Trump rechaza el multilateralismo en favor de la presencia imperial de Estados Unidos en el mundo. En su primer día de gobierno, abandonó el Acuerdo de Asociación Transpacífico. Luego, vino el rechazo del acuerdo de París contra el cambio climático, el abandono de la Unesco, el término al acuerdo nuclear con Irán, la parálisis del G20, el cuestionamiento, a los entendimientos migratorios, las amenazas al NAFTA y por cierto el intento de subordinar económicamente a China.
Para el poeta inglés, Samuel Johnson, el patriotismo es el último refugio de los canallas porque envía a los hombres a la muerte y los ciega en defensa de un poder arbitrario. En el siglo XX, en nombre del patriotismo y de la razón de Estado, se desplegó el odio y la barbarie y ahora se vuelve a apelar a él para derribar puentes entre los seres humanos. Para Jorge Luis Borges: “Ser cosmopolita no significa ser indiferente a un país, y ser sensible a otros. Significa la generosa ambición de querer ser sensible a todos los países y a todas las épocas; es el deseo de eternidad…”
Pues bien, el presidente Donald Trump en su discurso ante la reciente Asamblea General de Naciones Unidas rechaza “el globalismo” y se declara orgulloso de su “patriotismo”, porque con “esta doctrina” dice defender la soberanía de los Estados Unidos. Es el discurso de un canalla. Greta Thunberg, en cambio, encabeza un movimiento global en defensa del calentamiento de la tierra. Es cosmopolita porque, al igual que Borges, es sensible a todos los países y a todas las épocas ya que “se están muriendo los ecosistemas y estamos a las puertas de una extinción masiva”. Es el discurso de una humanista, defensora de la vida.
Trump rechaza el multilateralismo en favor de la presencia imperial de Estados Unidos en el mundo. En su primer día de gobierno, abandonó el Acuerdo de Asociación Transpacífico. Luego, vino el rechazo del acuerdo de París contra el cambio climático, el abandono de la Unesco, el término al acuerdo nuclear con Irán, la parálisis del G20, el cuestionamiento, a los entendimientos migratorios, las amenazas al NAFTA y por cierto el intento de subordinar económicamente a China.
En la reciente sesión plenaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Estados Unidos persistió en su rechazo al multilateralismo y al derecho internacional. Dijo, con su soberbia acostumbrada: “Nunca someteremos la soberanía de Estados Unidos a una burocracia global no elegida y no obligada a responder por sus actos. Estados Unidos es gobernado por los estadounidenses. Rechazamos la ideología de la globalización y abrazamos la doctrina del patriotismo”.
Sin embargo, Trump no se atrevió en la Asamblea General a reiterar sus dichos contra el calentamiento global, aunque lo considera una sandez. Greta Thunberg lo opacó completamente y no dijo una palabra sobre asuntos medioambientales.
El emocionante discurso de Greta llamó la atención del mundo entero. Acusó a los líderes políticos de mirar para otro lado y de pensar únicamente en el dinero, mientras cuatro millones de estudiantes marchaban en protesta contra el calentamiento global por varias ciudades del planeta.
El presidente Piñera, en su discurso en Naciones Unidas, hizo bien en cuestionar la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero haría mejor en suscribir, de una vez por todas, el acuerdo de Escazú, sobre medio ambiente y derechos humanos. Chile cometió un grave error al no firmarlo en su momento y no resulta aceptable el argumento que es necesario revisar asuntos de soberanía. El presidente sabe muy bien que todos los acuerdos internacionales significan delegación de soberanía. Lo es con los tratados comerciales y por cierto también con el compromiso multilateral de Escazú.
Por otra parte, a escasas semanas de la COP 25 en Chile, si el presidente Piñera desea mostrar un verdadero liderazgo en el ámbito medioambiental tendrá que decidirse a descarbonizar la matriz eléctrica al año 2030 y aprovechar plenamente nuestras potencialidades en solares y eólicas. En los difíciles momentos que vive el planeta no es posible doblegarse ante la energía de carbón.
Chile y su gobierno deben estar firmes junto a la propuesta humanitaria y cosmopolita de Greta Thunberg y rechazar rotundamente el comportamiento unilateral, imperial y canalla de Donald Trump. La COP 25 será una prueba decisiva