Sin su sabiduría milenaria, el desarrollo de algunos medicamentos quizá no hubiese sido posible. Fueron los indígenas quienes plantaron la semilla
La primera referencia, bien documentada, sobre la existencia de un veneno en flechas de gran poder letal entre los indígenas de Sudamérica, se encuentra en el libro “De Orbe Novo” de Pietro Martire d’Anghiera, publicado en 1516: “[…] es un menjunje destilado de los árboles en donde sumergen las flechas. Después de ser flechado, el animal empieza a perder la coordinación motora que, se desarrolla en flacidez muscular y parálisis flácida de los músculos locomotores. La muerte es la consecuencia de la parálisis de los músculos respiratorios. Sin embargo, no a todos se les permite preparar la mezcla que fue denominada como “curare”. Son las mujeres ancianas las expertas en este arte, se encierran por un tiempo con todo el material necesario, y durante dos días se quedan despiertas destilando la mezcla”.
Así que, no es de sorprenderse si el misterio de la preparación ha perdurado por cuatro siglos, así como también la identificación de las plantas que son utilizadas en ella. Solo en 1938-39, fueron identificadas las sustancias químicas (alcaloides) responsables de los efectos del “curare”, principalmente la d-tubocurarina.
La d-tubocurarina, debido a su estructura química, no es absorbida por el sistema digestivo y se elimina en las heces. No provoca efectos tóxicos cuando es inyectada en el organismo por una flecha; por lo tanto, es posible alimentarse de la caza sin el peligro de los efectos letales del veneno, lo que refleja el largo procedimiento de investigación y conocimiento de los indígenas.
La d-tubocurarina, bloquea el paso del estímulo de las neuronas motoras a las fibras musculares. Esta transmisión se realiza por la liberación de un neurotransmisor químico llamado acetilcolina, que se conecta a un receptor específico en la membrana de la fibra muscular, desencadenando en una contracción muscular.
La d-tubocurarina compite con la acetilcolina por ese receptor, impidiendo su acción, bloqueando la contracción muscular y, por lo tanto, induce una parálisis flácida. Este receptor recibe el nombre de receptor nicotínico de acetilcolina porque antes de que haya sido descubierta la acetilcolina, se constató que la nicotina, principio activo del tabaco, estimulaba este receptor.
Estos efectos de inmediato despertaron el interés de los anestesiólogos porque, de los anestésicos generales no se obtiene el mismo nivel de relajación muscular necesaria para varias cirugías como se obtiene de los curares. De esta forma, los curares se utilizan como auxiliares de cirugías como: de tórax, abdomen, y ortopédicas (cuando es necesario que haya una buena relajación muscular).
También se utilizan para facilitar la intubación de pacientes, para reducción de fractura y dislocación articular (cuando se deben hacer maniobras para alinear el hueso fracturado o para volver a colocar la articulación en su lugar). Aún se los utiliza para controlar contracciones producidas por el tétano, y por envenenamiento por estricnina y otras toxinas.
A partir de la d-tubocurarina, se desarrollaron otros bloqueadores neuromusculares para estos usos clínicos. Sin embargo, sin la sabiduría milenaria indígena, el desarrollo de estos medicamentos quizá no hubiese sido posible. Fueron los indígenas quienes plantaron la semilla.
Como se mencionó, la d-tubocurarina bloquea a los receptores nicotínicos de la acetilcolina (ya que fueron descubiertos a través de estudios que determinaron el mecanismo de acción del principio activo del tabaco, otra planta indígena de las Américas). Fumar, masticar y oler tabaco es una práctica indígena que se introdujo en Europa después del descubrimiento de América.
Aunque no tiene un uso terapéutico, la nicotina fue fundamental para entender como funciona nuestro organismo, así como también permitió desentrañar el funcionamiento de la unión neuromuscular. La nicotina, como herramienta farmacológica, contribuyó a la compresión del sistema nervioso autónomo que controla todos los sistemas de nuestro organismo como: el cardíaco, respiratorio, digestivo, renal y genital. Así como también partes importantes del cerebro relacionadas con el aprendizaje y la memoria.
En consecuencia, esta planta indígena fue fundamental para el conocimiento de nuestra fisiología, develando los mecanismos de funcionamiento de nuestro organismo, pero no fue solo eso. Los indígenas de toda América nos enseñaron otra forma de administrar medicamentos: vía nasal.
Los indígenas también consumían tabaco en forma de un polvo para aspirar, genéricamente denominado rapé. La mucosa nasal tiene una perfusión sanguínea muy alta que, permite la absorción de muchas sustancias, lo que hace que lleguen a la circulación más rápido y puedan producir sus efectos.
Es una vía de absorción que impide que los medicamentos pasen por el sistema digestivo, donde muchos son anulados. Otras plantas indígenas cuyos principios activos no pudieron superar las diversas barreras del sistema digestivo al administrárse vía oral, fueron utilizadas en forma de rapé.
La gran mayoría de estos rapés están constituidos por principios activos alucinógenos que no llegan a la circulación por vía digestiva. Estos rapés se utilizan en ceremonias religiosas y en el chamanismo. Despierta mucha curiosidad como los indígenas descubrieron la administración vía nasal.
Es posible que fueron siglos de investigación y empirismo. En la actualidad se utiliza la vía nasal para administrar una serie de medicamentos gracias a la ciencia indígena.
Estos rapés, así como otras plantas de uso ceremonial indígena, producen sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central, que aún son estudiadas por la “medicina blanca”, ya que producen efectos a menudo similares a las psicosis. La mescalina, la psilocibina, la dimetiltriptamina, la harmina y otros principios activos tienen efectos que pueden ayudar a comprender enfermedades mentales como la esquizofrenia y la depresión. Algunos se pueden usar para tratar estas enfermedades, como la harmina, que tiene efectos antidepresivos y analgésicos.
El artículo original puede encontrarse en el sitio web de nuestros asociados
Traducción del portugués por Erika Rodriguez