Las imponderables que no pueden controlar las gestiones gubernamentales como por ejemplo las temperaturas, ponen al descubierto su tipo de gestión. En uno de los inviernos más duros de los últimos años en Argentina, las bajas temperaturas han puesto en evidencia la ausencia de un Estado que responde a un modelo que mata, el del neoliberalismo y la desigualdad.
Han sido los días y las noches más frías del año y en Argentina seis personas se encontraron con la hipotermia dizque como causa de muerte. En realidad los mató la intemperie a la que el Estado los condenó en la que les asaltó un crudo invierno que nada de culpa ni responsabilidad tiene frente a la inoperancia de un gobierno que se ha dedicado a aumentar vorazmente el hambre y la exclusión.
El frío extremo ha hecho lo suyo dejando al desnudo las consecuencias del ajuste y la crisis económica y social que se vive en Argentina. El gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no puede ocultar –aunque quisiera–, el aumento de personas en situación de calle, sin embargo las cifras oficiales arrojan datos que provocan la indignación y la risa: sostienen que aumentó en cinco años de 840 a 1140 personas. El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) divulgó en los últimos días los datos que surgen del segundo censo popular de personas en situación de calle: 7251 en total, de las cuales 5412 viven en la intemperie, 870 son población infantil y 1600 están por primera vez en la calle. Y en efecto, basta con ser transeúnte de esta ciudad para contrastar la mentira oficial con la realidad.
La calle no es un lugar para vivir y mucho menos para morir. Pero la región entera se está sumiendo en un panorama en el que los Estados se vuelven contra sus ciudadanos. En Colombia la gente muere porque la matan facciones paramilitares por su rol de líderes sociales ante el descarado silencio del gobierno; en Brasil la gente muerte porque la matan en crímenes de odio, un odio exacerbado desde la silla presidencial y en Argentina, la gente muere porque la mata el frío en la intemperie al que el Estado nos condena. ¿Acaso este sistema se empeña en meternos la muerte a cualquier costo que lo único que hace es matarnos de la manera que sea?
No se trata de morir por hipotermia: se trata de que nadie debe vivir en la calle. A tan sólo cinco cuadras de la Casa Rosada, el lugar desde el cual oficia como presidente Mauricio Macri, murió Sergio Zacarías poniéndole el cuerpo a un sistema perverso que nos condena, la paradoja de la cercanía tan lejana que hay entre las realidades de los que nos gobiernan y los que somos gobernados, o mejor, los que somos olvidados. No se trata de morir por hipotermia, se trata de tener un techo y un plato de comida caliente en una mesa, se trata de tener trabajo y condiciones dignas de vida, y de muerte también.
La capital argentina está llena de Sergios en sus esquinas por más esfuerzo que haga el gobierno en disimularlo con plantas bonitas, cartelitos coloridos, ecobicis y luces led. Lejos de la falta de empatía de una gestión a la que poco le importa la realidad que viven las personas, está la gente juntando frazadas, ropa de invierno, comida y todos los demases que se necesitan en la cotidianidad de cualquier persona.
Desde organizaciones sociales, universidades y clubes de futbol han abierto las puertas de sus instalaciones para recibir donaciones, y algunas para alojar a las personas en situación de calle en este invierno. Mientras tanto un funcionario del gobierno de la ciudad dijo en una radio que las personas mueren de frio en la calle básicamente porque quieren, argumentando que son ellas quienes eligen no ir a los paradores (lugares dispuestos para el pernocte de estas y estos ciudadanos) que además de ser pocos han sido objeto de bastantes críticas por no estar acondicionados para ello.
Del mismo modo el ejército de trolls oficialistas desde la calefacción y confortabilidad de sus lugares, emprendieron una campaña de divulgación en redes sociales en la que sostuvieron que las personas que están en la calle son pagas para tal fin. Y sostuvieron que la decisión de River Plate de abrir las instalaciones de su club para alojarlas era una operación de la oposición, atendiendo como es su costumbre a la confusión y no a las necesidades de la gente.
Es obsceno el accionar del gobierno y sus sostenedores: anuncian festejos para el 9 de julio, fecha en la que se conmemora la independencia de Argentina, pero ¿acaso se puede festejar con gente muriendo en la calle? Aparentemente sí se puede, ellos pueden y lo hacen porque sustentan sus lógicas en las dinámicas de la meritocracia pasándole las responsabilidades estatales a las personas, algo propio de modelos como los que nos gobiernan. Se trata de esa idea que instalan haciendo creer que la gente elige su destino y que si les tocó vivir y morir en la intemperie habrá sido porque lo eligieron, como si en esta realidad de hambre y desolación, elegir fuera verdaderamente una opción.
La muerte de Sergio Zacarías y de cinco personas más es el último eslabón de una cadena de frío y ausencias estatales. No los mató el frío, sino a indolencia de un Estado ausente. Hay hambre, no hay trabajo, hay chicos y chicas que no tienen gas en las escuelas, hay rabia e indignación y la firme intención de que este largo invierno de casi cuatro años esté cada vez más cerca de su fin.