Por Sheila Pierre Louis
Hace unos días saltaba la noticia de un niño senegalés de 10 años que había sido heroicamente rescatado por una socorrista en una playa de Palma de Mallorca. El titular con el que se publicaba la noticia era: « pensaba que no me ibas a sacar porque soy negro ». Frase que evidentemente todos los medios quisieron resaltar, pero que curiosamente, ninguno analizó.
Estuve un par de horas leyendo en los diferentes medios la noticia, en todos escrita bajo el mismo patrón, por no decir con las mismas palabras. La noticia se centraba en la socorrista que fuera de su turno de trabajo había visto al niño arrastrado por la corriente y había decidido adentrarse en el mar embravecido para sacarlo. Sin ninguna intención de quitar mérito a la mujer que arriesgó su vida para salvar al pequeño, yo no podía entender por qué no se hablaba más de él. ¿Quién era ese niño? ¿Cómo se llama? ¿Por qué estaba allí? ¿Estaba de vacaciones? ¿O acaso es sólo otro niño negro sin nombre ni historia rescatado de las olas?
Volvamos por un momento a la frase con la que se titulaba la noticia: «pensaba que no me ibas a sacar porque soy negro». La verdad es que sólo leerla se me hiela la sangre, escuchar a un niño de diez años afirmar en voz alta que creía que el racismo podía costarle la vida. A menudo cuando hablamos de la falta de referentes afro en nuestra cultura nos llaman exageradas o victimistas. Yo nunca había tenido tan claro como hoy hasta qué punto puede afectar a la autoestima de un niño que las únicas personas que vea en televisión que se parecen a él estén muriendo ahogadas mientras el mundo mira impasible. Entonces, para asombro de los medios de comunicación que publican esas imágenes el niño espera el mismo destino que ha visto tantas veces.
Me parte el corazón pensar que un niño de tan corta edad pueda tener tan dentro suya la idea de que de algún modo su vida valga menos que la de otra persona, si no para él, al menos para otras personas. El niño no dice, pensaba que no me ibas a sacar porque el mar está muy picado. El niño sabe que ése no es para él su mayor peligro.
Me parte el corazón porque soy capaz de empatizar totalmente con ese niño. Yo también he crecido con esa presión en el estómago que crea el racismo y te hace sentir que tienes menos posibilidades que los que te rodean.
Las únicas personas parecidas a nosotras vienen a morir al mar. Y así nos ven. Y así nos vemos. Así, el racismo ya no nos hace falta, porque lo traemos de casa, tan profundo que ni siquiera lo vemos.
A menudo digo que ser una persona racializada me hizo politizarme muy joven y mucha gente no entiende el por qué, ahora les pregunto, ¿creen que un niño blanco de diez años temiendo su muerte inminente pensaría en su color de piel? ¿No les parece sintomático de una sociedad enferma que un niño negro de diez años sí lo haga?
La ironía es que los medios de comunicación que crean la alarma social contra la migración comparten la noticia sin ser capaces de ver la conexión entre ambas.