Mahboob A. Khawaja, PhD.

Reflexiones Sobre el Mundo de la Política Actual

El Presidente Trump y el Primer Ministro Pakistaní Imran Khan, con aspecto juvenil, se reunieron esta semana en la Casa Blanca. Trump es un experto en transformar la retórica en realidad como lo hizo en Corea del Norte. Ambos estaban tratando de subsanar la indiferencia y el prejuicio históricos para salvar la brecha cada vez mayor entre la realidad y las percepciones de las relaciones. Si la relaciones entre las naciones estuvieran basadas en la simplicidad de la verdad, la sabiduría, el interés nacional y la integridad, uno podría prever los compromisos políticos como una virtud para fomentar la amistad. El lenguaje corporal de Trump señalaba algunas aperturas positivas ya que Estados Unidos está buscando amigos y enemigos con el fin de terminar su ocupación en Afganistán. Pakistán es central en esta estrategia si lo que Estados Unidos quiere es tener un resultado pacífico y que salve la cara de su militarismo en Afganistán. La verdad es inmutable como lo fue en 2001 cuando George W. Bush – un presidente emocionalmente perturbado e intelectualmente desequilibrado – se embarcó en una intervención militar para invadir Afganistán con el fin de fortalecer su posición ante las masas estadounidenses después de los eventos ocurridos el 9/11.  La verdad es la misma hoy como lo fue hace casi dos décadas en las que Estados Unidos y sus amigos de la OTAN desplazaron y mataron a millones sin ningún otro motivo más que una versión absurda y distorsionada de belicismo contra el pobre e indefenso pueblo de Afganistán, quienes no tenían nada que ver con las tragedias ocurridas el 9/11. Cuando las falsas acusaciones no se cuestionan, se generan más fuerzas reaccionarias que se afianzan en la violencia y la destrucción.

En 1955 Bertrand Russell y Albert Einstein expresaron en su Manifiesto: “Una guerra con bombas-H podría posiblemente señalar el final de la raza humana”. En 2017 Estados Unidos probó la Madre de las bombas en Afganistán como si este fuese un estado americano más. Así es como Estados Unidos y la OTAN destruyeron la antigua y pacífica cultura de Afganistán. Todas las guerras son terribles y terminan en desgracias que tienen un efecto dominó durante los siglos venideros. Que estadounidenses, afganos y pakistaníes no pudieran desplegar enfoques humanitarios para resolver el largo conflicto en Afganistán es una prueba de la trágica anormalidad humana. Ahora, Trump e Imran Khan han llegado a comprender su realidad y la sabiduría de la paciencia recíproca que podría marcar el comienzo de una solución justa y viable en Afganistán. Pero nadie debería subestimar el escepticismo optimista que prevalece entre Pakistán y Afganistán con respecto a una nueva política y práctica estadounidense para el cambio en el suroeste asiático.

Si Estados Unidos tiene la capacidad política, moral e intelectual para cumplir sus compromisos, esto podría resolver los problemas en Afganistán por medio de un acuerdo pacífico con el pueblo afgano asegurando un sistema legítimo de gobierno electo para Afganistán. No se trata de si los talibanes o el partido del Presidente Ashraf Ghani deben gobernar Afganistán, sino de si el pueblo afgano debe tener una participación y una voz final en la creación de un acuerdo de paz. Los derechos de las personas y la imparcialidad política deben ser los principios básicos para finalizar una paz entre Los Estados Unidos, Pakistán y Afganistán. Las intervenciones militares nunca traen paz y harmonía social, sino que destruyen toda la esencia que debería apoyar el progreso social y la creación del futuro.

Imran Khan debería ser cuidadoso en evaluar las propias debilidades y fortalezas de Pakistán y aprender del pasado sobre los errores cometidos durante una colaboración militar con el esquema estadounidense en la región. El truco de USAID o los préstamos del FMI no son las estrategias viables para el progreso y el desarrollo nacional. Pakistán debe fortalecer su productividad política y socioeconómica, así como sus avances y su integración. Su progreso es una llave para la cohesión y servicios internacionales para las masas desatendidas. Khan parece no tener experiencia en el cambio político, la productividad económica y construcción nacional. La corrupción política es un cáncer en la sociedad. Debe alentar e involucrar nuevas generaciones de ciudadanos educados, inteligentes y honestos que participen en la creación de nuevas instituciones públicas, nuevos sistemas de gobierno participativo y con responsabilidad política en todos estos aspectos. Sería sabio por parte de Imran Khan el ampliar su círculo de gobierno al enlistar hombres educados y visionarios y expertos estratégicos para brindar servicios al pueblo y asegurar un Pakistán progresivo.

Trump para mediar Cachemira entre India y Pakistán, ¿lo hará?

Como una apertura amistosa para suavizar las relaciones con Pakistán, Trump se ofreció para mediar la disputa de Cachemira entre India y Pakistán. Inmediatamente, el portavoz del primer ministro indio negó la afirmación de Trump de que el primer ministro Modi le había pedido que hablara de Cachemira con Pakistán. En política, la discusión y las refutaciones pueden ser ponderadas con escalas lógicas variadas. Hay un contraste entre lo que la India afirma ser y lo que Pakistán representa y lo que la gente del valle de Cachemira aspira. Si implicamos cánones de racionalidad, se podría aclarar el núcleo de las fallas entre la tensa relación de India y Pakistán. Si India y Pakistán sin honestos al buscar una cura para la aplastante crueldad, la tiranía militar y la violación de los derechos básicos del pueblo de cachemira, la comunidad global los verá como líderes de un futuro pacifico.

Para variar, Trump ha sentido la racionalidad de restaurar vínculos normales entre los dos rivales nucleares. Esto lo podría ayudar a ganar algunos números en popularidad política como lo hizo en Corea del Norte, haciendo de una probabilidad impensable una realidad pensable para la normalización de las relaciones mutuas. Ambos, India y Pakistán, dadas sus exigencias no pueden negar el hecho de que Cachemira es el problema focal para un futuro normal para las personas en ambos países. La guerra es una locura si hay personas de razón para pensar acerca del futuro social y el bienestar de la gente. Cachemira nunca fue parte de la India, ni siquiera bajo el Raj británico En 1947 y 1949, en las Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, se prometió al pueblo de Cachemira un referéndum (plebiscito) para decidir sobre su futuro, si se unía a la India o a Pakistán. No es el territorio nacional de la India o Pakistán el que tiene que aclarar la verdad sobre Cachemira. No tiene sentido derramar sangre humana en un experimento precario, ya sea que la India administre Cachemira o los pakistaníes lo hagan. El conflicto debe resolverse abordando los problemas humanitarios y los sufrimientos del pueblo de Cachemira. Si Trump, junto con Rusia y China, pudiera persuadir tanto a India como a Pakistán para que resuelvan el problema, podría abrir un nuevo umbral de paz y armonía en el suroeste asiático.

Estados Unidos necesita una existencia segura desde Afganistán

En un mundo en el que el pensamiento global y las relaciones amistosas con otros están en constante cambio, los expertos en política exterior de Estados Unidos deberían pensar críticamente en la mejor manera de comunicarse con un amigo del suroeste asiático y obtener urgentemente el apoyo moral y práctico necesario para allanar el camino hacia una solución pacífica de la crisis en Afganistán. Estados Unidos son un poder militar, pero su leyenda de invencibilidad ha sido destruida por pequeños grupos de combatientes en Afganistán. Gran parte de esta tierra de antiguos pastores tribales está en ruinas, su economía, infraestructura política y cívica y productividad devastadas por la locura de la guerra mientras que la vida de civiles flota entre una inseguridad obsesiva, bombardeos diarios y extensos cementerios. Los Estados unidos no pueden deshacer la historia de su propio compromiso despiadado y fracaso estratégico. Esta consecuencia se debe a su propia estrategia fallida o a la falta de estrategia, y no al papel de Pakistán o de otros países. Si los impulsos racionales estadounidenses están intactos, su política debería centrarse en un enfoque multilateral que incluya a Pakistán, Irán, India, China y Rusia para aunar recursos intelectuales y llegar a acuerdos negociados en Afganistán y Cachemira. Estados Unidos necesita ser racional y ver el espejo de su prolongada participación en una guerra que ha consumido más de 4.000 vidas de soldados estadounidenses y casi 15.000 veteranos heridos. Esto no es excusa para reforzar la agresión contra el pueblo de Afganistán. Estados Unidos necesita una salida segura de la prolongada crisis de autogestión.

Rusia, China, India y Pakistán pueden ayudar a Estados Unidos a negociar la paz en Asia

Mientas que el individualismo en un rasgo político, el absolutismo autoritario es una enfermedad política y es contraria a los principios de la libertad y la justicia. Estados Unidos exige una historia moral e intelectual de la construcción de la nación. “Estos son los tiempos en los que se pone a prueba el alma del hombre”, escribió Thomas Paine en Common Sense (1776), fue la visión política y referente para la independencia de Estados Unidos de Inglaterra como una nación. Si el sentido común global es el eje de los pensamientos racionales, Estados Unidos bajo el gobierno de Trump ha abierto líneas de comunicación con el presidente Putin y el presidente chino Xi Ping. Es racional asumir que Pakistán bajo la dirección del Primer Ministro de Imran Khan puede facilitar una reunión internacional invitando a Rusia, China, India y Estados Unidos para abrir un dialogo para el cambio político y la resolución de conflictos. Esta será una paciencia magnánima y una visión proactiva para disipar la noción de guerra e intransigencia y reconstruir un pasado turbulento, ya sea en Afganistán o en Cachemira; fortalecer un propósito legítimo de paz, amistad y relaciones sostenibles sin la tiranía de las guerras y las violaciones de los derechos humanos y la dignidad. La ferocidad de las guerras y la violación de los derechos humanos no puede ser el sello inteligente de una sociedad progresista que se esfuerza por armonizar a la humanidad y hacer de la paz sostenible una realidad para las generaciones futuras.


Traducción del inglés por Armando Yánez