Al otro lado de la cordillera se han generado acuerdos sociales entre las distintas izquierdas y posiciones antimacristas para sacar al gobierno y lograr un pacto social que les permita salir de la crisis. Esa forma de organizarse, está siendo un efecto de demostración que se espera repetir en Brasil, Ecuador y más.
Por Cristóbal Mardones
El avance de la ultra derecha a nivel mundial es un hecho, con consecuencias evidentes: sociedades que han retrocedido en materias valóricas, de derechos humanos y en todos los tipos de discriminaciones. Se nota un aumento en la desigualdad y aún peor en el desempleo, algo que supuestamente ha sido la gran promesa de estos tipos de gobierno.
Chile y Latinoamérica no está ajena a esto, hemos presenciado como re aparecen exactamente todos estos puntos, trastocando todo supuesto sentido común.
Es innegable que el discurso y las acusaciones de corrupción en los gobiernos progresistas, sumado a la crisis venezolana, han ayudado a estos movimientos cercanos al neofascismo, en dar argumentos para convencer a la población de votar y tomar posturas en contra de sus propias libertades, generando un “síndrome de estocolmo” como una enfermedad social.
Porque si el motivo del ciudadano era la corrupción, es inexplicable que gente como Piñera o Macri llegaran al poder, a través de una elección popular, creyendo que ellos combatirían estos mismos problemas, de los cuales ellos se vieron directamente beneficiados haciéndose de sus fortunas.
Con esta ciudadanía cuartada de pensamiento y decisiones, flagelándose directamente, en especial al interior de nuestro país, donde este grupo extremo obtiene un 8% en las últimas presidenciales, no da lo mismo lo que pase en las elecciones en Latinoamérica. Necesitamos involucrarnos con una postura de apoyo, para frenar los retrocesos que estamos viviendo.
Hoy, con todos los errores y aciertos, en Argentina se vuelve a presentar Cristina Fernández. Esta vez va como vicepresidenta, levantando una alianza totalmente amplia entre los sectores contra al macrismo. Unión que encabeza Alberto Fernández, quien estuvo en el gobierno de Néstor Kirchner en uno de los momentos más difíciles en materia económica de ese país y solo superado por la actual crisis.
Estas elecciones no solo puede sacar del hoyo profundo que viven los argentinos, también puede ser el aire alentador para la región, donde solo nos queda la resistencia que plantea Evo Morales en Bolivia, y López Obrador en México.
Pero estas investiduras no son solo un simbolismo que puede hacer respirar a las izquierdas, sino también un apoyo en materia de acuerdos sociales y económicos. Es necesario que un país con una población grande, como la de Argentina, vuelva tener una ruta progresista que tan buenos resultados les dio de manera indiscutible, para que pueda apoyar directamente los procesos que comenzarán a vivir los demás países, en el siguiente año.
Al otro lado de la cordillera se han generado acuerdos sociales entre las distintas izquierdas y posiciones antimacristas para sacar al gobierno y lograr un pacto social que les permita salir de la crisis. Esa forma de organizarse, está siendo un efecto de demostración que se espera repetir en Brasil, Ecuador y más.
Por ello que es preocupante que en Chile, personajillos de la izquierda y el Frente Amplio sigan alimentando la teoría de apuntar con el dedo a la región, haciéndose partícipe del daño social que hizo el discurso de la corrupción como ente sistemático solo de un sector, también que sigan apelando a la supuesta “reflexión” que deberían hacer los demás, ya que, en el caso específico de Argentina, la ciudadanía no puede seguir esperando, la crisis social es más grande que la vivida el 2001 y necesita las transformaciones ahora.
Esperamos que la dupla Fernández – Fernández nos de un respiro social para América Latina, que sea la primera señal del fin relámpago de derecha fascista y coloque nuevamente a caminar a esta región, por un paisaje que busque destruir las desigualdades sociales, logrando obtener nuevamente las libertades perdidas y avanzar por más.