Testigo relata cómo gendarmería secuestró a Santiago Maldonado

Neuquén, Puel Mapu. El 1 de agosto de 2017 Elisabeth Loncopan Huircapan estaba presente en el Lof Departamento en Resistencia de Cushamen (Chubut). Ella vivenció el momento exacto en el que se llevaron a Santiago Maldonado. Elisabeth recuerda horarios, lugares, aromas, colores, el paso torpe de los militares que capturaron y secuestraron a Santiago. “Cuando se va el primer grupo de gendarmes, a los minutos avanza otro grupo. Ahí iba un gendarme muy enfurecido. Tenía un tono norteño. Ellos avanzaban de derecha a izquierda como viniendo de Esquel por la orilla del río hacía el lado del Maitén. Desde más atrás uno grita: ‘¡Acá está! ¡Quedate quieto! ¡Gendarmería!’”. En el relato oral de Elisabeth está presente el sonido impune de los borcegos de los gendarmes arrastrando las hojas secas del invierno sureño. En el relato oral de Elisabeth está presente el humor y la risa de Santiago, el silencio nocturno del territorio y la contemplación angustiante de los perseguidos. En el relato oral de Elisabeth se percibe la voz entrecortada, la desesperación, el miedo y la miseria de los despojados. El relato de Elisabeth es vertiginoso y angustiante; detallado e inédito. El relato de Elisabeth constituye un testimonio contemplativo y poético, aunque doloroso e hiriente. “Me acurruco lo más que puedo y me escondo. Temblaba mucho. Parecía un cascabel en una hojarasca. Traté de calmarme, de respirar lento para que no me escucharan”, me afirma ella mientras describe el pozo en el que tuvo que resguardarse para salvaguardar su vida. El testimonio y el pronunciamiento de Elisabeth Loncopan Huircapan produce un doble efecto comunicacional. Por un lado, el relato de Elisabeth representa un documento veraz y valiente para la sociedad consciente. Por otro lado, representa un piedrazo en los ojos de la justicia ciega que históricamente, pase lo que pase, ha contemplado a los integrantes del Pueblo Nación Mapuche como seres despreciables y sospechosos, dignos de ser perseguidos con alevosía y ensañamiento.

Introducción

Los hechos y las escenas que se describen en este testimonio responden al momento exacto (1 de agosto 2017), el día previo y los días posteriores al secuestro, asesinato y desaparición de  Santiago Maldonado.

Kiñe | Uno

Existen motivos justificados e históricos para que una persona perteneciente al Pueblo Nación Mapuche no tenga confianza en el Estado Nacional Argentino y en su sistema de justicia. Recordemos que las víctimas de la mal llamada Campaña Expedicionaria al Desierto aún permanecen en el Museo de la Plata, identificados y reconocidos como trofeos de guerra. “La represión no es una injusticia, es un método para liquidarte. No se trata de cuestiones injustas, sino más bien de posiciones de poder”, me transmite Elisabeth al finalizar nuestro diálogo en función de esta crónica. La mirada de Elisabeth es certera. “Si te plantas firme te van a querer voltear como sea, vivo o muerto, eso no importa. Para mí no cometen delito, acatan órdenes claras, que en este caso fue: ‘¡tráiganme un mapuche encapuchado!’”

Dos motivos fundamentados la movilizaron a Elisabeth Loncopan Huircapan, testigo directa del secuestro de Santiago Maldonado, a tomar la decisión de relatar lo que vio, escuchó y sintió el 1 de agosto de 2017. En primer lugar, existe una necesidad de, ante tanta confusión y pescado podrido (lanzado desde los medios masivos de comunicación y por el propio Ministerio de Seguridad de la Nación hacia la sociedad), clarificar hechos y circunstancias confusas. “Entiendo que es necesario aclarar algunas cosas”, me indicó primero.  “Esto es un sin fin de cosas que no cuadran, que no se entienden”, prosiguió después Elisabeth. En segundo lugar, y más determinante aún, Elisabeth siente que su vida está en constante peligro. “¡Tengo la soga al cuello. Falta que me pateen el banquito!”, me advirtió compungida antes de comenzar con su relato inédito (por lo menos en términos comunicacionales). Durante tres días seguidos, Elisabeth Loncopan Huircapan se comunicó conmigo y me relató minuciosamente hechos, lugares, frases y acciones que se desplegaron en la Pu Lof en Resistencia del Departamento de Cushamen.

“Se cumplían 30 días de la prisión de Facundo. Se había convocado a movilizar por su libertad. Era el tercer corte sobre la Ruta Nacional 40 desde que lo habían encarcelado. Arrancamos temprano con nguillatun (ceremonia mapuche) los que vivíamos en el lugar. Sobre el mediodía subimos hasta la guardia. Estaba llegando gente de El Bolsón. Ahí venía el brujo. Como a las 11:30 hs cortamos la ruta. No toda. Sólo el centro. Frenamos los autos y volanteamos. Los camiones quedaban detenidos. Los autos particulares pasaban, igual que los colectivos. Era intermitente el corte. Primero en una mano, luego en otra. Para las 15:00 hs estábamos aislados. Habían cortado (gendarmería) en la rotonda de Cholila y Leleque. Se desviaban ahí los autos. Quedaban los camiones nada más. Para las 16:30 hs ya no quedaba nadie en la ruta. Un rato había aparecido gendarmería, pero no se acercó. Recibimos algunas noticias (con nombres) de los detenidos en Bariloche y la información del inicio de la huelga de hambre de Facundo. No sabíamos bien qué hacer. Cerca de las 17:00 hs llega una camioneta que nos lee por altavoz la notificación del despeje de la ruta. Se mantienen a más de 1 km de distancia. Como a las 18:00 hs aparece el camioncito de GNA que se quedó toda la noche. Ya oscurecía así que nos quedamos en la casilla de guardia.”

Elisabeth mantiene un relato ordenado, pausado y fluido. No me costó mucho trabajo pasar cada frase directamente a la hoja blanco y luego a la computadora. ”Necesito un escritor”, me indicó ella como si mi labor como periodista fuera especial. La verdad es que prácticamente el texto que me envió no lo toqué. Más bien, mirando el cuadro de situación con cierta distancia, lo que necesitaba Elisabeth era (es) un espacio y una plataforma en la cual confiar su testimonio; un testimonio que se intenta acallar y que corre peligro de no ser publicado y difundido. Mi trabajo y responsabilidad radica, entonces, en acompañar la decisión de Elisabeth de hacer público este relato, colocando en tela de juicio, una vez más, la teoría oficial sobre la muerte de Santiago Maldonado.

“Era un momento muy tenso y estábamos desplegados como un puñado de personas en la ruta. ¡Había que estar atentos! Como a las 20:30 hs terminamos de ponernos al tanto de la novedades de los detenidos del Juzgado Federal y de Facundo. Organizamos la guardia. Ahí un grupo nos fuimos a dormir a la ruka (casa) que está como a 8 km de la guardia. La GNA estaba apostada en el cruce de la ruta 40 y la ruta 6 en el Maitén. Como a las 3 de la madrugada, ya del 1º de agosto, pasa un lanmgen y avisa que había entrado gendarmería al campo, que nos resguardáramos. Subimos hasta la guardia. No había nadie. El fuego estaba apagado. Estaba oscuro. En el cruce se veían luces de linternas. El vehículo tenía las luces apagadas. Al rato nos juntamos todos. Ahí cuentan que alumbraron con reflectores y que se escucharon balazos. Nos quedamos despiertos. El brujo contaba chistes. Un montón de chistes. ¡Se rió muchísimo! Lo retamos un par de veces, pero siguió igual. Estaba atento a los movimientos de los gendarmes. Nosotros ya estábamos más acostumbrados a estar vigilados todo el tiempo. Cerca de las 4:40 de la madrugada bajaron (los gendarmes) hasta el cruce caminando despacio. Los vimos cuando nos prendieron un reflector y empezaron a tirar balazos. Fueron como 15 minutos de disparos. A esa hora sacaron los restos de pinos quemados y una hilera de piedras. Mientras iluminaban con los reflectores, tiraban a cualquier bulto que pareciera una persona. No estábamos en la guardia. Alguien gritó tres veces ‘¡A la casita!’ Alumbraron y tiraron. Después que despejaron la ruta ellos se fueron al cruce. A esa hora estábamos todos ahí, despiertos.”

El relato de Elisabeth significa un documento fidedigno para identificar y reconocer los mecanismos de violencia que aplican de manera impune las Fuerzas de Seguridad de la Nación en contra de un grupo social étnico determinado. Ese otro que se persigue es un otro devaluado, estigmatizado, ridiculizado, marginalizado y criminalizado. Para el Estado Nacional, históricamente, ese otro vale menos que el resto de la sociedad argentina. Para el Estado Nacional y una parte de la sociedad, en el ser mapuche convive un gen constitutivo de su existencia e identidad que debe ser exterminado.

“Tuvimos que quedarnos acostados en el suelo hasta que se fueron. Estábamos tensos. Nos reíamos de las corridas. Nos reíamos de nervios para no estar mal. Había pichikeche (pequeña gente) ahí. Tratábamos de que no fuera tan grave, de bajarle un poco de tensión. La noche era oscura y fría. ¡Si contextualizás todo te desesperas! No era la primera vez que nos tiroteaban a la noche. Algunos se fueron a descansar, otros nos quedamos. El brujo contaba chistes y se reía. Cuando lo retábamos, nos decía: ‘si muero ahora quiero hacerlo riendo. La represión también va a llegar para mí’. Eso lo repitió muchas veces. Nosotros nos reíamos de la mala puntería que tenían los milicos.”

Las palabras de Santiago son como un hallazgo. Representan una prueba judicial irrebatible, presente, aunque ignorada dentro del escenario del crimen; una prueba presente que tengo la posibilidad de contemplar y discernir con detenimiento. Por la magnitud de la violencia que expresó gendarmería, Santiago Maldonado pudo deducir que algo malo le podía pasar.

“Después ya estuvo tranquilo hasta que amaneció. Había una niebla espesa y fría al amanecer. No sé veía nada. Se mantuvo así hasta como a las 9:00 hs. Cuando se disipó la niebla vimos que había un camión de gendarmería, por lo que entendimos que había cerca de 30 gendarmes cerca. Como a las 9:30 hs vemos que cruzaron hacia dentro del campo. Lo hacían medio agazapados. Uno se sube al techo para ver con unos binoculares. Y sí, estaban entrando. Para ese entonces sabíamos que iba a llegar gente de Esquel. Como a las 10:00 hs llega Soraya con Nery Garay. Se conversaron algunas cosas. Sobre todo cómo estaban Facundo y los detenidos. En ese momento empezaron a cruzar más gendarmes. Ya eran unos 15 dentro del campo. Soraya sale para Esquel con Nery y Nico Hernández. Le pedimos que esté atenta y que avise que ya habían entrado. Se discute qué hacer. Se decide salir a la ruta que estaba habilitada para llamar la atención. Un grupo sale a la ruta. Otros nos quedamos adentro. Yo quedé a cargo de las comunicaciones por cualquier inconveniente. El grupo que sale alcanza a llegar al asfalto, que está a unos 5 mts de la tranquera. Ahí se empieza a ver el despliegue de gendarmes desde el cruce. Eran más de 30. Salen corriendo. El grupo se despliega en la ruta. Avanza unos metros. Ahí se ve salir una camioneta. Les empezamos a gritar que vuelvan. Vemos que vienen avanzando (los gendarmes) por las vías del tren. Se empiezan a escuchar disparos, desde la ruta hacia adentro del campo. El grupo de lanmgen de la ruta empieza a meterse para adentro. Los gendarmes que vienen por las vías se detienen a unos 300 mts de la guardia. Se escuchan cada vez más cerca los disparos. Un grupo de lanmgen sale a la tranquera. De repente, vuelven a entrar a toda velocidad. Los gendarmes disparan y avanzan. Veo pasar a dos lanmgen corriendo. Agarro mi mochila y salgo detrás. Llego hasta unos pinos que están enfrente a la guardia. Me detengo y miro hacía atrás. Se acerca la camioneta y los gendarmes corriendo. Sigo corriendo. Busco llegar al río. Agarro hacia la izquierda del camino, como yendo hacia el Maitén. En el río hay sauces grandes y más monte donde te podés resguardar mejor y es más difícil que te vean. Los que ya habían estado en otras represiones sabían que tenían que cruzar e ir hacia lugares seguros. ¡Ese era un acuerdo implícito! Corro tratando de llegar a la orilla. ¡Le tengo mucho respeto y miedo al río! ¡Un trauma de niña! Entonces pensé en sólo resguardarme entre los sauces. No cruzar. Ahí me di cuenta que iba sola. Me frené y empecé a buscar a alguien, pero no la veía. Estaba como a 200 mts en diagonal, casi sobre la costa. Se escucharon disparos. Ahí me desesperé y volví para atrás. Volví a buscarlos. Ahí me crucé con una lanmgen que me dice que más adelante los gendarmes estaban en la orilla del río, que había que irse. Le pregunté si había visto a quién yo buscaba y me dijo que no, que sigamos. Lo dejé ahí y seguí buscando. Llegué hasta una carpa que había cerca de la orilla. Ahí veo que los gendarmes empiezan a formar una línea sobre la bajada que va al río. Se forman uno al lado del otro, mirando hacía la costa. Pensé: ‘si están formados entonces en el río no hay nadie’. Intenté seguir hacía la derecha volviendo, y veo que vienen 3 gendarmes entre el monte. Retrocedo entre los árboles. Freno. Miro hacia arriba y dos gendarmes se desprendían de la línea, bajando hacía mí. Otro me señala. Salí corriendo hacía el río esquivando monte y árboles. ¡Quería llegar al río! No miré hacia atrás. Sabía que me habían visto. Pensé que me iban a disparar, pero no sé escucho nada. Llegué a la orilla, cerca del agua. Veo una covacha, como un pozo. Una especie de cuevita. Me tiro ahí y me escondo. Me acurruco lo más que puedo y me escondo. Temblaba mucho. Parecía un cascabel entre la hojarasca. Traté de calmarme, de respirar lento para que no me escucharan. A los minutos escucho pasos. Estaba todo escarchado. La tierra crujía al caminar. Los pasos se frenan encima mío. Revuelven como corriendo ramas. Un hombre dice, ‘¿dónde está ese hijo de puta? ¿Seguro que agarro para acá?’ Otro de más atrás responde: ‘Si, vino para este lado. ¡Anda de capucha azul!’ Escuchar las voces sobre mi cuerpo me paraliza totalmente. Tuve la sensación que podían verme. Llevaba dos teléfonos en las manos. Uno estaba prendido. ¡Si me agarraban iba a tirarlo al río! El grupo de gendarmes sigue buscando. Avanza hacia la izquierda (como yendo al Maitén). Eran al menos cuatro. No se escucha nada por unos segundos. Luego otro grupo avanza buscándolo. Otro gendarme grita enfurecido. Tenía un tono norteño. Revuelven el monte y la hojarasca. Más atrás uno grita: ‘¡Acá está! ¡Quédate quieto! ¡Gendarmería!’ Los que están cerca mío vuelven corriendo. Ahí una voz agazapada dice: ‘¡Ya está! ¡Ya está! ¡Calmate!’ Se escucha el movimiento de ramas como si alguien saliera apurado de entre los sauces. Me asomo. Apenas se ven de espalda uniformados. Me vuelvo a acurrucar rápido. Miro el teléfono. Son las 11:45 hs. Veo el río. Comienza a asomar con fuerza el sol. Unos segundos de silencio y comienzo a escuchar pasos, golpes, machetazos, hachazos, golpes sobre el río. Ramas rotas, gente que va y que viene hasta las 12:20 hs. Ahí retorna el silencio, el cansancio, los nervios y el frío que cala dentro del hueso. Un momento que se torna una infinidad. Pienso en amigas y amigos, en mi familia, en mis compañeras y mis compañeros. Comienzo a incorporarme lento. De golpe, regreso a la realidad. Me paro rápido. Miro. No sé ve ningún gendarme cerca, ni arriba en la loma. Salgo corriendo lo más rápido que puedo. Apago el teléfono. Eran las 13:00 hs. ¡Tenía que cruzar el río! Ahí podría encontrar a algunos de los lanmgen. Busco un lugar donde hay árboles grandes. Me trepo. Caigo. Los árboles estaban húmedos. Intento de nuevo. Cruzo por encima del agua. Escucho que gritan: ‘¡Ahí viene la lanmgen!’ Termino de cruzar. El grito me permite dimensionar por donde ir. Sigo corriendo. Me encuentro con una lanmgen. Me dice que a quien buscaba está bien, arriba en el cerro, con un grupo haciendo guardia. Mi respiración jadeaba de forma entrecortada por el aire frío y la corrida. ‘¡Agarraron a uno! ¿Quién falta?’, pregunto. ‘Usted y el brujo. ‘Entonces a él lo detuvieron’, le respondo. Descanso unos minutos. Vamos hasta el lugar donde estaban los demás. Todos estaban mojados, con frío, encima de una fogata. Les decimos que agarraron al brujo. Si alguien sabe cómo se llama. ‘Santiago’, dicen. ‘¿Y el apellido?’ ‘Peloso’. Descansamos un momento. Salimos a buscar señal. Llamamos a Soraya varias veces. No responde. Nos comunicamos con otros lanmgen que iban a estar concentrados. Les decimos que hay un detenido por gendarmería: ‘Santiago Peloso, el lechuga’. Les pedimos que estén atentos (estar atentos se traducía en llamar al juzgado y a la comisaría cada tanto y preguntar cómo estaba el detenido).”

El relato oral de Elisabeth Loncopan Huircapan se vuelca a una hoja en blanco. La testigo es una sobreviviente. No se calla nada. Se resguarda, pero testifica desde la oralidad, una práctica milenaria que siempre perdurará, aunque se intente desprestigiar desde la academia y el poder judicial. Elisabeth Loncopan aún no ha testificado este relato ante la fiscalía federal porque sabe que es la misma fiscalía la que oculta pruebas e inventa pistas falsas. El testimonio de Elisabeth representa la dignidad del relato oral contra de la muerte miserable y sospechosamente silenciosa que proponen los terratenientes de la mal llamada patagonia argentina. El testimonio de Elisabeth Loncopan Huircapan es directo, conciso, veraz y conteste.

“No era la primera vez que estaba en medio de una represión. Para mí es un recuerdo terrible. Es triste y doloroso porque me recordó algo que había guardado y negado por mucho tiempo. Pasé mucho tiempo tratando de entender por qué tanto miedo, por qué tanta desesperación. Es increíble que haya tanta maldad en las personas, que sean capaz de hacer tanto daño.”

Resulta clave entender y analizar tres momentos específicos que menciona la testigo Elisabeth Loncopan. En primer lugar, resulta relevante la descripción detallada que hace Elisabeth de cuando Santiago es capturado. En segundo lugar, y en función de lo primero, es importante dimensionar la violencia incontenible y desmedida que ejercieron los integrantes de gendarmería para buscar a los integrantes de la comunidad. Por último, y en tercer lugar, es prudente vislumbrar el vínculo que mantenían (y que aún siguen manteniendo), a la vista de todos, la Estancia de Luciano Benetton con las Fuerzas de Seguridad Nacional. “Desde diciembre de 2016 el casco de la estancia de Benetton era el puesto de gendarmería. Ahí se había instalado previo a la represión de enero”, me ilustra atenta Elisabeth. Y continúa: “después, era sabido que las camionetas blancas eran de la estancia y que venían a dejarles cosas al colectivo de gendarmería tres veces al día”. Hechos que, por supuesto, tiran por tierra la teoría propuesta por el Ministerio de Seguridad alegando que Santiago se ahogó sólo en el río. ¿Habría podido usar el Ministerio de Seguridad esta misma teoría si la víctima era un joven mapuche? Durante las horas previas y posteriores que se llevaron a Santiago, la comunidad se mantuvo en silencio, como expectante. Las preguntas, los reproches y las deducciones llegaron más tarde.

“No hablamos nada. Algunos estaban muy pasados de frío, con toda la ropa mojada, cansados por la corrida. Los que estábamos menos mojados salimos a hacer las comunicaciones al cerro. Debíamos vigilar que no cruzaran para este lado. Yo me detengo en la mitad del cerro y hago las comunicaciones. Como no puedo comunicarme con Soraya, llamo a otros lanmgen y luego a Andrea. Otro lanmgen sale para otro cerro donde se tenía mejor vista. Subo hasta arriba y me encuentro con otro grupo. Les digo que agarraron al brujo. Teníamos un par de binoculares para vigilar. Vemos movimientos en la tranquera. No sé cuándo pasó que alguien dijo: ‘¡Se va el camioncito!’ Y relata la salida del eurocargo desde dentro del campo. Sale a la ruta. Llega al cruce entre la ruta 40 y la ruta 6 que va al Maitén. Hay movimientos de gendarmes. Se hace una hilera de uniformados. El camioncito se pone de culata. Hay una camioneta también. ‘¡Está pasando algo!’, relatan los de los binoculares. Sólo se ven bultos. ‘¡Ahí lo deben estar llevando!’, decimos. La camioneta sale rápido por ruta 40 hacia Esquel.”

Desde el lugar en donde se resguardó Elisabeth hasta el sector del río Chubut en donde fue hallado el cuerpo sin vida de Santiago Maldonado existen unos 150 mts de distancia. Las personas que estaban con Elisabeth recorrieron ese lugar de día, varias veces, durante las primeras horas de la desaparición y Santiago no estaba ahí. Incluso Lleral estuvo el 4 de octubre en ese mismo lugar y el cuerpo de Santiago tampoco estaba. Desde el puesto de la comunidad, al ser un lugar despejado y abierto, se podía distinguir con claridad si había algo en el agua. “La única certeza que tengo es que a Santiago lo detuvieron a las 11:45 hs varios gendarmes a orillas del río. Y que Lleral armó todo con prefectura para plantar el cuerpo. ¡Nunca estuvo en el río! Ni un día, ni dos”, insiste contundente y convencida Elisabeth. “Después, cómo lo sacaron ese día, qué hicieron con él, si lo torturaron o lo mataron de frío, son hipótesis sin ninguna certeza”, concluye incrédula la testigo.

“Ese día no se habla nada. Recién a las 17:30 hs se empieza a retirar la GNA. Del campo empezamos a cruzar de nuevo cansados, con hambre, frío, golpes. Volvemos por la orilla del río. Ahí nos encontramos con una carpa destrozada. Entonces, dimensioné los ruidos del mediodía. Estaba toda rota. Comida, ropa, cosas arrojadas al río que se veían flotar. Dos lanmgen suben a la guardia a dar aviso y ver a las lanmgen que habían quedado ahí (y otras personas que habían llegado). El resto seguimos por la orilla del río. Pasamos a buscar a un perrito que habíamos dejado atado. No se ven rastros del brujo. Vamos a la ruka comunitaria. No había llegado hasta ahí. Nos acomodamos y dormimos. A la madrugada nos despierta una lanmgen. Viene de Esquel. ‘¡El brujo no está detenido en ninguna comisaría! Ni en hospitales. En el Maitén tampoco está’. Un grupo decide salir a buscarlo con linternas. ‘¿Estará en el río? ¿En el monte?’ Me levanto. Hablo con la lanmgen. Le cuento lo que escuché. Le digo que es imposible que haya estado ahí (en el río). ¡Lo tendríamos que haber visto cuando volvimos!’ Le relato más o menos el momento. Insistían con qué quizás lo llevaron a Bariloche o a El Bolsón. Ella sale. Amanece. Y un grupo sale a buscar al río a pie y a caballo. Sobre el mediodía subo a la guardia. La gendarmería sigue con un colectivo en el cruce. No hay rastros del brujo en el río. No hay noticias de que este detenido en algún lugar. El día pasa rápido. Algunos lanmgen salen. Vienen otros. No se habla mucho. Se trata de acomodar la guardia. Se distribuyen las frazadas. Mucho abrigo se había perdido. Nos vamos a descansar. A la madrugada (cerca de las 2:00 am) llegan corriendo lanmgen. Iluminan con reflectores la guardia. ‘¡Capaz ya habían entrado!’, pensé. Traían caballos. Volvemos a salir corriendo en medio de la noche. Casi sin nada cruzamos el río de nuevo. Buscamos resguardo. Dormimos casi a la intemperie. Del otro lado se ven las luces y movimientos en el cruce. Un grupo se queda en la guardia durante todo lo que queda de la noche. Recién el 3 de agosto sobre el mediodía cruzamos a ver al grupo. No sabíamos que había pasado. Ahí llegó un compañero de El Bolsón. Nos dice que no se sabía nada del brujo, que no estaba en ningún lado, que a la tarde iba a ir Julio Saquero. Mandamos a llamar gente de Esquel. Julio de APDH Epuyén y Mabel estaban preparando un Habeas Corpus.”

Gendarmería se llevó a Santiago Maldonado delante de los ojos de varios testigos. El Estado Nacional Argentino junto con un empresario multimillonario complotaron para desalojar a una comunidad de su propio territorio. Nada novedoso. La novedad, quizás sí, radique en que el desaparecido no es mapuche (y esto puede resultar inaceptable para un país como Argentina que, como ya advertí, se gestó sobre un genocidio originario). Alguien o varios se equivocaron. Y de ese error no se puede volver. La víctima está muerta. Y el escenario de su muerte es tan absurdo como sospechoso.

“El 2 de agosto a la mañana se lo buscó por toda la orilla del río y nada. El 3 (ya jueves) nos reunimos como a las 16:00 hs los que quedamos del otro lado. Ahí se dijo que no estaba en ningún sitio. ¡Eso fue muy fuerte! Mientras estaban contando en qué pueblos se lo había buscado, alguien interrumpió, medio a los gritos: ‘¡Se lo chuparon! ¡Lo desaparecieron!’ Fue un caos. No sé entendía. Se explicó más o menos de qué se trataba, se nombró casos concretos, pero no sé entendía. La gente más cercana se largó a llorar, empezaron los reproches, los relatos entrecortados. Una situación terriblemente tensa y angustiante. Como a las 19:00 hs llegó un vehículo. Entró al campo. Se bajó gente. Se los recibió en medio de esa situación. Un hombre se presentó como Sergio Maldonado, hermano del brujo. ¡Otra vez tensión!”

Jurídicamente siempre se habla que el tiempo es determinante para entender y saber qué pasó en un caso de violencia institucional como este; se sobreentiende que las primeras 48 horas son fundamentales para resguardar pruebas y realizar las primeras acciones jurídicas. Pero así como esto resulta (aparentemente) evidente, también es sabido que es la misma maquinaria institucional la que se encarga de borrar las huellas de la violencia que produjeron las fuerzas de seguridad designadas, desplegando –en el mismo ejercicio– un sin fin de pruebas falsas para construir un enemigo interno dinámico (el perseguido siempre ha sido desde 1879 el ser mapuche, lo que cambia en la actualidad es la forma y los atributos negativos con lo que se lo caracteriza; el Estado Nacional ha forjado el imaginario del mapuche vago para actualizar su versión y difundir la presencia de un mapuche terrorista).

“Para nosotros fue y sigue siendo eterno. Fueron 78 días que no pasaban nunca. Siempre creímos en la posibilidad de que se lo hubiesen llevado a la estancia de Benetton. El camino que atraviesa la recuperación sigue derecho a la estancia. Nos imaginamos mil cosas. Incluso que lo tenían en un colectivo de gendarmería. En las noches era lo peor. Ahí la cabeza no paraba. Pero eso fue después. Para el 3 aún no entendíamos la dimensión de todo. Después de una semana recién nos volvimos a reunir. Ahí ya barajamos la posibilidad de que no estuviera con vida. Había pasado mucho tiempo.”