Las fronteras simbólicas
En el marco del curso de Verano de la Universidad Internacional de la Pau (artículo anterior) y en su cuarto día de conferencias, se pudieron escuchar cinco ponencias en torno a temáticas como: Mediterráneo y rescate de refugiados; la marginalidad a la barriada; la frontera en la educación; fronteras y género; las desigualdades en salud.
Las fronteras invisibles de la exclusión social. Fronteras en las ciudades, el mercado del suelo
La profesora italiana, Valeria Verdolini orientó su ponencia en el Mediterráneo y el juego de jurisdicciones que entorpecen las tareas de rescate de los refugiados.
El trauma de la Segunda Guerra Mundial generó el nacimiento de una nueva concepción de la jurisdicción, en la cual se contemplaban los derechos de las personas antes que los derechos de los territorios. Es un derecho superior, un derecho a la paz y un derecho desconectado de los territorios, un derecho universal que, aun así, quedaba en manos de los estados, señalaba la profesora.
El Mediterráneo es un territorio acuático, pero también una frontera, tan simbólica como real. Ante la crisis actual de los refugiados, las rutas de migración se adaptan a los cambios políticos. Las rutas han oscilado entre Turquía y Libia, pensando siempre en las posibilidades de éxito. La muerte de Aylan Kurdi marcó un antes y un después. En aquel momento, septiembre de 2015, la ruta mayoritaria era la de Turquía y el Egeo. Ante la sensación de peligrosidad y el impacto de la noticia, la ruta mayoritaria cambió de nuevo hacia Libia y Lampedusa, explicaba Valeria Verdolini.
La isla de Lampedusa es el enclave europeo más próximo en Libia, a tres días de viaje. A raíz de la llegada de Mateo Salvini a la vicepresidencia y al Ministerio de Interior, el junio de 2018, el número de equipos de rescate a la zona quedaron muy reducidos. Solo quedaron operando unos pocos barcos de salvamento de ONG.
Pero, recientemente, los barcos de la sociedad civil también quedaron restringidos por el gobierno. Un decreto de junio de 2019 establece que el Ministerio del Interior italiano es quien controla toda la zona marítima del sur de Lampedusa. No es una frontera basada en los derechos humanos y el derecho de asilo, sino una frontera de control italiana, con unos objetivos diferentes. Carola Rackete se ha visto obligada, recientemente, a violar esta frontera pensada para impedir la llegada de inmigrantes. Esto le comportó ser arrestada, pero también fue el ejercicio de un derecho, un derecho de defensa de la seguridad de los refugiados que tenía a bordo del Sea Watch, explicaba, con firmeza Valeria Verdolini.
Megalòpolis: ciudad global versus ciudades hechas a mano
La ponencia La arquitecta y profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Zaida Muxí, empezó con la figura de «la slum», la barriada, el espacio donde la marginalidad se hace visible y donde las diferencias se acentúan.
La barriada es un elemento con un largo recorrido histórico, que no desapareció con la caída del Muro de Berlín de 1989 y las optimistas perspectivas de futuro despertadas por el mundo capitalista vencedor. El comercio se posó por encima del valor de la vida, afectando a las políticas públicas de nuestro país. «Es un problema global, no de cada país, afectado por la privatización, la liberalización, la desregulación y el cambio de paradigma del gasto público», señalaba Zaida Muxí.
Sin embargo, los seres humanos somos solidarios, necesitamos el contacto con el resto. No es mejor quién más autónomo es y lo mismo pasa con las ciudades, donde hay una competencia constante. También se inculca una permanente sensación de inseguridad en la sociedad y, una vez creada este discurso, es muy difícil salir. «La convivencia siempre será complicada, porque vivir en sociedad es complicado» explicaba la arquitecta.
Especialmente crítica se mostró con la actualidad del urbanismo al mundo y, en especial, en nuestro país. Las ciudades están dejando de ser ciudades para convertirse en barrios de pisos adosados donde el importante es consumir, no habitar en comunidad. Se ha desactivado todo aquello crítico en nuestra sociedad, a los medios, la educación y a la vida en general. También recordó que Barcelona tuvo algunos barrios de autoconstrucción durante toda su historia y que, a pesar de haber disminuido en gran medida durante los años 60, todavía existen. El urbanismo tradicional vinculado al poder político siempre ha considerado los slums o las barriadas cánceres a extirpar, señalaba Zaida Muxí.
La educación como creadora o superadora de fronteras. La atención a grupos vulnerables
Joaquín Gairín, catedrático de didáctica de la Universidad Autónoma de Barcelona, quiso dejar patente que las instituciones tienen un deber formal y a la vez imperativo, de trabajar por la justicia social, incluido en el ámbito universitario.
El punto de partida de Joaquín Gairín quería poner de relieve que dentro del ámbito educativo hay que tener en cuenta los sentimientos personales. Las personas se sienten de determinada manera y las capacidades que tienen son las que los facilitan desarrollar actividades. Si no se entiende esto, el individuo pierde la confianza, se ve incapaz, inútil, hecho que empeora su situación. La autolimitación es una frontera, la cual puede ser superada con entrenamiento, explicaba Joaquín Gairín.
El contexto también es imprescindible para entender la persona y entender el nivel de intervención a aplicar, continuaba el catedrático. El contexto amplifica o limita las perspectivas sociales, nos hace más o menos vulnerables. Esto nos puede afectar a todos, sea cual sea nuestra procedencia, capacidades o nivel de riqueza, puesto que el proceso de vulnerabilidad es dinámico.
Hay que avanzar hacia una educación que tienda hacia la heterogeneidad, en vez de crear clases con muchos alumnos a los cuales se les recita un discurso que tienen que asimilar. El ideal sería compensar las diferencias y necesidades del alumnado desde el primer momento asegurando, de este modo, que la educación fuera superadora de barreras y dificultades, señalaba Joaquín Gairín.
Fronteras morales y género
La definición de frontera hecha por la feminista vasca Irantzu Varela, se dividió en tres premisas: todas las fronteras son inventadas, todas las fronteras las define el poder hegemónico y todas las fronteras se definen para señalar la subalternidad. De este modo se define cuál es la identidad real y moralmente aceptada, confrontada con la de los «otros».
La sociedad y el poder enfocan su acción al definir como se tiene que vivir, al establecer fronteras entre aquello aceptable y aquello no aceptable. Y de igual manera que las fronteras son inventadas y definidas desde el poder, los géneros son inventados y definidos desde el poder. La feminidad ha sido utilizada para limitar qué pueden hacer las mujeres, señalaba con firmeza Irantzu Varela.
Todas las fronteras se delimitan para retener y contener. Donde acaba la frontera acaba la identidad y empieza «el otro». Esto se puede usar tan en la frontera ceutí y Melilla como en la frontera de género. Hay una obsesión en la sociedad para que la gente se defina de alguna manera u otra.
Sobre las estrategias de protección de las fronteras de género, Irantzu Varela explicaba que, actualmente, se está tendiendo a hacer que el género se justifique en la naturaleza, como una manera de señalar que la protesta del feminismo es exagerada, que va demasiado lejos. En el momento en que asumes una diferencia creas una frontera, una de hegemónica y una de alterna, afirmaba. Los sistemas de opresión siempre han utilizado argumentos científicos para justificar la dominación, para marginar negras, mujeres, diferentes sexualidades, etc., «no es ninguna novedad» continuaba el activista feminista.
Para concluir su ponencia, Irantzu Varela definió con claridad el camino a seguir: un feminismo interseccional. El feminismo interseccional es el feminismo que se moviliza contra todas las formas de opresión del sistema capitalista, contra el racismo, la LGTBIfóbia, el antifascismo, etc., concluía.
María José Aguilar, Catedrática de Trabajo Social de la Universidad de Castilla La Mancha, llevó la segunda parte de la conferencia «Fronteras morales y género». La ponencia empezó con una pregunta retórica que sirvió para empezar a hablar de las fronteras simbólicas y morales: «¿Por qué nuestra empatía es selectiva?».
Las fronteras simbólicas son utilizadas para diferenciarnos otros seres humanos, pero cuando estas fronteras permiten diferenciar a grupos pasan a ser fronteras morales. Las fronteras morales son líneas de separación simbólicas que delimitan la comunidad moral de un determinado grupo social y definen a quién aplicamos normas de justicia, por quien estamos dispuestos a sacrificarnos o invertir tiempo y recursos, por quienes sentimos compasión o empatía o de quien nos sentimos responsables, señalaba María José.
Las fronteras morales se construyen materialmente, pero también por prácticas y conductas discriminatorias cotidianas y también desde el discurso de la “mediapolis” (el discurso institucional, mediático y la autocomunicación de masas, la gente en el día a día). A la mediapolis se establece la distancia social adecuada que nos permite sentir compasión por las personas. «Podemos sentir pena sin compromiso. Es parte del sistema de dominación del racismo», comentaba María José Aguilar.
«Pero también existe un racismo democrático», continuaba. Existe un moralismo en el marco democrático, de presencia transversal, y que adopta formas de la derecha (más frecuente) pero también de la izquierda. Este racismo tiene manifestaciones sutiles y explícitas a la vez, que se justifican en una especie de «sentido común». La función del racismo democrático se generar indiferencia entre la población.
A modo de conclusión, la catedrática explicó que las fronteras morales se construyen desde dos enfoques: el enfoque seguritario (el enemigo migrante) o el enfoque humanitario (compasión sin compromiso).
La frontera de la salud como derecho humano: causas de la salud colectiva, desigualdades y mercantilización de la sanidad
Joan Benach, Catedrático de Sociología y Salud Pública en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Pompeu Fabra, quiso aclarar conceptos de salud y salud pública, con sus definiciones y las características fundamentales sobre las desigualdades en salud y sus causas.
Hay tres maneras de entender la salud, continuaba. Primero, la salud de los individuos, una salud en términos individuales. En segundo lugar, la salud pública, una salud colectiva. Dentro de este punto hay la atención a la muerte, la dolencia crónica o aguda, muy visibles todas ellos, pero también las dolencias no registradas, las silenciosas, la población vulnerable o la población expuesta. Y una tercera manera: la salud de los grupos sociales, basada en costumbres, en los recursos disponibles y posando atención a las diferencias sociales.
Existen determinantes de salud intermedios, explicaba Joan Benach. Se trata de las condiciones de trabajo, los ingresos, la vivienda, el entorno residencial, etc. Pero a estos se suman determinantes estructurales en las desigualdades de salud: la clase, el género, la edad, la etnia, etc., y también la cultura, las políticas públicas, el gobierno, las políticas macroeconómicas, etc. Es por eso que, tradicionalmente, la investigación médica se ha centrado en las causas próximas, las relacionadas con infecciones, hábitos, etc. Pero a menudo «las causas de las causas» no son tenidas en cuenta. Se dan consejos para mantener una buena salud, pero muchas veces todo se reduce a una cosa: «no seas pobre», señalaba con severidad.
La ponencia continuó con el debate sobre la esperanza de vida. El año 2017 se registró una diferencia de 35 años de esperanza de vida entre los países más ricos y los países más pobres. Tenemos más riqueza material pero no mejoramos la calidad de vida de la humanidad general. «Es la desigualdad de la riqueza el que explica esto, puesto que como mayores desigualdades peores índice de salud», continuaba el catedrático.
Los problemas de salud no son solo entre pobres y ricos, sino que son graduales. Las mejores situaciones socioeconómicas generan mejores condiciones de salud y viceversa. Y entremedias también hay diferencias graduales. «Actualmente, pero, las desigualdades aumentan, en vez de reducirse», afirmaba.
«La injusticia social está matando a la población a gran escala y la reducción de las desigualdades de salud es un imperativo ético», continuaba. La obesidad, por ejemplo, se ha convertido en una epidemia global, hecho que se explica por el fácil acceso a alimentos ricos en grasas y azúcares. Y, en este contexto, se produce el proceso de privatización surgido de la oleada neoliberal de los años 80. «Pero la atención sanitaria es un bien público, no una mercancía, por lo tanto, es un derecho universal que no puede ser restringido», concluía.