Por Jerome Irwin
Típicamente, como la mayoría de los canadienses, estoy profundamente preocupado por muchos temas de gran urgencia que ocurren en Canadá y el mundo en general como el curso y la dirección de las próximas elecciones federales; lo que algunos llaman mansamente el cambio climático, mientras que otros, debido a la grave amenaza que representa para la propia continuación de la vida en el futuro de todas las especies humanas y no humanas, más correctamente lo consideran una crisis climática de una naturaleza inigualable; una amplia gama de las promesas históricas violadas que se han hecho a los pueblos indígenas y aborígenes de Canadá de honrar y respetar su lugar único en la sociedad canadiense, así como la violación de las mismas promesas históricas que también se han hecho a los canadienses no indígenas sobre una amplia gama de cuestiones relacionadas, una de las cuales es especialmente la urgente necesidad de que los políticos y el gobierno de Canadá demuestren a la sociedad canadiense que se está tomando una medida concertada, tan rápido como se pueda hacer tangiblemente, para así demostrar los varios cambios creativos e innovadores y reales que se pueden hacer para realizar en un futuro cercano y distante una forma de vida verdaderamente libre de petróleo y con menos emisiones, no para el año 2025-2030-2040-2050 o 2100, sino ¡AHORA! ¡HOY!
Sin embargo, esto parecería una tarea difícil, casi imposible, de realizar cuando en todos los comerciales de todos los canales de televisión, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, especialmente durante todos los grandes eventos deportivos y culturales, anunciados en todos los periódicos y revistas de estilo de vida popular; mostrados repetidamente durante todos los preestrenos en todos los teatros del país, o lo que las celebridades de la cultura pop y los personajes notables de la sociedad alardean todos los días, los 365 días del año, de todos los automóviles y los productos flash que eligen para comprar y que se sugieren a todos los niños y a los futuros ciudadanos de todo el mundo que de esto es lo que se trata la «Buena Vida».
Desde el Acuerdo de París ha quedado evidentemente claro que Canadá y el mundo en general están demasiado inmersos en la antigua vida petrolera del pasado como para hacer cambios significativos más allá de lo que hasta ahora se han hecho, de forma poco entusiasta, a medias, para cambiar cualquier cosa y todo lo que tiene que ver con la forma en que la civilización humana va, desea ir o presumiblemente puede ir. Todos estamos encerrados profundamente en el Lodo Negro Crudo que representa el decaído detritus colectivo del lejano pasado prehistórico y arcaico del planeta, que existía mucho antes de que los humanos como especie estuvieran aún en el planeta. Sin embargo, los humanos siguen intentando buscar por todos los medios posibles, mientras se adentran aún más profundo en las entrañas de la tierra, para traer de vuelta a la superficie esta realidad en el siglo XXI algo que cree que hará una forma de vida que considera deseable y, sin embargo, como todo adicto con cualquier sustancia a la que sea adicto, gradualmente y de forma predecible los irá matando y matará a todos sus descendientes cuanto más tiempo permanezcan juntos.
La evolución más reciente de este proceso adictivo se puede ver por lo que algunos ahora dicen que es «El sueño aborigen de Canadá que podría poner fin a la Pesadilla TransMountain de Justin Trudeau». Uno sólo tiene que buscar en Google cualquier motor de búsqueda que tenga que ver con un llamado Oleoducto de Reconciliación o Proyecto Reconciliación para darse cuenta de la larga lista que existe entre el número de compañías de energía basadas en la codicia del petróleo, empresas nativas emprendedoras y sus promotores corporativos de medios de comunicación que ahora se están insertando y lanzando esta última aventura en el abismo sin fondo de un mundo perpetuo cargado de petróleo. Mucho se está haciendo de la promesa de lograr una Reconciliación que ha angustiado Canadá, y de la culpa nacional sin resolver que alberga por el trato histórico de los pueblos aborígenes, desde el primer encuentro entre las culturas del Viejo y Nuevo Mundo y la Confederación.
Se dice que todavía existen unos 350 millones de pueblos indígenas en el mundo que actualmente poseen el 80% de la biodiversidad del planeta. Pero su propia existencia está bajo una seria amenaza por mega proyectos económicos corporativos petroleros como el desarrollo de la Ruta de la Seda de China en todo el Medio Oriente y África. Es alarmante lo que los seres humanos siguen concibiendo, con proyectos megalómanos como la Ruta de la Seda, y lo que la dirección de tales proyectos presagia para el futuro de todo el planeta de las especies no humanas, por no hablar de los pueblos indígenas del mundo que están siendo desalojados en masa a todas partes de sus territorios tradicionales por el bien de estos mega proyectos de desarrollo. El hecho es que dondequiera que existan incursiones de esta clase de mega proyectos en Medio Oriente, Egipto, África y, de hecho, en toda Europa y en los propios Estados Unidos, los pueblos indígenas son los primeros en ser desalojados y los primeros en sufrir gravemente. No sólo eso, sino que la fijación total del mundo con esas iniciativas económicas significa que los pueblos indígenas y sus territorios sagrados serán los primeros en desaparecer, por no hablar de lo que toda la expansión y el desarrollo económico continuo en este sentido significa para la continuación de la violación y el pillaje de los recursos naturales de la tierra, los minerales y la vida nativa no humana, para que continúe un proceso expansionista incesante que no hace otra cosa que alimentar la insaciable avaricia humana para siempre.
El concepto ahora de otro oleoducto, aunque esta vez dado por empresarios aborígenes de la Primera Nación, que triplicará la capacidad del crudo que será transportado a través de los territorios sagrados de tantos pueblos indígenas y no indígenas indispuestos, es abominable. Se opone a la promesa original de Canadá hecha a todos los canadienses en los Acuerdos de París de tomar medidas rápidas y significativas para pasar de una economía no sostenible basada en el petróleo a una verdaderamente verde y sostenible. Si los pueblos nativos de Canadá no van a ser más que los nuevos reyes del petróleo a través de su llamado Proyecto de Oleoducto de Reconciliación, ¿cómo es que triplicar el crudo de las arenas con alquitrán encaja en este cambio hacia una economía verde? ¿Cómo es posible seguir absorbiendo hasta la última gota de las pura aguas ancestrales, limpias y sagradas que se encuentran debajo de la provincia de Alberta, que seguirán siendo contaminadas y destruidas para siempre, que está convirtiendo a Alberta en una zona de sacrificio nacional virtual para que Canadá siga negándose cobardemente a tomar las difíciles decisiones y elecciones que deben tomarse para el bienestar futuro de todos nuestros hijos y de sus hijos, siete generaciones después? ¿Cómo va a convertirse esto en un modelo para el futuro si, al preocuparse más por no romper más promesas a los pueblos indígenas de Canadá, ahora simultáneamente rompe las promesas del gobierno hechas a todos los canadienses de trabajar hacia un futuro más verde, más brillante y más saludable? Si otros pueblos indígenas del mundo hicieran lo mismo, y se convirtieran en cómplices y compañeros de los oscuros operativos de Juggernauts como la Ruta de la Seda o el Oleoducto de Trans Mountain, ¿cómo los hace eso diferentes a otro jugador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) entre todos esos abusadores merodeadores que marchan por todo el mundo?
El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los Pueblos Indígenas está tratando de desempeñar su papel, a través de un Foro Mundial de Paisajes celebrado recientemente en la Conferencia de Bonn sobre el Cambio Climático, y ha presentado al mundo un Enfoque de los Derechos Indígenas como Solución a la Crisis del Cambio Climático. Toda la vida de este escritor, como activista y como escritor, se remonta a lo que algunos llaman «Esos primeros Días Espirituales del Salvaje Oeste», que tuvieron lugar durante la ocupación de Alcatraz, tiempos empleados con los ancianos tradicionales de Dakota y Lakota en lugares como Crow Creek y Wounded Knee y, más recientemente, durante el despreciable desastre del Oleoducto de Acceso de Dakota, cuando esos años formativos en las responsabilidades espirituales hacia la vida comenzaron por primera vez a escuchar con amplitud las voces de los Pueblos Indígenas tradicionales. Muchos de los que estuvieron presentes durante esos tiempos anteriores y los más recientes se han dado cuenta rápidamente de que las enseñanzas que han recibido de los ancianos tienen muchas respuestas que dar sobre la vida, la belleza y la salud de los seres humanos y de la tierra.
Más recientemente, este escritor llevó esta responsabilidad un paso más allá al generar el artículo «el grito de guerra del agua y no del petróleo del planeta azul», que busca amplificar la voz de Giindajing Guujaaw, un jefe tradicional de la Nación Haida que tiene lo que se cree es una de las críticas más sensatas hasta ahora escuchadas sobre proyectos como el Sueño imposible del Oleoducto de Reconciliación y la forma en que todos debemos comportarnos en el futuro.
Una pregunta importante que se debe hacer y a la que hay que responder ahora es: « ¿Se está proponiendo la reconciliación real del sueño imposible o es una especie de venganza través de un chantaje cínico de reconciliación? ». El artículo de este escritor, como una respuesta, sigue dando vueltas lentamente entre varios círculos de pueblos indígenas y no indígenas.
En la búsqueda de sus propias respuestas, cada canadiense y ciudadano del mundo ahora necesita aclarar por sí mismo, a su ser querido y su gente cuáles son los verdaderos problemas.
Jerome Irwin es un escritor independiente que, durante décadas, en North Vancouver, Columbia Británica, Canadá, ha tratado de llamar la atención sobre los problemas de sostenibilidad causados por los excesivos megadesarrollos, los horrores resultantes de la congestión del tráfico, la pérdida de vecindarios de una sola familia y un sinnúmero de cuestiones y preocupaciones ambientales, ecológicas y espirituales relacionadas que existen entre las filosofías conflictivas de los pueblos indígenas y no indígenas.
Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño