O los verdaderos responsables de la caída de la izquierda española, que acostumbra a tirar balones fuera en lugar de hacer autocrítica.
Un dicho popular afirma que ‘los trapos sucios de la familia se quedan en casa’, nunca se airean, y a quien rompe esa regla no escrita jamás se le perdona. Tiene que ver también con personas que se comportan de modo discreto y respetuoso.
Esto puede resultar beneficioso en muchas ocasiones, pero en otras resulta tremendo porque convierte a los protagonistas en víctimas y/o cómplices necesarios de relatos mentirosos, con los que se ha ido tejiendo la historia y que tanto han perjudicado a terceros, a veces. ¡Cuántas muertes, violaciones, dolor y sufrimiento se hubiera evitado rompiendo esta regla en todo tipo de ‘familias’!
Sin buscar caer en el tremendismo, algo de esto suponemos que ha pasado con Manuela Carmena e Iñigo Errejón y el sector que representaba en Podemos.
Contra Errejón, se comenzó a tejer una historia dentro del mismo Podemos, cuya primera voz de alarma entre el ‘vecindario’ saltó cuando se destituyó a Sergio Pascual como Secretario de Organización pese a que ambos habían montado el partido en todo el Estado. Fue –como ya dijimos- un aviso para navegantes. No se podía permitir que el alumno aventajado superase a sus profesores y lo hiciera con aires nuevos.
Pero donde quedó muy claro que querían quitarse del medio a Errejón, y sólo usarlo para sus intereses como habían usado los eslóganes del 15M, fue en la campaña previa y la escenificación que presenciamos en Vistalegre II. Nos pareció entonces y hoy que Iñigo Errejón no podía comprender -por ser inimaginable para él- que sus ‘padres’ políticos le estuvieran traicionando de manera pública y tan vil… hasta –al menos- el segundo día del Congreso, cuando decidió alejarse de la primera fila para ubicarse más atrás con sus seguidores, esos que saludaban con la V en sus dedos. ¿Por qué no se fue de Podemos entonces? Nos lo seguimos preguntando.
El desvío del proyecto, que ilusionó a millones de personas y que desgraciadamente ha resultado un fiasco como lo fue el PSOE de Felipe González, estaba en el origen de Podemos, cuyo líder -junto a un Juan Carlos Monedero manipulador- nunca estuvo interesado en los principios del 15M ni el espíritu de las plazas, aunque se le llenara la boca de ello (y si no, busquemos cuándo él se ha definido o actuado como noviolento, asambleario, inclusivo, etc.) y utilizara los eslóganes y la estructura de dicho movimiento para armar su proyecto caudillista y de izquierda tradicional.
Y la primera imagen de esto que decimos se dio en Vistalegre I, cuando Pablo Iglesias –pese a las voces en bloque de los participantes que gritaban y reclamaban ‘¡no os desconectéis de las bases!’- dijo al comienzo de su intervención: ‘el cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto’, anunciando su futura trayectoria. Claro, nunca explicó de qué cielo hablaba, aunque si es el que imaginaba buena parte de la militancia de Podemos, cada día está más lejos.
Este estilo de no hablar de lo que pasaba adentro, es un precio que han decidido pagar, al parecer, tanto Errejón como Carmena.
Sobre cómo hizo el anuncio Errejón (a la vez que informaba al partido) de su decisión de presentarse con la misma fórmula que Manuela Carmena –Más Madrid-, cuesta entenderlo si no es porque seguramente no encontró otra fórmula mejor para zafarse de un programa y un equipo humano que le imponía la dirección del partido, de la cual cada día estaba más alejado.
No sabemos tampoco si previó la reacción de dicha directiva, una reacción a la altura del carácter del caudillo: pueril, vengativa, que no ha medido las consecuencias para el proyecto y, sobre todo, para la población tanto madrileña como la del resto del territorio español.
Otro tanto ha pasado con Manuela Carmena (que no militaba en partido alguno), quien tiempo después de ser elegida alcaldesa expresó que no volvería a presentarse. Voces de adentro han dejado entrever que las relaciones internas dentro del equipo de gobierno eran insufribles, de no hablarse, de tensiones permanentes, muchas de las cuales tenían que ver con las cuotas de poder que cada cual reclamaba.
En base a estos datos, entendemos que, cuando más tarde decide presentarse, ponga como condición hacerlo con el equipo de personas que son de su confianza. Claro, la izquierda tradicional del gobierno municipal (IU y algunos de Podemos) denuncian su postura como antidemocrática mientras ella calla. Pero entonces, aunque no gustó del todo, Pablo Iglesias y los suyos decidieron apoyar la plataforma con la que se presentaba Carmena, Más Madrid. Resultó incoherente después que en Podemos no gustara que Iñigo Errejón abogara por defender el sello Más Madrid a nivel regional.
Vimos cómo lo de Carmena se lo tragaron de comienzo pero a Errejón no se lo perdonaron y las declaraciones de los dirigentes nacionales, más la expulsión de facto de Iñigo y la presentación de una candidatura que compitiera con él, mostraron una guerra pública en la que buscando destruir la figura de Errejón, terminaron por echar por tierra el proyecto que decían defender. Después de tal imagen, no sabemos cómo esperaban resultados electorales mejores ni por qué siguen culpando a los de Más Madrid de sus propios errores. Solo hay que mirar los resultados electorales de éstos y aquéllos.
Esto es solo un capítulo, otro desgraciado capítulo que explica la historia de la izquierda tradicional de este país, miope hasta decir basta y más preocupada por intereses personales y de partido, que por los de la ciudadanía.
Si Podemos sirvió para algo fue como botella de oxígeno para una moribunda Izquierda Unida y como embarcación de salvamento para un PSOE, que navegaba a la deriva por la corrupción y la traición repetida al pueblo español.
Podemos, como fuera el PSOE del ’82, son responsables sobre todo de romper con la esperanza de la gente, y esto la Historia lo tendrá en cuenta porque es de lo más grave que se puede hacer contra un pueblo. Del mismo modo que es responsable de la pérdida de personas tan valiosas como el mismo Sergio Pascual, Carolina Bescansa o Pablo Bustinduy, entre muchos otros.
Ha llegado el momento de buscar otros referentes político-sociales y reclamar y afirmar esa política que no es de izquierdas ni de derechas, sino transversal, que defiende a las personas, a la mayoría frente a una minoría que saca beneficios tanto de políticos de derecha como de izquierda, que se declara noviolenta sin complejos… Ha llegado el momento de una política humanista.