Co escrito por Meena Miriam Yust y Arshad M. Khan
La práctica del reciclaje tiene todo para ser elogiada: En un planeta finito, conserva recursos; es pretencioso permitirnos, como se hace, colocar una insignia de mérito mental en nuestros pechos mientras preparamos el contenedor de reciclaje asignado una vez a la semana; y es una actividad que es buena. Estamos salvando al planeta, aunque sea un poco, de algunos de los excesos del mundo desarrollado. Y cuando cada uno hace su parte, el impacto tiene que ser inevitablemente significativo. Cierto. O, ¿no es así?
Si examinamos lo que reciclamos, es decir, papel, vidrio, latas de metal y plástico; el correo basura y otros tipos de papel desechado son los más abundantes, pero el plástico está cerca. Casi todo solía ir a la gran papelera de reciclaje del mundo desarrollado en el este…. China. Este lugar absorbió alrededor del 95 por ciento de los residuos reciclables de la Unión Europea y el 70 por ciento de los residuos de EE.UU. Pero China comenzó a cultivar su propia basura con el crecimiento de su economía. Las consecuencias no han sido inesperadas. China anunció una nueva política en 2018, llamada inexplicablemente Espada Nacional, que prohíbe la importación de la mayoría de los materiales reciclables, especialmente plásticos y materiales contaminados.
Desde entonces, las importaciones chinas de estos materiales reciclables han disminuido en un 99 por ciento. Sobra decir que los metales y el vidrio no se ven tan gravemente afectados. Para la industria de reciclaje estadounidense, ha sido un gran terremoto. En primer lugar, alrededor del 25 por ciento de los materiales reciclables están contaminados y no son reciclables. Luego están las bolsas de plástico. No sólo no son reciclables, sino que tienden a atascar la maquinaria de clasificación.
Las familias de las comunidades portuarias se han hecho cargo de los diferentes tipos de residuos enviados a China. Estos se convirtieron en su medio de vida, recuperando todo lo que se vendía por un precio y tirando el resto. Amontonado en vertederos ad hoc, fue arrastrado por las vías fluviales hasta el océano. Ellos no fueron los únicos culpables. Por lo tanto, hemos tenido el fenómeno de ballenas que han sido arrastradas muertas, hambrientas porque sus estómagos estaban llenos de plástico – 88 libras densamente empacadas en el estómago de una encontrada en las Filipinas y 50 libras dentro de otra en Cerdeña. La prohibición de China de importar residuos ha sido seguida por Malasia y Vietnam. En marzo de este año, la India se unió a ellos.
A medida que las salidas para sus desechos desaparecen y que la mayoría de los plásticos no son reciclados, los países desarrollados se han visto forzados a la autosuficiencia. Todo por el bien del medio ambiente, porque también reducirá la necesidad de usar plásticos. La verdad es que sólo una fracción de los residuos plásticos es reciclable, generalmente las botellas blancas transparentes de las cuales algunas son preferibles. La mayoría termina en vertederos. Un estudio realizado en 2017 en Science Advances determinó que el 90% de los plásticos que se han producido todavía se encuentran en el medio ambiente. Sin embargo, se estima que en las últimas seis décadas se han producido 8.000 millones de toneladas. Además, la tendencia del consumo es ascendente, ya en 2014 se produjeron en todo el mundo unos 311 millones de toneladas.
Sin embargo, ya hay un pequeño movimiento para restaurar las botellas retornables, y una compañía llamada Loop Industries puede estar en el camino correcto. Sus fundadores anunciaron en el Foro Económico Mundial de 2019 que pretenden volver al modelo del lechero, reutilizando las botellas para todo, desde comestibles hasta champú y detergente. Loop se ha asociado con Nestlé, Proctor & Gamble, PepsiCo y otras grandes compañías. Tal vez, si todos volviésemos al modelo de las botellas de leche de los años 50 -rellenando envases para volver a utilizarlos-, haya una mayor esperanza para el planeta. La buena noticia es que algunas ciudades y estados ya han prohibido las botellas de plástico de un solo uso.
Otra posibilidad intrigante es utilizar los millones de toneladas de conchas de crustáceos descartadas. Hoy en día los científicos pueden extraer quitina y quitosano de las conchas de camarones y langostas. Sin embaro, aún en la fase de investigación, el proceso tiene que ser industrialmente viable, y también existen problemas con los residuos peligrosos, ya que se utilizan productos químicos potentes como el hidróxido de sodio. La quitina y el quitosano biodegradables se pueden utilizar como sustitutos plásticos para hacer tablas de surf y envases de alimentos antimicrobianos. CuanTec, con su sede en Escocia, ha desarrollado un método bacteriano que ha eliminado el 95 por ciento del hidróxido de sodio y, ya que las bacterias hacen todo el trabajo, también ha reducido el uso de energía en un tercio. Ellos utilizan conchas de las cigalas comunes del norte de Europa, y ya han firmado un contrato con la gran cadena de supermercados británica Waitrose para suministrar películas flexibles para el proceso de empaquetado del pescado. Las propiedades antibacterianas de la película prolongan la vida útil del pescado en tres días.
Una fuente inesperada y más dañina de contaminación plástica es la ropa sintética. Los investigadores han determinado que la ropa acrílica puede liberar más de 700,000 fibras plásticas en una sola lavada. El poliéster libera alrededor de 500.000 fibras, y una mezcla de polialgodón libera alrededor de 137.000. Estas fibras terminan en el agua que bebemos y en el pescado que comemos. Lo que empeora las cosas es la presencia de microplásticos a profundidades de hasta 1000 metros, investigados por Choy et al en las profundidades de la Bahía de Monterey al utilizar un vehículo operado remotamente (ROV). El ROV recogió las muestras a diez profundidades diferentes. Se encontró máxima contaminación, sorprendentemente, no en la superficie, sino de 200 a 600 metros más abajo. También recolectaron cangrejos rojos y encontraron plásticos en su tracto gastrointestinal. Las «platinas» gigantes, las casas de filtración de partículas mucosas utilizadas para la alimentación de las larváceas y descartadas después de su uso, fueron recolectadas a profundidades que oscilaban entre 251 y 2967 metros para superponerlas y ampliar el alcance de la investigación. Todos contenían microplásticos. Claramente, librar a los océanos de la contaminación plástica es un problema casi insuperable.
Fabricantes japoneses han ideado un filtro de lavadora para atrapar las microfibras, que puede proporcionar alguna ayuda si se distribuye más ampliamente. Sin embargo, todavía no conocemos la eficacia de estos dispositivos. Controlar el problema en su origen sigue siendo lo más sensato si queremos mantener el planeta. Depende de nosotros.
Volviendo a las bolsas de plástico baratas, convenientes y por lo tanto ubicuas, hay esperanza ya que por ahora existen varios tipos diferentes: las más comunes son las bolsas de plástico convencionales, luego hay bolsas compostables diseñadas para ser recicladas en compostadores industriales, bolsas biodegradables, y dos tipos de bolsas oxo-biodegradables. Estos últimos se degradan en áreas abiertas o en superficies acuáticas como los océanos. Ninguno se degrada bien en los vertederos. Sin embargo, hay otro problema con los biodegradales compostables: repeler el agua y el aceite que contienen sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquilos en las que un átomo de hidrógeno ha sido reemplazado por flúor. Conocidos como PFAS (por sus siglas en inglés), estos químicos persistentes se filtran del plástico y permanecen en el compostaje para ser absorbidos por las plantas y luego por los seres humanos para acumularse en sus cuerpos.
Sin embargo, para los no reciclables su destino una vez más son los vertederos. En 2015, sólo en los Estados Unidos se produjeron 34,5 millones de toneladas (o el 13 por ciento del total de los residuos sólidos municipales) de residuos plásticos de los que se recicló una pequeña fracción (9 por ciento o 3,1 millones de toneladas), se incineraron 5,4 millones de toneladas con recuperación de energía y cerca de 26 millones de toneladas terminaron en vertederos. La quema reduce el volumen en un 87 por ciento. Sin embargo, la quema a cielo abierto produce contaminantes, incluyendo dioxinas peligrosas, por lo que la combustión segura requiere un ambiente contenido.
A menos que haya un cambio, es probable que el problema del plástico siga creciendo. En 1950, el mundo sólo producía alrededor de 2 millones de toneladas, en comparación con los más de 300 millones de toneladas que se producen hoy en día. La ONU ha dado un primer paso al añadir los residuos plásticos al acuerdo de Basilea sobre residuos peligrosos: 187 países se han firmado, mientras que los Estados Unidos, bajo la administración de Trump, siguen siendo una excepción.
Las instituciones de ingeniería han tomado conciencia del problema y están educando a sus miembros más jóvenes. Como se informó en la edición de julio de 2019 de IET Member News, el organismo profesional británico de ingeniería eléctrica tiene dos concursos patrocinados por Greenpeace y Greenseas. Para el premio Greenpeace, los equipos tienen que idear métodos, tecnologías y sistemas alternativos de entrega para reducir los envases de plástico en los supermercados. Y el desafío de Greenseas requiere que los competidores desarrollen una máquina robótica para limpiar las playas de colillas de cigarrillos de plástico. La máquina tiene que ser lo suficientemente grande para recoger una cantidad razonable y pintada con brillo para atraer la atención e informar al público del problema. Luego está el Grupo OceanX, encabezado por un joven ingeniero, que está desarrollando tecnología automatizada de monitoreo y limpieza para remover el plástico de las vías fluviales y, mejor aún, para detectar las fuentes. Este proyecto emplea inteligencia artificial, incluyendo drones.
El resultado ineludible de todo esto es la necesidad de educación. Empezar por clasificar los materiales reciclables y desechar el material no reciclable en la papelera podría ahorrar energía que puede ser usada en un futuro, y muchas horas de trabajo. Cambios en el tipo de material plástico que se produce también pueden ayudar. Por ejemplo, la simple reducción del colorante utilizado en las botellas de plástico facilita el reciclaje, ya que estos aditivos son caros de eliminar. Además, los incentivos fiscales para los fabricantes sólo pueden contribuir a los esfuerzos de reciclado. Sin embargo, el peligro ya evidente para la cadena alimentaria exige que se incluya el coste de la eliminación segura (como la combustión controlada, por ejemplo) en el precio de los artículos. Sobre todo, la cantidad total de plástico generado ya no puede seguir aumentando, sino que debe reducirse.
Meena Miriam Yust es una abogada en Chicago, IL con un interés especial en el medio ambiente.
El Dr. Arshad M. Khan (http://ofthisandthat.org/index.html)) es un ex profesor radicado en los Estados Unidos cuyos comentarios durante varias décadas han aparecido en una amplia gama de medios impresos y de Internet. Su trabajo ha sido citado en el Congreso de los Estados Unidos y publicado en el Registro del Congreso.
Traducción del inglés por Armando Yánez