encuentra en rápido y franco descenso difícilmente reversible. Su concepción de soberanía entendida como que puede hacer lo que quiera en el Amazonas, así como en el plano de los derechos humanos y de actuaciones policiales y militares, está empezando a ser debatida y rechazada por los propios brasileños.
En el Reino Unido, el nuevo primer ministro Johnson, convencido también que podía hacer lo que quiere, suspendió el parlamento británico para poder dar curso, por las buenas o por las malas, al brexit –la salida de la Unión Europea-. Suspensión que fue anulada por el Supremo británico y el parlamento reactivado. En el interín, las huestes conservadoras han sufrido no pocas escisiones debilitando a Johnson, forzándolo a negociar el brexit con la Unión Europea, a lo que se resiste. Su lógica es similar a la de Trump. Juega al todo o nada, visualizando la política como una guerra por medios distintos a las armas convencionales.
En Argentina, Macri lleva todas las de perder en las próximas elecciones luego de haber sido aventajado en las primarias a pesar que dentro de la dupla opositora se encontraba su predecesora, Cristina. Los argentinos parecen decididos a darle la espalda a Macri, quien habiendo recibido un país desendeudado, lo deja endeudado hasta más arriba de la coronilla con sus políticas neoliberales.
Otro caso interesante es el de Italia, donde Savini, primer ministro de un gobierno de coalición, otro xenófobo populista, de derechas, luego de patear el tablero con su renuncia para provocar elecciones anticipadas, ve frustradas sus expectativas al conformarse un nuevo gobierno sin su presencia.
En España, las derechas están al acecho, frente a un PSOE que se resiste a gobernar con Unidas Podemos, cuyas exigencias no le parecen aceptables. El país está siendo convocado a nuevas elecciones. El paso del bipartidismo al multipartidismo dificulta la conformación de gobiernos constituidos por partidos que no se toleran mayormente. Lo mismo parece darse en Uruguay y Bolivia donde en los próximos meses el electorado está llamado a pronunciarse.
En todo caso, y esto vale tanto para las derechas como para las izquierdas, los llamados a la unidad no tienen ningún valor si no hay un objetivo común y un camino compartido para su logro.
A nivel global, el fenómeno o huracán Greta, está dando que hablar rompiendo esquemas con la denuncia de la crisis ambiental o climática y la necesidad de actuar de inmediato para evitar el apocalipsis. El llamado de Greta, desde el mundo de los niños al de los adultos, es respaldado desde los científicos y por el sentido común. No obstante, no faltan quienes se ven tentados a atacar al mensajero y difundir tales degradaciones por las redes sociales insinuando oscuros intereses tras el llamado. Me pregunto: ¿cuál es el mal que promueve Greta?
Por el contrario, quienes la atacan evidentemente defienden sus propios intereses.