Por Jorge Molina
En Chile, de acuerdo al historiador Gabriel Salazar, ha habido tres coyunturas históricas distintas, en las cuales las tendencias políticas esgrimidas por los actores vinculados a la producción industrial y al desarrollo social han sido derrotadas por los grupos mercantiles vinculados a las potencias anglosajonas, a saber:
-En 1829, por los mercaderes de Diego Portales.
-En 1925, por los políticos liberales encabezados por Arturo Alessandri Palma.
-Desde 1973, por los economistas neoliberales amparados primero por la dictadura cívico-militar y luego por las coaliciones políticas post-dictatoriales.
Esos tres triunfos consecutivos de los grupos libre-mercadistas determinaron la no industrialización, un Estado no democrático ni participativo y, por supuesto, una sociedad no igualitaria, estratificada y altamente excluyente.
El currículum oculto es un concepto acuñado por Philip Jackson en su libro «La vida en las aulas». Este concepto incluye una serie de relaciones que subyacen y que pretenden perpetuar y posicionar una determinada ideología de poder, la alineación de una clase social, la defensa de una religión, raza, identidad, género, cultura, entre otros, en la comunidad escolar.
Samuel Bowles y Herbert Gintis en su «La Instrucción Escolar en la América Capitalista», afirmaron que la escuela no es un ambiente neutral, sino que en ella se reproducen implícitamente las necesidades del capitalismo, suscitando entre los estudiantes actitudes que los prepararán, siguiendo su pertenencia a una determinada posición social de origen, para el trabajo futuro.
De acuerdo a dichos autores, las escuelas existen para reproducir las desigualdades sociales; por lo tanto, el mejor predictor del futuro de un niño es el estatus económico de sus padres, más que los logros académicos y la inteligencia. Si bien el currículum explícito transmite la igualdad de oportunidades, el papel principal de la educación no es enseñar las habilidades necesarias para el mundo laboral, sino inculcar el currículum oculto.
A los niños de la clase obrera se les enseña que la puntualidad, el trabajo duro y el acatamiento acrítico de las órdenes son siempre recompensadas, mientras que la creatividad y el pensamiento independiente no se valoran. Esto mantiene el statu quo económico, pues siempre se requieren empleados laboriosos, sumisos e irreflexivos.
De acuerdo a Ignacio Cayo, la reproducción en el sistema educacional va definiendo las estructuras sociales, siendo la escuela el medio de reproducción por excelencia. Esto produce un “enmarcamiento que regula las prácticas comunicativas de las relaciones sociales dentro de la reproducción de los recursos discursivos, entre transmisores y adquirientes” (Bernstein, 1997:48); esto es expresado a partir de la imágenes, que contienen una carga ideológica y política enmarcada en mensajes implícitos y explícitos (Acaso y Nuere, 2005; Cisterna, 2002). En definitiva, se van generando los conocimientos en los distintos segmentos culturales a través de la ideología, control y niveles de adiestramiento (Giroux, 1990; Freire, 2004; Rodríguez, 1997; Apple, 1997). Se produce, asimismo, una monopolización del currículum, estableciendo un conflicto simbólico. En este aspecto, los estudiantes se convertirían en “víctimas pasivas atrapadas en la red de formación ideológica” (Giroux, 1997:17).
Además, el currículum se “desempeña en la creación y recreación del monopolio ideológico de las clases dominantes y segmentos de clase en nuestra sociedad” (Apple, 1997:34). En definitiva, el currículum en la educación genera efectos ideológicos en los educandos, promoviendo una naturalización de los acontecimientos y mensajes invisibles de la conformación curricular que fomentan una cultura del silencio debido a que la ideología no es solo lo que escribimos o decimos, sino también cómo lo hacemos.
Por otro lado, en 2004, un análisis llevado a cabo por la revista Docencia concluyó que en Chile existen prácticas de omisión del género. Según se analiza en los textos de estudio entregados por el Ministerio de Educación a los estudiantes de Enseñanza Media, se sindica que la mujer posee un rol asistencial; como por ejemplo, ser madre o pareja de hombres importantes.
En Chile existe una gran brecha de desigualdad que se refleja en los promedios obtenidos en la Prueba de Selección Universitaria (PSU) de 2016, donde el 71% de los estudiantes provenientes de la educación municipal no alcanzó los 500 puntos.
De acuerdo a la información entregada por el Consejo de Rectores de las Universidades de Chile (CRUCh), la diferencia en el promedio nacional de la PSU de los colegios privados respecto de los establecimientos municipales llegó a los 138 puntos, donde la educación privada obtuvo un promedio nacional de 606 puntos, la municipal promedió 468 puntos.
Pierre Bourdieu observó que las personas de la misma clase social compartían valores culturales similares. Esto se producía porque cada clase comparte un determinado habitus, el cual se forja mediante la interacción de la mente subjetiva con las estructuras y las instituciones que rodean a la persona desde la cuna, lo que genera una continua reproducción de determinados estilos de vida (habitus grupal).
La posibilidad de romper este esquema es muy compleja, mas no imposible. Por ejemplo, si a una persona de clase social baja se le entrega la oportunidad de adquirir un importante capital cultural asistiendo a un colegio de excelencia, esto podría repercutir en que a posteriori tenga un buen capital económico y, de esa manera, podría enviar también a su futura prole a establecimientos de excelencia, de forma que éstos tendrán posiblemente un mayor capital cultural y económico y, finalmente, de esa manera obtener y consolidar un habitus distinto al de sus antepasados.
Finalmente, como decían Bowles y Gintis, los pobres de hoy están mejor educados que en el pasado, pero en la sociedad occidental contemporánea los salarios de los más precarizados han continuado cayendo, la desigualdad ha aumentado y se ha vuelto el pan de cada día encontrar profesionales desempeñando labores mal remuneradas.