No me sorprende que este gobierno haya caído. Me sorprende que haya iniciado. Sin una visión de sociedad, sin un proyecto social y ambiental, el gobierno amarillo y verde se formó con el único objetivo de permitir que las dos fuerzas tomaran el poder y pudieran consolidarse, cada una por su lado, dándose cuenta de los intereses de cada una de las dos partes para fortalecer el consenso en su propio ámbito electoral: la lucha contra la inmigración, cien impuestos fijos para la Liga, los ingresos de la ciudadanía, un poco de moralidad política y una reducción del número de parlamentarios del partido M-5S.
Una postura indistinta de ambas partes que se basaba en el supuesto de que lo que le interesaba a una de ellas no comprometía lo que le interesaba a la otra. Y al principio funcionó en decisiones que causaban sufrimiento a los que no tienen poder (migrantes) y garantizaban mejoras a ciertas categorías (jubilados y sin ingresos) sin disgustar a nadie porque estaban endeudados, luego se sacaron los trapos al sol a la hora de abordar cuestiones en las que existen diferencias, no sé si por cálculos electorales o por una profunda convicción. Me refiero en particular a la autonomía regional y a las grandes obras, en las que una de las dos partes tuvo que ceder y salir impune de su electorado. Como es de nuestro conocimiento: la presencia en el gobierno le permitió a Salvini llevar a cabo su canallada xenófoba duplicando el consenso, mientras que el M5S se ha reducido a la mitad, tal vez destinado a un declive lento, pero inexorable. Un meteorito que según parece desapareció porque sin una clara intención e identidad se crea un fuego de paja, no una llama que dure. Las aclamaciones se construyen a partir esto, no un gobierno. Para gobernar un país se necesita una idea de sociedad y economía, que, lamento decir, el M5S no tiene, oscilando entre crecimiento y decrecimiento, mercantilismo y dirigismo, europeísmo y nacionalismo, sobriedad y consumismo, rigor y deuda.
Ahora tenemos dos problemas: amortiguar la emergencia y construir un proyecto a largo plazo. En cuanto a la emergencia, estaría a favor de una solución que posponga las elecciones: serviría para enfriar el consenso hacia Salvini, a quien considero una amenaza real al autoritarismo, al individualismo, al espíritu xenófobo, a la voluntad arrolladora de derribar el terreno común. Un gobierno de transición que intente remediar las peores medidas anti-migrantes del año pasado, que intente evitar el aumento del IVA, que intente detener las crisis industriales en curso, que intente introducir medidas correctivas hacia una mayor equidad y el fortalecimiento de servicios esenciales como la salud y la educación, que intente impulsar el empleo en el sector público. En resumen, que intenta hacer un cambio en el riguroso neoliberalismo que nos ha gobernado en los últimos años y que ha llevado a un aumento de los hábitos precarios en nuestro país. Dada la distribución de fuerzas en el Parlamento, no creo que sea posible un gobierno a largo plazo. Para un programa de gobierno duradero, necesitamos una unidad de pensamiento que no existe hoy en día, por lo que es mejor ser honestos y hacer sólo lo que se puede hacer, que es limitar el daño.
Al mismo tiempo, tenemos que trabajar por la reactivación de una visión política capaz de abordar los problemas que cinco siglos de subdesarrollo nos han dejado como legado. Y aquí no tiene sentido encerrarnos en la vieja visión nacionalista que divide al mundo en banderas. Por el contrario, necesitamos una visión clara de los valores y la conciencia de que el problema no es Europa como principio, sino Europa como aplicación. El problema no es Alemania, el problema es una visión de Europa que ha colocado los principios mercantilistas en la base de su construcción, lo que ha dado lugar a una cierta gestión del euro, una cierta gestión de la deuda pública, una intensificación de la competencia entre los Estados miembros basada en la reducción salarial y unos sistemas fiscales cada vez más flexibles para las empresas. Necesitamos la capacidad de reconocer nuestros errores históricos hacia el Sur y de cambiar las reglas del comercio y la cooperación internacional para corregir las distorsiones más graves que la migración forzada causa hoy en día. Necesitamos la capacidad de pensar en un verdadero proyecto de transición ecológica que no se limite al sector energético, sino que se extienda a la economía circular y a formas más racionales de consumo para ahorrar en todas las materias primas y reducir la producción de todos los residuos. El aplazamiento de las elecciones podría darnos tiempo para devolver el debate político a los verdaderos temas que tenemos ante nosotros y dejar claro que sólo con una nueva visión inspirada en la inclusión, la justicia, el bien común y la sostenibilidad podremos garantizar no sólo un futuro, sino también encontrar soluciones a los problemas más urgentes que nos preocupan hoy.
Traducción del italiano por Nicole Salas