por Shola Lawal
Cuando Mariatu Kalokoh descubrió que estaba embarazada supo que su juventud había acabado. Con solo 15 años y a solo un año de graduarse de la escuela secundaria, Mariatu pensó en abortar. Pero en Sierra Leona la interrupción del embarazo es ilegal y sus amigas íntimas le aconsejaron que no arriesgara así su vida.
Por eso decidió dar a luz. Su madre le echó de casa y sus compañeros de clase se negaban a sentarse a su lado. Fue demasiado para ella. “Sentía vergüenza y dejé de ir a clase”, explica la joven de 20 años cuya hija tiene ahora cinco años.
En Sierra Leona hay decenas de miles de chicas como Mariatu. Desde 2015, cualquier adolescente que se quede embarazada tiene prohibido asistir a la escuela o presentarse a los exámenes. El gobierno alega que esta medida protege a las adolescentes impresionables de seguir los pasos de sus ’díscolas’ compañeras; los activistas aseguran por su parte que dicha medida constituye una violación de sus derechos humanos.
El año pasado, Equality Now, la ONG internacional que lucha por los derechos de las mujeres y las niñas en todo el mundo, se unió a las organizaciones locales Child Welfare Society y la Women Against Violence and Exploitation Society (WAVES) para demandar a Sierra Leona por dicha prohibición ante el tribunal de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), ubicado en Nigeria. En junio, el tribunal celebró la audiencia y se espera que dicte sentencia en noviembre.
“Presentamos la demanda alegando que la prohibición discrimina y viola los derechos de las adolescentes”, explica a Equal Times la responsable del programa de Equality Now Naitore Nyamu.
“Prohibir a las adolescentes que vayan a la escuela no solo les priva de su derecho a la educación, sino también de muchos otros derechos”. Los ministerios de Género y Educación de Sierra Leona no respondieron a nuestra solicitud de una entrevista.
Aunque la medida en cuestión la promovió un gobierno anterior, los activistas están decepcionados porque el actual presidente, Julius Maada Bio, no ha revocado la prohibición. Desde que juró su cargo el pasado abril, el presidente Bio ha abogado firmemente por la protección de las adolescentes. En febrero de 2019 declaró las violaciones como ‘una emergencia nacional’ y se comprometió a reforzar las leyes para castigar a los culpables de la violencia sexual.
Asimismo, su gobierno anunció que impondría la educación gratuita para todos y todas con el objetivo de reducir las altas tasas de abandono escolar. Sin embargo, el presidente Bio permanece impasible y todavía no ha revocado la prohibición que discrimina a las adolescentes embarazadas. Aunque existen pocos datos sobre el tema, la organización Equality Now calcula que decenas de miles de adolescentes se están viendo afectadas por la medida.
Un amargo legado
Sierra Leona es un pequeño país de África occidental con una población de aproximadamente 7,5 millones de personas y una de las tasas de embarazos adolescentes más altas del mundo. Según cálculos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU), la probabilidad de que una mujer de entre 15 y 19 años se haya quedado embarazada es alta: un 28% de las jóvenes en esa franja de edad lo ha estado al menos una vez.
El número de adolescentes embarazadas en Sierra Leona se disparó tras la crisis del ébola de 2014 en África occidental, que provocó la muerte de más de 11.000 personas en la región, incluidas unas 4.000 en Sierra Leona. Muchas niñas quedaron huérfanas a causa del virus, lo cual las dejó vulnerables y expuestas a la explotación y los abusos sexuales de parientes e incluso a veces de sus propios maestros. El FPNU asegura que alrededor de 14.000 adolescentes quedaron embarazadas durante el período del ébola, algunas de ellas como resultado del comercio sexual, pero muchas otras a causa de una violación. Las mujeres y las niñas en Sierra Leona se enfrentan a unos niveles altísimos de violencia sexual, un legado del uso de la violación como arma durante la cruenta guerra civil que asoló el país entre 1991 y 2002. Algunas jóvenes incluso acaban casándose con sus violadores, ya que los embarazos fuera del matrimonio siguen siendo un gran tabú.
Según Rainbo Initiative, una ONG local que ofrece asistencia gratuita a las supervivientes de la violencia sexual y de género, en 2017 se denunciaron unos 4.000 casos de violación. El año pasado dicha cifra se duplicó, nos cuenta el director de Rainbo Daniel Kettor, debido principalmente a que cada vez más mujeres y niñas se atreven a denunciar sus casos. Daniel atribuye este hecho en parte al impacto que ha tenido el trabajo de la ONG sobre el tema, pero también a la confianza que deposita la gente en la administración del Gobierno del presidente Bio.
La mayor parte de las adolescentes afectadas por la prohibición provienen de familias de bajos recursos. Según nos explica Naitore, como no les dejan asistir a las clases ni presentarse a los exámenes les están castigando injustamente cuando, en la mayoría de los casos, en realidad las víctimas son ellas.
Mariatu, por ejemplo, proviene de un hogar pobre. El chico que la dejó embarazada le dio dinero para comprar los libros de texto y el almuerzo en la escuela. Debido a las relaciones de poder desiguales que se dan en la patriarcal Sierra Leona, los chicos ofrecen a las chicas dinero, pero las chicas solo pueden ofrecer lo único que sienten que les pertenece: sus cuerpos. Sin embargo, lo que hace que las consecuencias del sexo adolescente sean tan devastadoras es la grave falta de educación sexual, tanto en la escuela como en casa.
“Eso es algo que los padres no hacen”, explica Rugiatu Sillah, coordinadora de la Girl Child Network, una ONG local que lucha por los derechos de la infancia. Rugiatu trabaja con adolescentes en Lunsar, una población minera situada al este de Freetown donde abundan los embarazos adolescentes, pues alberga numerosas escuelas populares llenas de mujeres adolescentes y negocios relacionados con la minería donde trabajan hombres jóvenes.
Sin embargo, los padres en la conservadora Sierra Leona no suelen querer enfrentarse a la realidad de que sus hijos sienten curiosidad por el sexo. Hablar con los jóvenes sobre anticonceptivos es un tabú y cuando los padres intentan educar a sus hijos suelen explicarles el tema con metáforas simplificadas. “Dicen cosas como: ‘Si tomas a Sorie y lo pones en Isatu, sale un bebé”, imita Sillah en krio, el idioma nacional de Sierra Leona (Sorie e Isatu son nombres de hombre y mujer que se usan para referirse a los órganos sexuales masculino y femenino).
¿Cómo afecta la prohibición a las adolescentes?
Sierra Leona no es el único país africano que ha prohibido la educación de adolescentes embarazadas. Guinea Ecuatorial y Burundi tienen políticas parecidas y hace dos años el presidente John Magafuli aplicó una medida similar en Tanzania que incluso llegó a prohibirles volver a la escuela en el futuro.
Sin embargo, Anita Koroma, la directora nacional de la Girl Child Network, afirma que la prohibición no solo es discriminatoria, sino que de hecho es innecesaria: “Las chicas ya sienten demasiada vergüenza como para volver a la escuela en su estado”, explica.
Las que, como Mariatu, deciden tener el niño se enfrentan a enormes riesgos: Sierra Leona es el país del mundo más peligroso para dar a luz, según UNICEF, con un 46% de muertes de adolescentes debido a complicaciones en el parto.
La falta de trabajadores de la salud cualificados y la mala infraestructura sanitaria también contribuyen a las altas tasas de mortalidad derivadas de la maternidad. Con o sin prohibición, la vida ya es increíblemente dura para las adolescentes embarazadas.
Entonces, ¿qué se puede hacer para abordar este asunto? Según Anita, lo que necesitan las niñas (y los niños) es una educación sexual integral en la escuela. Para ello, ya se han incluido mejoras en un documento de 2018 para poner en práctica la estrategia nacional para reducir el embarazo adolescente y mejorar la salud infantil. Sin embargo, la laxa aplicación de las leyes y las malas políticas constituyen un problema importante. Mientras tanto hay que apoyar a las madres adolescentes. “Queremos que el gobierno revoque la prohibición y deje a las niñas en paz, porque no se sienten libres. Sienten que han decepcionado a sus compañeros”, declara Anita.
Algunos activistas están reivindicando soluciones prácticas; es decir, soluciones que tengan en cuenta el hecho de que las chicas en Sierra Leona consideran el embarazo adolescente como la máxima expresión de la inmoralidad. La idea de una chica embarazada sentada en un aula es ofensiva para muchos, explica a Equal Times la activista de los derechos de la mujer Alimatu Dimonekene.
Asimismo nos asegura que financia personalmente la educación de varias madres adolescentes, pero reconoce que la mayoría de la gente tardará bastante tiempo en aceptar a las embarazadas en la escuela. “El estigma que supone ser una niña es increíble. No hace mucho tiempo casaban a las niñas de 12 años. Poco a poco tenemos que hacer entender al gobierno y a la sociedad la realidad de lo que las normas modernas nos enseñan. Es una situación compleja, pero podemos encontrar un equilibrio”, asegura la activista.
Centros especiales para adolescentes embarazadas
El equilibrio para el gobierno de Sierra Leona es parcial. Lo único que ofrece son centros especiales para adolescentes embarazadas. El programa de vuelta a las aulas para madres adolescentes se puso en marcha en 2015 y lo financian el Ministerio de Desarrollo Internacional británico (DFID), las Naciones Unidas y el Ministerio de Educación de Sierra Leona. El plan de estudios de estas escuelas especiales incluye tutorías personales y un período de estudio de dos horas tres días a la semana.
Para Kadiatu Turay (nombre ficticio), de 17 años, el centro ofrece a las jóvenes madres la oportunidad de seguir estudiando, aunque actualmente ella no está recibiendo ningún tipo de educación. Hace meses, Kadiatu abandonó sus estudios para dar a luz a su bebé. Ahora ya está preparada para seguir estudiando. Sentada en su casa de Lunsar, Kadiatu envuelve a su hijo de dos meses en una manta colorida y le acuna protectoramente. Echa de menos a sus amigas. Y especialmente añora sus clases de ciencias sociales. “Me encanta aprender cosas sobre mi país”, suspira con nostalgia.
Sin embargo, algunos activistas aseguran que los centros no ofrecen una educación adecuada a las madres adolescentes. “Sigue siendo discriminación porque como no les permiten estar con sus compañeros es como si les dijeran que son lo peor de la sociedad, como decirles que no son dignas de estar donde está la gente normal”, se queja Mariatu con rabia.
Según destaca, los horarios son inadecuados y las chicas siguen sin poder presentarse a los exámenes nacionales. Aunque las adolescentes son libres de abandonar los centros y regresar a las escuelas después de dar a luz, los trabajadores sociales aseguran que pocas lo hacen.
Se espera que el tribunal de la CEDEAO dicte sentencia sobre la demanda contra el Gobierno de Sierra Leona en noviembre. Naitore, de la organización Equality Now, es optimista y piensa que este revocará la prohibición. Pero también sabe que la lucha no acaba ahí. “Tenemos una estrategia para después del juicio, independientemente de lo que decida el tribunal. Seguiremos defendiendo los derechos de las niñas para que tengan una educación y para que todas puedan acceder a la misma”.
Ahora Mariatu se ha matriculado en otra escuela y este año se presentará a los exámenes nacionales. Regresó a la escuela después de conseguir una beca financiada por Peagie Foday (cuyo apellido de soltera era Woobay), antigua madre adolescente que trabaja para animar a las chicas embarazadas a que no abandonen los estudios. Actualmente Mariatu trabaja como camarera a tiempo parcial para financiar la educación de su hija. Quiere conseguir una licenciatura para poder trabajar en un banco.
Sin embargo, Mariatu nos cuenta que todavía le preocupan las chicas que se encuentran en la situación en que ella estaba: adolescentes que no regresan a la escuela después de dar a luz. “Presidente Bio, ocúpese de esto”, implora vehementemente. “Si no dejas que una chica vaya a la escuela pones en peligro su futuro. Gracias a su educación podrá cuidar de su hijo y conseguir un buen trabajo. Será independiente”.
Este artículo ha sido traducido del inglés.
Información adicional por Sallu Kamuskay.
Publicado originalmente en Equal Times