Por Adrián Torres Canales*
Una publicación reciente de Jeffrey Pfeffer, sostiene que «el trabajo está matando a la gente y a nadie le importa». Esto debería alertarnos, porque en Chile hay claros indicios de que este fenómeno no nos es ajeno. Especialmente cuando la OMS ha incorporado el desgaste profesional, conocido como «burnout», en la Clasificación Internacional de Enfermedades, que se utiliza para establecer tendencias y estadísticas sanitarias, describiéndolo como «un síndrome […] resultante de un estrés crónico en el trabajo que no fue gestionado con éxito» y que se caracteriza por una sensación de agotamiento, cinismo o sentimientos negativos relacionados con su trabajo, y una eficacia profesional reducida.
A nivel internacional, tenemos el ejemplo de la Universidad de Alicante, que llevó a cabo una investigación acotada al periodo 2000-2018, cuyo objetivo fue explorar los métodos de abordaje de la fatiga por compasión en los profesionales de enfermería. La conclusión del trabajo, fue que la fatiga por compasión es un riesgo potencial en enfermería, aunque se puede prevenir y tratar. Si bien, las intervenciones encontradas fueron positivas y eficaces, también se estableció que se necesitan más investigaciones para aumentar el abanico de recursos de afrontamiento.
Estudios españoles y mexicanos, por otra parte, reportaron la frecuencia de burnout en las policías de estos países, midiendo despersonalización, agotamiento emocional y baja realización personal. En el mismo sentido, uno de los pocos estudios cuantitativos realizado en nuestro país (2007), en Carabineros de Chile, constató que el 48,7 por ciento del personal que laboraba en las unidades policiales que se preocupan de problemáticas humanas de complejidad e impacto (maltrato y abuso de menores, muertes por accidentes de tránsito y delitos de magnitud), mostraban altos indicadores del síndrome.
En estos días, han surgido iniciativas desde el gobierno para enfrentar los problemas de salud mental en jóvenes. Sin embargo, en el mundo laboral, aún no hay un trabajo sistemático para afrontarlo, porque faltan datos cuantitativos y cualitativos; más aún si tratamos de objetivizar qué ocurre en laborales públicas de alto impacto y sensibles para la sociedad, como es el actuar de las policías. Es altamente probable que, de ser estudiados, encontremos hallazgos significativos de stress laboral crónico, en profesionales y funcionarios que cumplen estas labores.
En nuestro rol como Universidad pública de excelencia, tenemos la convicción que este tema debe ser estudiado. Primero, estableciendo que la salud mental de nuestros profesionales y funcionarios, no es solo un problema sanitario, porque la eficacia de la gestión de sus mandatos, pueden verse afectados con la prevalencia de este síndrome. Por tanto, realizar una evaluación diagnóstica del estado real de la salud mental de sus profesionales y efectivos e identificar las causas de aquella, nos permitiría hacer un conjunto de recomendaciones para poder superar los factores críticos.
Desde la Universidad de Santiago, queremos aportar en esta línea. Sabemos que la red asistencial pública no tiene las capacidades para enfrentar este flagelo. Sin embargo, creemos que ser una universidad de excelencia, nos obliga a actuar en el marco de nuestra vinculación con el medio, en temas tan sensibles como este y que afectan directamente a las personas y la ciudadanía.
* Profesor investigador Escuela de Medicina, Universidad de Santiago de Chile