El pueblo argentino se enfrenta una vez más a un momento de tomar una decisión clave. Su futuro como conjunto social, sus condiciones de vida, sus recursos naturales soberanos, su dolor o dignidad progresiva -sobretodo de los sectores más empobrecidos- estará condicionado por la decisión político-electoral que tome.

 

No es poca cosa: o se inclina la balanza hacia la opción que continuará generando desocupación, marginación, concentración de la riqueza y violencia creciente, encarnada hoy en la fórmula oficialista Macri-Pichetto; o se decide por la posibilidad de cambiar de rumbo político, hacia la opción que ya ha demostrado en gobiernos anteriores que contribuye a mejorar las condiciones materiales de las grandes mayorías, a través del Frente de Todos, espacio que reúne múltiples identidades, con el binomio formado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Se trata de las dos tendencias mayoritarias que tienen posibilidad de triunfar en las próximas elecciones tanto las primarias del 11 de agosto, como en las generales del 27 de octubre.

 

¿Cómo se conjugan las decisiones que toman los pueblos? ¿Por qué los grandes rumbos sociales suelen ser tan cíclicos, a veces oscurecidos, otras luminosos y evolutivos? ¿Cómo es que los pueblos parecen muchas veces equivocarse y auto-perjudicarse seriamente? Interrogantes de una actualidad compleja, no sólo en Argentina, sino en la región y en el mundo, donde la humanidad tiene la posibilidad de dar un salto creciente hacia condiciones sociales, políticas y económicas pero también espirituales y culturales que le aseguren un futuro próspero como especie; o dejarse llevar por la vía del oscurecimiento y la destrucción progresiva. Las próximas instancias electorales en Argentina serán sólo un escalón más en ese proceso social difícil de determinar y comprender. De qué manera se encare ese escalón puede corresponderse con serias diferencias en las consecuencias futuras. Estamos en un momento de reflexión como pueblo, y también como individuos; reflexión acerca de qué decisión tomar: ¿Cuál opción traerá mayor progreso para el conjunto social? ¿Cuál mejorará la vida de mis seres queridos? ¿Mediante qué camino hay más posibilidades de desarrollo en los distintos campos del quehacer humano?

 

Silo decía sabiamente que «el progreso de unos pocos termina en el progreso de nadie», alentando la idea de que no habrá progreso si no es de todos y para todos. En esa disputa se juega hoy la grieta entre el campo del humanismo y el campo del anti-humanismo. El campo del anti-humanismo, claramente comprometido con el progreso para unos pocos, es un espacio hoy liderado por el poder financiero internacional en alianza con el poder económico nacional y sus condescendientes fuerzas políticas. Por el contrario, el campo del humanismo pone todo su esfuerzo en pos del progreso social conjunto y colectivo del ser humano hacia la superación del dolor y sufrimiento. La unidad en la diversidad de las fuerzas del humanismo, sean agrupaciones sociales y políticas populares, identidades y colectivos culturales, o personas no agrupadas pero con esa sensibilidad humana de compasión hacia los demás, se torna hoy imperiosa. Es esta la hora, es el tiempo histórico de hacerlo.

 

Las opciones están sobre la mesa, será la intencionalidad del pueblo argentino la que decidirá.

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