Escribe: Víctor Ramos
No existe mejor manera que homenajear en imágenes fílmicas el devenir de la vida de un poeta peruano tan efímero como fue Javier Heraud. Sus cortos años de existencia podrán ser visitados de ahora en adelante, pues Javier Corcuera nos ha dejado un documental que acompaña la trayectoria del poeta, desde su poesía y el afecto fraterno que supo tejer con amistades cercanas.
En este documental, seguimos el viaje de Ariarca Otero, sobrina-nieta de Javier Heraud, quien busca aclarar la figura nebulosa del poeta. Empleamos la palabra “viaje” porque vamos a acompañar a la sobrina-nieta en remover las historias privadas desde el testimonio y el archivo personal. En el primer caso, será la memoria que cada entrevistado(a) irá evocando, conforme se planteen las preguntas de Ariarca, la cual nos servirá como guía en este recorrido por la vida de Javier Heraud.
Allí tenemos algunas presencias como las de los poetas Arturo Corcuera (padre del director) y Leoncio Bueno, o también Adela Tarnawiecki (único amor del poeta, con quien mantendrá correspondencia hasta sus últimos días), quienes irán dibujando las distintas facetas que asumió Javier, desde la época estudiantil, hasta sus últimos días, cuando asume la praxis de la ideología. El único testimonio que ralentiza el tono del documental es el de Héctor Béjar, quien más que centrarse en Heraud, nos recarga de más datos contextuales, disminuyendo un poco el ritmo en el que se estaba narrando. Sin embargo, esto no impide que el hilo narrativo decaiga, pues el humor de las anécdotas sopesa aquellos pasajes un poco tediosos.
Decíamos que las voces testimoniales reconstruyen la relación personal que tuvo el poeta, pero también es meritorio la otra fuente desde donde se construye la propuesta del documental: el archivo personal, en el cual hallamos, por ejemplo, fotos, cartas y objetos personales, así como también grabaciones fílmicas inéditas, lo cual es meritorio destacar. Estos elementos crean esa atmósfera íntima del Javier Heraud que habitaba detrás de las fotos, equilibrando y mostrando que los ideales que perseguía también están cubiertos de una humanidad que trasciende el ambiente privado, y que corresponde también al orden social y, por lo tanto, universal.
Por el lado técnico, Corcuera recurre a una fórmula bien manejada como son los planos abiertos para enmarcar los espacios naturales; los planos enteros en los encuentros entre Ariarca y los amigos de su tío-abuelo, así como también los primeros planos con los objetos personales que empleó el poeta, y finalmente grandes primeros planos para enfocar la letra de las cartas de Javier Heraud, creando una cercanía con las huellas que dejó en vida.
De esta manera, tenemos un documental que guarda una fidelidad con el registro que el poeta hubiera querido expresar cinematográficamente, sirviéndose de los diálogos en tono testimonial y los archivos fotográficos, pero también de escenas intermedias, en las cuales, por ejemplo, una voz en off recita sus versos, y que, gracias al montaje utilizado, puede ser acompañado por encuadres del intermitente fluir del río, logrando darle vida a su poesía.