Por Tanya Golash-Boza.
En los Estados Unidos, en el siglo XXI, la esclavitud y la segregación racial ya no son permitidas por la ley; por lo tanto, son socialmente inaceptables expresiones de racismo en la mayoría de los ámbitos sociales. Las leyes y las políticas que mantuvieron el apartheid racial en los Estados Unidos han sido revocadas y el Estado ha tomado medidas para asegurar la integración y proveer oportunidades para los negros y los latinos. Ya no se encuentran letreros en los negocios que digan «No se permite negros» o «No se permite el ingreso a mexicanos ni perros». Ya no se da el caso de que la representación de los negros y las negras en la televisión y en el cine esté limitada a seres primitivos, caníbales y tontos. Es más, una afrodescendiente es la secretaria de Estado, y su predecesor ha sido un afrodescendiente. Y no son solo Condoleezza Rice y Colin Powell, dos afrodescendientes, quienes han tenido posiciones muy poderosas en Washington; de hecho, cinco de los quince miembros del gabinete de George Bush son no-blancos. O sea, mucho ha cambiado desde los tiempos de la esclavitud y de la segregación legal.
Pero, a la vez, hay mucho que no ha cambiado. Por ejemplo, a pesar de los procesos legales y los casos ganados en los tribunales, que obligaban a los colegios a integrarse racialmente, los colegios de 2006 están tan segregados como los colegios de los años sesenta, cuando empezó el programa de integración racial en los colegios. Hoy en día, tres cuartas partes de los estudiantes negros y latinos asisten a colegios que son en su mayoría no-blancos, y la mayoría de los estudiantes blancos asisten a colegios que son en su mayoría blancos. Eso es impresionante dado que esta resegregación de los colegios ha sido posible sin leyes o políticas exclusivas.
Otra área que es todavía más segregada es el sistema de justicia criminal, o lo que algunos llaman el sistema de injusticia criminal. Mientras que cuatro de cada mil blancos están encarcelados, diez de cada mil latinos y veinticinco de cada mil negros están encarcelados. O sea, la probabilidad de que un negro esté preso es seis veces más alta que la de un blanco.
Dada la ausencia de leyes diseñadas con el motivo de poner en desventaja a los negros y a los latinos, ¿cómo es posible esa desigualdad? En una sociedad en la que supuestamente se valora la igualdad, ¿cómo es posible que las personas acepten desigualdades tan grandes? En una sociedad que valora la diversidad, ¿cómo es posible que las personas acepten niveles altos de segregación racial como si eso fuera normal?
Un sitio clave para buscar respuestas a estas preguntas es la televisión, una de las «armas» de distracción masiva. Las personas en Estados Unidos pasan un promedio de dos horas y media diarias delante de la pantalla chica. Las imágenes que vemos en la tele forman nuestras ideas de cómo es el mundo y cómo debe de ser. Por ejemplo, de repente no estamos tan sorprendidos que nuestros barrios estén segregados cuando la televisión también está muy segregada. Dos ejemplos notables de esto son Friends y Sex and the City, dos programas que toman lugar en Nueva York. En estos programas todos los actores principales son blancos. Es más, cuando están paseando por las calles de esa ciudad ―que es en su mayoría no-blanca― casi todo el mundo es blanco como los protagonistas. Las raras veces en que se presenta un negro o un latino, esa persona solo existe para el placer o el servicio de los protagonistas. Por ejemplo, se puede ver una latina que limpia los corredores en Friends, o bien, un latino que satisface los deseos sexuales de una de las protagonistas en Sex and the City. La relegación de los blancos a espacios que son exclusivamente o mayoritariamente blancos sirve para naturalizar la segregación que existe en la vida real. Los blancos que viven en barrios de puros blancos, que mandan sus niños a colegios de puros blancos y que tienen todos sus amigos blancos ven esos programas, que reafirman la idea de que la segregación racial es algo completamente normal y deseable.
Del mismo modo, las representaciones de los negros y los latinos, que usualmente viven en barrios pobres y que son criminales sirven para naturalizar la idea que es normal que los negros y los latinos sean pobres y que muchos de ellos estén presos. Obviamente, estas no son las únicas representaciones de los negros y los latinos en la televisión, pero la mayoría de las representaciones de los negros y los latinos sirven para justificar, crear o reproducir la desigualdad racial y la dominación blanca en los Estados Unidos en la era post derechos civiles.
En esta ponencia voy a exponer algunas representaciones comunes de los negros y las negras y los latinos y las latinas que encontramos en la televisión actual norteamericana. Estas representaciones ―que Patricia Hill Collins ha denominado «imágenes que controlan»― corresponden a estereotipos comunes y varían por género. Estas imágenes sirven para formar las ideas sociales de cómo son las mujeres negras, los hombres negros, las mujeres latinas y los hombres latinos. Y, en forma dialéctica, forman la idea de cómo es el blanco y cómo es la blanca. El blanco es, evidentemente, todo lo que el negro y el latino no son.