Por estos días, en la zona centrosur de Chile los aromos están en flor, luciéndose con su amarillo furioso, arrebatado, cuando el sol está radiante, en todo su esplendor, todavía en pleno invierno. A pesar de los fríos que nos azotan, imposible esquivar la sonrisa frente a los aromos que buscan alegrarnos el almanaque, ya sea en los campos, caminos, o ciudades.
Me recuerdan la niñez, mi ciudad natal, Montevideo, donde por estos días también su aroma nos inundaba acompañando nuestros juegos en las plazas, parques y calles, cuando jugábamos a las bolitas, los trompos, las tapaditas con los figurines de antaño, con las pelotas de trapo.
Tanto los aromos como los árboles desnudos que se preparan para reverdecer sus laureles, convocan al optimismo en medio del frío, a resucitar, renovarnos una vez más. Es la invitación que por momentos también nos hace a nosotros mismos, a repensar lo que hacemos, aquello que queremos en medio de un mundo que parece ir a la deriva, que hostiga a la naturaleza, busca someterla, sin percatarse que al hacerlo, se está autoinfligiendo una herida mortal.
Cuando los problemas parecieran acosarnos por todos lados –la xenofobia, homofobia, inseguridad, corrupción, el pesimismo – los aromos en flor nos sorprenden y llaman al optimismo, a mirar la otra cara de la medalla. Su amarillo brillante nos fuerza a levantar la vista en medio del frío invernal, sonreír, confiar, abrirnos, abrazar, buscar puntos de encuentro, recordar que hay caminos de solución, que la naturaleza es maravillosa.
En Europa los calores son de miedo, por sobre los 40 grados Celsius, el Ártico se está derritiendo, China y USA agarrándose de las mechas, Bolsonaro afirmando que el Amazonas es suyo y que allí se podrá hacer lo que él quiera. En Chile una línea de buses opera con patente adulterada y una empresa proveedora de agua potable deja sin ese vital elemento a toda una ciudad por más de una semana debido a un error que deja al desnudo el nivel de precariedad bajo el cual opera. En Venezuela, si no fuera por la tragedia que encierra lo que se está viviendo en sus confines, uno creería que se trataría de una de esas telenovelas a las que nos tenían acostumbrados décadas atrás. Tragedia expresada en la emigración de millones de sus habitantes. En Argentina, su presidente haciendo malabarismos para reelegirse con el desembozado apoyo de plomo del FMI y la banca internacional.
La irrupción de los aromos en flor, en un ciclo que se repite todos los años, nos dice, una y otra vez, que no debemos bajar los brazos ni dejarnos llevar por el pesimismo. Muy por el contrario, recuerdan que siempre existe una nueva oportunidad para hacer las cosas como corresponde, en base al sentido común. Tan simple como eso.
Aunque parezca mentira, otro mundo es posible. Renunciar a esto es como morir en vida. Hay que pelearla con la convicción de que sí, se puede. Los aromos nos señalan el camino.