En el ámbito automotriz, al menos en Chile, se ha institucionalizado un modelo de negocio que resulta imposible soslayar para quienes crecimos y creemos que cualquiera sea el bien o servicio, su precio contado siempre debe ser más bajo que el precio crédito. Hoy aparenta ser al revés.
Para la venta de vehículos nuevos el modelo actual se basa en un precio al contado al que se le rebaja lo que se denomina un bono de financiamiento, para el caso que se quiera comprar a crédito. Por ejemplo, si un automóvil tiene un precio contado de 8 millones y un bono de financiamiento de un millón y medio, entonces su precio a crédito sería de 6,5 millones con la posibilidad de comprarlo con un modesto pie de $500,000 y el saldo en cómodas 12, 24 o 36 cuotas mensuales. La trampa está en las tasas de interés que se aplican, cuyos valores son tales que se termina pagando dos a tres veces el precio del vehículo. Todo esto, libre y voluntariamente.
Esta forma de negocio es tal que la firma comercializadora de automóviles no actúa sola, sino que en alianza con una empresa financiera, fundiéndose ambas en una sola. Sumando y restando, el verdadero negocio está en vender automóviles al crédito antes que al contado.
Para remate, cuando han pasado un par de años pagando cuotas, desde la empresa que nos vendió el vehículo invitan a renovarlo, recibiéndolo en parte de pago por otro nuevo, pagando un valor al contado que puede llegar a ser cero, y que tan solo implica un aumento en el valor de la cuota que se está pagando y/o extender su pago por no pocos meses más. Así volvemos a creer que tenemos un nuevo vehículo. De hecho no somos dueños de nada hasta que no paguemos la última cuota, por lo que se trataría de un leasing como se denomina a este mecanismo de venta.
De este modo el consumismo nos consume y explica gran parte de los problemas que nos afligen, del malestar que está ahí, en el ambiente, en el aire y que se expresa en los altos niveles de endeudamiento y depresión existentes.
Haríamos bien en hacer un alto en el camino para no dejarnos seducir por cantos de sirena. Es difícil e insoslayable, pero no imposible.