El sistema de transporte llamado “Uber” dio lugar al neologismo que denomina a relaciones laborales mediante plataformas y aplicaciones digitales. Los trabajadores figuran como autónomos, no hay un patrón en el sentido tradicional, y grandes empresas se quedan con una parte importante por manejar el sistema.
Por Juan Manuel Lucero
La uberización ha tendido y tiende cada vez más a precarizar el trabajo”, entendiendo a este último por “trabajo asalariado”, dijo el sociólogo Carmelo Cortese al analizar los empleos laborales dirigidos desde plataformas digitales, fenómeno que tuvo uno de los primeros y más resonantes casos en el mundo en el sistema de transporte “Uber”, y de allí surgió el negologismo que define a la modalidad.
Este informe de VCF explora la pretendida independencia de los trabajadores y trabajadoras que se adhieren al uso de una aplicación en sus celulares y de esa forma obtienen un trabajo. Una subordinación laboral que disfraza la relación entre el trabajador y su empleador.
Además, usuarios de plataformas contaron sus experiencias en este “nuevo mundo” de relaciones laborales, y explicaron cómo funcionan los algoritmos de asignación de pedidos, el salario asociado a una productividad que depende en parte del trabajador y en parte un software.
Como explica Cortese, “la uberización es algo donde se ha tendido y se tiende cada vez más a precarizar el trabajo, entendiendo como tal al trabajo asalariado”. Sostiene en tal sentido que, como ha sucedido históricamente en el capitalismo, “se trata de personas que no disponen de medios de producción y proceden a la venta de la fuerza del trabajo, esta tiene modalidades que van cambiando”.
A finales del siglo XIX y durante el transcurso del siglo XX se fueron consiguiendo una serie de derechos laborales: limitar la cantidad de horas de trabajo, y tener garantizada una obra social, aportes jubilatorios y sindicalización, entre otros. Todo esto es va diluyendo en torno a una pretendida “independencia” que disfraza las relaciones laborales existentes.
Además, detalla el sociólogo, “hay una propiedad privada de la aplicación, ya que quien trabaja en Uber tiene que tener un bien de capital, el auto, y además su fuerza de trabajo”. Por otro lado, tiene “la sensación es que está libre porque se mueve con mayor independencia que un trabajador como el chofer de taxi”.
Señala que “una cosa es el uberista que usa esa actividad como complemento de su trabajo, porque quiere complementar el sueldo, y otra cosa es que alguien tenga que vivir del Uber. Por cada viaje, la plataforma se lleva un porcentaje fijo nada más que por la propiedad de la misma”.
Entonces, se presenta un retroceso de la relación laboral pero simulada como un avance. “Cuando me rompo una pierna, dejo de percibir salario. Hay una gran legión de trabajadores registrados como autónomos que no son tales. Y una empresa privada que se lleva la tajada del león”, subraya el entrevistado.
Este fenómeno implica una des-laboralización en cuanto a las relaciones laborales como han sido entendidas durante las décadas anteriores, y por ello se flexibiliza también la seguridad social y se fomenta una antisindicalización.
El sociólogo explica que “todas estas características el gobierno nacional las reivindica como un modelo para la reforma laboral. Estas relaciones laborales asalariadas aparentan ser autónomos para trasladar los salarios indirectos y diferidos a cargo del empleado”, describe, para luego resaltar que “en caso de ser posible, le cargan también al empleado el mantenimiento de su bien de capital”.
La situación actual de Argentina lleva a que exista un 35% de trabajadores no registrados. “A veces la precarización laboral se da en los lugares habituales, pero en negro. Por otro lado, hay un 20% de trabajadores autónomos que en realidad no son trabajadores autónomos”, puntualiza Cortese.
Desempleo de dos dígitos
En las últimas semanas se conocieron índices publicados por el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) y la UCA (Universidad Católica Argentina), donde se confirma que el desempleo ha alcanzado los dos dígitos -es decir, a partir de los 10 puntos porcentuales- algo que no pasaba desde el año 2006. Esto se produce por un fenómeno que contiene diferentes aristas, para lo cual cabe recordar que son desempleados aquellos que activamente buscaron trabajo y no lo encontraron.
“Entre las personas ocupadas hay una gran parte que, estando ocupados, demanda otro empleo. Ya sea por subocupación horaria o porque teniendo una jornada extendida de 8 horas quieren trabajar más porque no les alcanza”, analiza el estudioso de fenómenos sociológicos consultado para este informe.
Afirma que gravedad radica en el momento en que se cruzan los datos. “Si uno mira el desempleo, el subempleo y los ocupados demandantes; y además cruza estos datos con los de la no registración”, se concluye que “la fuerza laboral argentina está sometida a cuestiones sin precedentes”, y que “el modelo que empuja el gobierno es el de este sector precarizado”, profundiza Cortese.
El FMI va por más
Uno de los pedidos del FMI (Fondo Monetario Internacional) que el gobierno no pudo llevar a cabo hasta el momento, es el de la llamada “reforma laboral”. Este tema es uno de los puntos principales con los que el gobierno pretende avanzar. El sociólogo señala que “el Banco Mundial (BM) plantea como un problema los salarios que los egresados de educación superior cobran. Tanto el BM como el FMI recomiendan atacar a la sindicalización”.
De esta manera, explica, se generan bases materiales para que la individualización del trabajo y en particular estos contratos laborales individuales, conspiren contra la misma base material de la sindicalización.
“Este fenómeno se profundiza en gobiernos que buscan la ‘modernización’ e intentan bajar el costo laboral. Los organismos internacionales han planteado que la jubilación es alta en Argentina y que hay que bajarla al 35%”, finaliza Cortese.
Los testimonios de los usuarios/trabajadores
Para este informe de VCF también fueron entrevistados usuarios de las plataformas que realizan a través de ellas una actividad de trabajo. Luis, Ayelén y José contaron sus experiencias en torno de estas experiencias laborales.
En el caso de Luis, se desempeña para Uber Eats como único trabajo; José, en cambio, trabaja para Uber y Glovo; en tanto que Ayelén lo hace para Pedidos Ya. Según cuentan los trabajadores, cumplen sus labores entre 4 y 7 horas todos los días, y aclaran que incluso los fines de semana trabajan más horas porque hay mayor demanda.
Según cuenta Luis, “el pago depende de la hora del día. En las horas de almuerzo y cena te pagan con un multiplicador más alto porque hay más demanda, pero el resto del día es mínima la paga”.
José, por su parte, cuenta que “todas las plataformas te cobran una pequeña suma por utilizar la app. No es mucho y se paga por pedido. No todos tienen el mismo sistema de pago; por ejemplo Uber puede ser pago diario, mientras que Glovo y Pedidos Ya son semanales o por quincena”.
El caso de Ayelén es diferente, ya que ella tiene un contrato laboral y cobra un sueldo fijo por mes. “Es diferente para los monotributistas”, destaca la joven. “La empresa te exige que tengas todos los papeles de la moto al día más el seguro de la moto, por supuesto. Yo firmé contrato y seguro de vida cuando entré”, explica.
En el caso de los uberistas, José señala que “solo exigen el Monotributo y otros papeles, como el certificado de buena conducta, libreta sanitaria y papeles al día del vehículo en caso de que sea moto o auto”.
¿Qué pasa si rechazan un viaje?
Las experiencias son diferentes. Según cuenta Luis, “no me ha pasado, ya que no he rechazado pedidos ni me he negado a aceptarlos. Pero me han contado que son capaces de bloquear la cuenta para corroborar el por qué (alguien) no pudo aceptar los pedidos”. En tanto que “la cuestión, si no querés recibir más pedidos, solo tenés que desconectar la app”.
Ayelén describe que “depende si sos contratado o monotributista”. Agrega que “los que estamos por contrato solo podemos rechazar pedido por zona roja, que son los barrios peligrosos. Mientras que los monotributistas pueden rechazarlo por demora del local o por distancia también”.
En cuanto a José, dice que “en la app cuando aceptás un viaje, y queda bastante lejos y no lo querés hacer, te aparecen opciones, como por ejemplo ‘estoy muy lejos’, lo rechazás y le llega a otro socio conductor”. O bien, “cuando estás cansado, tranquilamente vos te podes desconectar mientras estás haciendo el ultimo pedido, lo entregás y te vas tranquilo a tu casa”.
La des-sindicalización
Así como sucedió hace un tiempo con los telemarketers, que se encontraban enmarcados en los convenios de comercio pero con reglas muy diferentes, este tipo de trabajo no se parece a otros y, tanto desde las empresas como desde el gobierno, se impulsa un rechazo hacia la posibilidad de sindicalizarse.
Por su parte, Luis asegura que con sus compañeros “nunca hemos hablado de armar un sindicato”. En tanto que Ayelén declara que conoce a otros trabajadores, “y la verdad lo hemos analizado, pero al final no pasó nada”.
Finalmente, José detalla que “tenemos grupos de Whatsapp para comunicarnos los posibles lugares de mayor demanda, entre otros”. Señala al mismo tiempo que “no hace falta un sindicato ya que todos somos autónomos. Creo que no lo necesitamos”.
Juan Manuel Lucero es Licenciado en Comunicación Social