Por Andrés Figueroa Cornejo
“Necesitamos de todo”, dice la señora María Soledad, mientras un filo de sol que atraviesa un toldo de plástico le araña la cara. Ella participa desde el primero de septiembre en la toma de terreno Violeta Parra de la comuna de Cerro Navia, en la periferia de Santiago de Chile. Junto a la señora María Soledad, 400 familias ocuparon un paño de tierra del fundo Santa Elvira. Las y los dirigentes de los comités ya se han reunido con el consejo municipal de la comuna y el Servicio de Vivienda y Urbanismo, Serviu. Las instituciones pertinentes están noticiadas.
La señora María Soledad cuenta que sus padres, “igual que la mayoría de la gente de aquí, también obtuvieron sus viviendas mediante tomas de peladeros, de sitios eriazos. Así se formó la comuna de Cerro Navia”. Ella está prácticamente inválida y como buena parte de las personas sin techo de la toma, trabaja en ferias libres. Estudió para cajera, “pero nadie me contrata porque me traslado en un andador”.
Juan Caripán lucha que lucha. Es dirigente sindical, ambientalista consecuente, mapuche urbano que acompaña el proceso de autonomía y territorio de su pueblo-nación, coordinador de la ocupación Violeta Parra. Austero, franco, cálido, organizador nato, autoridad entre las clases populares que lo vieron nacer. Lector impenitente, no sabe gritar, pero su voz tranquilizadora es un manojo de convicciones blindadas. “El primer conflicto lo tuvimos con los administradores del fundo que intentaron desalojarnos por la fuerza, de manera ilegal, y la inmediata detención de algunos de nosotros, que nos sirvió para notificar de la ocupación”, narra Juan y afirma que “existen muchos comités de gente sin techo en el entorno inmediato que quieren hacerse parte de la toma. Nosotros los entendemos, por supuesto. Se trata de la Unión Comunal de allegados de Cerro Navia, que agrupa unas mil familias (4 mil personas) y un comité mapuche de unas 500 familias. Aún está por resolverse esa situación”.
-¿Y cómo va la organización interna?
“Madurando paulatinamente. Cualquier iniciativa social tiene dificultades que limar durante su propio tránsito. Por ejemplo, en asamblea, democráticamente, se determina un plan de trabajo con personas responsables. Pero ocurre muchas veces que los acuerdos se incumplen debido a irresponsabilidades personales. Entonces nos distraemos en enmendarlas.”
-¿Con quién negocian los terrenos?
“Nos interesa hacerlo con los dueños, pero ni siquiera se han aparecido. Por el momento, contamos con una mesa de trabajo con el municipio, y con el Servicio de Vivienda y Urbanismo del Estado que se ha hecho presente en algunas reuniones nuestras. Con el Serviu ya existe un plan de acuerdo de catastro y registro social de hogares, e inscripciones en el Ministerio de Vivienda. Tanto con la municipalidad como con el Serviu, hemos conversado sobre las normas formales de las postulaciones a viviendas. Es lo que puede hacerse, sabiendo siempre que no existe en Chile una política concreta de vivienda social digna.”
Juan Caripán recuerda que la comuna de Cerro Navia, “como la mayoría de la periferia santiaguina nació a partir de tomas de terreno. Y acá ya existe una tradición de ocupaciones de terreno ante la necesidad de un techo. Un poco más allá vivió el ‘Luchín’ de la canción de Víctor Jara, por ejemplo. Esta zona es histórica en la práctica comunitaria de los pobladores de conquistar por sus propios medios un sitio para vivir”.
Cansado de aplanar tierra, Yordy Hormazábal Mena trabaja en la toma para que su madre y hermano tengan una casa. “Yo viví mucho tiempo en la calle y ahora estoy en un tratamiento de rehabilitación de drogas en otra comuna. De hecho, hacer tareas en la toma me ayuda a desintoxicarme. Por eso pienso que me cambió el mundo desde que estoy aquí”.
-¿Qué necesitan?
“Apoyo en la lucha. Porque la vida me enseñó que no se consigue nada si no es peleando, protestando. Estas autoridades, esta política, este país de mierda sólo piensan en sus grandezas, jamás en nosotros”.
Va y viene la señora Yovanka Quizoz Gatica, lideresa del comité Nuevo Comienzo. Las familias están sentadas y comiendo sobre una tabla con mantel, mientras ella sale de la cocina, salpicada de aceite. “Yo estoy desde el principio, muchos meses antes de tomarnos el fundo”, aclara la señora Yovanka mientras vuelve a atarse el delantal. “Este proceso es nuevo para mí. Por eso quizás lo encuentro difícil”. Ella es madre soltera, jefa de hogar y trabaja en distintas ferias de la comuna. “Aquí somos todos de carácter diferente, tenemos distintas opiniones, pero con los vecinos solucionamos las cosas conversando”.
-¿Qué es lo que requieren de manera urgente?
“Alimentación y abarrotes, materiales para fabricar casetas, una sede. O sea, madera, clavos, martillos, serruchos. Por otro lado, aquí se ha visto que las mujeres somos más fuertes que los hombres. Las mujeres no dudamos de hacer guardia por la noche, incluso con los niños. Por todos los peligros del exterior. De hecho, nos han mandado hasta drones y helicópteros de carabineros para sobrevolar la toma. Y hacer presión es la única forma que tenemos para conseguir una vivienda. Los ahorros en plata que nos piden para recién postular a una habitación no los tenemos. Ni siquiera endeudándonos nos alcanza para iniciar la postulación. Las casas en Chile son súper caras. Y la mía me la imagino con tres dormitorios: uno para mi hijo, otro para mi hija y otro para mí. En este mismo sitio, con vecinos solidarios, respetuosos.”
Empieza a hundirse el sol en Cerro Navia, en Barrancas. Tienen que organizarse para la asamblea de la noche y resolver los turnos de guardia del terreno. Como pañuelos vibrantes, se levantan sobre las carpas banderas de Chile, del Wallmapu, de Haití. Un viejo se toma un respiro luego de martillar sin tregua sobre madera y plástico. El cielo enrojece.
(Fotografía: Tito Carreño)