Las fronteras políticas que dividen el planeta
La conferencia de Séréna Naudin tenía como objetivo explicar los resultados de un trabajo colectivo empezado en un curso de francés para solicitantes de asilo.
El punto de partida de su conferencia consideraba que las palabras que utilizamos en nuestro día a día fabrican alteridad. ¿Qué diferencia hay entre inmigrantes y exiliados políticos? El lenguaje que utilizamos categoriza y demoniza a los grupos humanos, explicaba Séréna Naudin.
El trabajo realizado con las personas migrantes evidenciaba que la palabra «migrante» es una palabra desconocida por ellos, de la cual no saben el significado exacto, a la vez que la perciben como una herramienta de desprecio. Asimilan la palabra con datos económicos. Otros incidían en el uso de la palabra para diferenciar personas. «Un blanco que va a África a hacer dinero no se lo llama migrante, pero también lo es, ¿no?» pudimos escuchar de un testimonio recogido en el trabajo de Séréna Naudin.
Las conclusiones de la doctoranda fueron claras: los solicitantes de asilo no se reconocen en el hashtag migrante y etiquetarlos como inmigrantes, refugiados, exiliados, migrantes o expatriados invisibiliza sus experiencias, que son muy diferentes. La solución consiste en tratar a la gente como sujetos humanos, reconocer sus experiencias.
La industria de la vigilancia en EE. UU. y España
La conferencia de Maria Isolda Perelló, doctoranda de la Universitat de València, puso el foco en las políticas migratorias de los Estados Unidos y España.
Hay que enmarcar su tarea investigadora dentro de los estudios críticos de las fronteras, los cuales consideran que estas fronteras no son solo los muros, sino también la legalidad, las formas de cooperación y los mecanismos utilizados en la detención de personas. La investigación de Maria Isolda la ha llevado a recurrir rutas en Melilla, Tánger y Tetuán, además de algunas fronteras mexicanas como la de Tijuana, explicaba ella misma.
Sobre la historia de las leyes de extranjería y deportación, Maria Isolda explicaba que no son actuales, sino que nacieron con los mismos Estados Unidos. A partir del año 1993 se construyen grandes dispositivos de defensa de las fronteras, muy militarizadas, política que se intensifica con el 11-S y el Patriotic Act. Esta nueva legislación convertía la migración en un problema de seguridad nacional, equiparándolo con el narcotráfico y el terrorismo. Para combatir estas «amenazas» los presupuestos asignados a la Border Patrol y a otros elementos de control de fronteras crecieron exponencialmente durante el siglo XXI, incrementándose también el número de muertes y secuestros.
La investigadora Maria Isolda también analizó la política migratoria de España, partiendo de la premisa de que aquí no hay la tradición migratoria que hay en los Estados Unidos. Es un fenómeno mucho más reciente, pero esto no ha impedido que, a partir de 1998, se produjera un gran proceso de securitización. De hecho, en 2001 se estableció que la inmigración ilegal masiva era una emergencia a afrontar, comentaba Maria Isolda. Posteriormente apareció FRONTEX, para proteger las fronteras europeas o la directiva de retorno de personas, el 2008. Fruto de esto se redujo la migración irregular, pero el 2015 volvió a repuntar. Empresas como INDRA han obtenido cuantiosos beneficios gracias a la securitización de fronteras.
Tratar la cuestión migratoria de manera belicista, deshumanizando a las personas es el gran reto al que nos enfrentamos, afirmaba para concluir la ponencia.
El rol de las fronteras en la geopolítica. Los casos de Palestina y México
La conferencia de Julieta Fuentes, investigadora mexicana del Centro de Investigación en Ciencia de Información Geoespacial, se centraba en el proceso de fijación de la frontera entre México y Estados Unidos y la construcción de los muros israelíes a Palestina.
El proceso de construcción de la frontera en Estados Unidos dura 208 años, entre 1783 y 1991. Desde entonces se está realizando de forma unilateral y no consensuada. No podemos hablar de un muro propiamente, sino de un sistema de retención complejo, que adopta muchas formas. Pueden haber muros, pero también barreras de control de movimiento, peajes etc., para parar o hacer más lento el paso de peatones y vehículos, explicaba Julieta Fuentes.
El caso de Israel va mucho más allá. La guerra ha influido mucho más, con elementos como levantamientos, ocupaciones, terrorismo, etc. Como resultado, se ha definido una frontera interna, una «boundary». Con los primeros gobiernos de derechas de Israel se inició la ocupación y la población israelí asentada en territorio palestino se situó en las zonas más muy comunicadas, siendo protegida por los muros.
Las conclusiones de la investigadora mexicana buscaban demostrar como los discursos de seguridad nacional buscan reforzar la cohesión nacional criminalizando la migración, la resistencia y también la ayuda humanitaria. «El otro» es una amenaza. También diferenció con claridad las diferencias entre ambos muros: en Estados Unidos el muro es un símbolo, un despliegue de poder, un lema político, una estrategia de disuasión. En cambio, en el caso de Cisjordania, el muro es una estrategia de colonización, ocupación y ahogamiento de la población palestina. Se quiere mantener la homogeneidad de las ciudades. El muro es la culminación de un proceso de aislamiento e invisibilización de la población palestina, finalizaba la investigadora.
La represión a formas de vida diferentes
Pastora Filigrana empezaba su conferencia definiéndose cómo «la abogada de los pobres, la abogada de las personas que han sido excluidas del derecho». Su ponencia, partía de una premisa muy sencilla: la represión al diferente, a la gente de los márgenes, busca evitar que sus formas de vida alternativas, solidarias o mutualistas, posen en peligro el statu quo.
El capitalismo funciona utilizando los recursos naturales como si fueran indefinidos. La naturaleza es finita y nosotros formamos parte de este sistema natural. Por lo tanto, el discurso capitalista de acumulación de riqueza solo se puede sostener mediante la distinción de humanos de primera y humanos de segunda, definidos como desposeídos, inferiores o que no merecen los recursos. Quién tiene los privilegios son los blancos occidentales, cristianos, hombres, adultos, heterosexuales y de clase alta. Un ser humano mucho muy definido. «Y cuanto menos te adaptes a este estándar, más violencia recibirás en tu vida», explicaba la abogada.
Esta violencia puede adoptar muchas formas: la invisibilización, la construcción de discursos que criminalizan o generalizando características atribuidas, etc. No se criminaliza por hechos, sino formas de ser, por quién son, no por el que hacen. «¿Porque estas formas de vida o pensamiento diferente son amenazas por el poder?», preguntaba Pastora Filigrana.
Porque el poder surge en la creación de los estados nación, el capitalismo, el imperialismo y el expolio de los bienes de los otros territorios del mundo, continuaba la abogada. La idea es anihilar al diferente, como hace la inquisición con los moriscos, sefardíes, judíos, etc. En el caso de los gitanos se pretendía que entraran a formar parte del sistema capitalista, que se volvieran sedentarios y entraran en el mercado de trabajo. El trabajo puede ser una manera más de limitar a las personas.
Las formas de vida diferentes, la cooperación, la autogestión, la solidaridad y disidencia política son formas de mutualismo que indican salidas y alternativas a la forma de vida del statu quo: son una amenaza, puesto que pregonan que somos una sociedad que se necesita, que rompe con los discursos actuales. «Hay que hablar con los márgenes, crear respuestas comunes y entrar en contacto con estos grupos», concluía Pastora Filigrana.
Refugiado político y exiliado económico. ¿Diferencias de derechos?
Javier Martín, de la Agencia EFE, reconocido periodista, recientemente galardonado con el premio Cirilo Rodríguez, ofreció una conferencia que sirvió para poner sobre la mesa el término «hetarquia», concepto opuesto a «jerarquía». Hetarquia sirve para definir un espacio en el que desaparece el estado, donde no hay gobierno, ni poder efectivo sobre el territorio. Quién controla el territorio son milicias, grupos armados, por lo tanto, Libia tiene que ser considerado un país de hetarquias.
Estos grupos se empoderen en la guerra que ha habido en Libia, es una constante que se repite a lo largo de la historia de la humanidad. «En el momento actual la guerra se hace con «delegaciones», con paramilitares o empresas privadas que luchan al límite de la ética. De este modo se tiene libertad para fomentar la violencia sin tener que rendir cuentas», explicaba Javier Martín.
Libia es un país en esta situación, un país claramente dividido en el que participan de forma, más o menos velada, países como Turquía, Italia, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Rusia o Francia. A ellos se suman los yihadistas, también presentes en el suelo libio.
El caso del gobierno de Trípoli resulta ejemplificando, explicaba el periodista. El gobierno se forma bajo auspicio internacional para justificar que la ayuda internacional enviada tenga un receptor reconocido y sirva para luchar contra la ciudad vecina de Sirte, ocupada por los yihadistas. Se los derrotó gracias al material recibido y la ayuda de tropas de élite francesas. La ciudad de Trípoli, pero, está controlada por decenas de milicias, no por este gobierno. Trípoli, a día de hoy, también es una hetarquia. Hay un gobierno que existe e internacionalmente funciona (o lo hace ver), pero es la milicia quien controla la política del país o la mayor parte de él. «La ONU financia estas milicias que cometen crímenes contra la humanidad pero que no pueden ser juzgadas, puesto que no son del gobierno», concluía Javier Martín.