José Gabriel Feres
Vice-Presidente Partido Humanista
En la insustancial cuenta pública de este pasado 1° de junio, el presidente se refirió en uno de sus capítulos a la “Calidad de la Democracia y las Instituciones y Modernización del Estado”. Por supuesto, en coherencia con todos los otros temas desarrollados durante las 2 horas y 40 minutos en horario Premium de la televisión, lo que hizo fue proponer medidas “parches” en todos los campos, eludiendo los problemas de fondo que, sin duda, requieren de respuestas bastante más radicales.
Sagazmente anuncia, aunque con algún retardo, que “…en los últimos tiempos estamos observando un deterioro en la calidad de la política y un debilitamiento de algunas de nuestras instituciones fundamentales, como el Poder Judicial, el Ministerio Público, las Fuerzas Armadas y de Orden, y también las instituciones políticas.” Afirma también en la introducción de este capítulo que “…no hay democracia sin separación de los Poderes del Estado. La autonomía del Poder Judicial, respeto y el acatamiento de los fallos de los Tribunales de Justicia es fundamental para fortalecer nuestro Estado de Derecho. Pero esa autonomía también tiene límites…”, sin explicar a qué se refiere con esto último.
A continuación, con grandes titulares, aborda en unos pocos párrafos algunos aspectos secundarios referidos a Probidad y Transparencia; Congreso Nacional, Modernización del Estado y Descentralización. En concreto, para el primero de los temas sus propuestas son: aumento de las penas en delitos de soborno y cohecho y la creación de un sistema de denuncias anticorrupción. Para el segundo aspecto, propone reducir a 120 el número de diputados y a 40 el número de senadores, poniendo límites a las reelecciones (aunque en la letra chica se incluya que esta prohibición se refiere a la reelección en el mismo lugar) y también expandir el alcance del programa Chile Atiende, como gran medida de Modernización del Estado. Además, propone transferir algunas competencias a las regiones, como compromiso de descentralización.
Para esto convoca a “…un Acuerdo Nacional y Transversal, que liderará el Ministro del Interior, para mejorar y fortalecer la calidad de nuestra política y de nuestras instituciones republicanas, con el propósito de fortalecer y renovar las confianzas de la ciudadanía en ellas, lo que es fundamental para la buena marcha de nuestra República.”
Y así, con un gran despliegue mediático, el lunes siguiente el citado Ministro ha iniciado un recorrido con autoridades de distintas áreas: Contralor General, Presidente de la Corte Suprema, presidencias de la Cámara de Diputados y el Senado y ya tiene anunciadas a continuación reuniones con las directivas de los partidos políticos, tanto de gobierno como de oposición.
¿Será necesario tanto despliegue para este conjunto de medidas, que de ninguna manera darán respuesta a lo que él llama “deterioro en la calidad de la política y debilitamiento de algunas de nuestras instituciones del Estado”, de las cuales excluye descaradamente a la Presidencia de la República?
Sería conveniente hacer algunas aclaraciones previas. Tres son las bases principales de la democracia: la independencia entre poderes, la representatividad y el respeto a las minorías.
La teórica independencia entre poderes es un contrasentido, ya que basta pesquisar en la práctica el origen y composición de cada uno de ellos para comprobar las íntimas relaciones que los ligan. Y no podría ser de otro modo, ya que todos forman parte de un mismo sistema. De manera que las frecuentes crisis de avance de unos sobre otros, de superposición de funciones, de corrupción e irregularidad, se corresponden con la situación global, económica y política, del país.
Por otra parte, en cuanto a la representatividad, desde la época de la extensión del sufragio universal se pensó que existía un solo acto entre la elección y la conclusión del mandato de los representantes del pueblo. Pero a medida que ha transcurrido el tiempo se ha visto claramente que existe un primer acto mediante el cual muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que estos pocos traicionan a los muchos, representando a intereses ajenos al mandato recibido.
Por último, en una democracia real debe darse a las minorías las garantías que merece su representatividad pero, además, debe extremarse toda medida que favorezca en la práctica su inserción y desarrollo. Luchar por los derechos de las minorías es luchar por los derechos de todos los seres humanos. Pero también ocurre en el conglomerado de un país que provincias enteras, regiones o autonomías, padecen la misma discriminación de las minorías merced a la compulsión del Estado centralizado, hoy instrumento insensible en manos del gran capital.[1]
Sin duda que no son suficientes las pobres medidas propuestas por Piñera en su cuenta para “mejorar la calidad de la política y superar el debilitamiento de las instituciones”, sino que hay que avanzar hacia la creación de un nuevo tipo de sociedad, flexible y en constante cambio, acorde con las necesidades dinámicas de los pueblos, que hoy por hoy se restan de toda participación y van generando condiciones favorables para los desbordes sociales.
Como no discutir entonces e intercambiar genuinamente sobre: un parlamento unicameral; una limitación a la reelección, sin letra chica; la rebaja de la dieta parlamentaria; un sistema parlamentario o semi presidencial; las atribuciones y existencia de un Tribunal Constitucional; la posibilidad de avanzar hacia un país federado; la elección democrática de los jueces; etc. En definitiva, plantearse la necesidad de una nueva Constitución, con discusión y amplia participación ciudadana a través de una Asamblea Constituyente sería, sin duda, la forma de lograr el objetivo que se declara de “ fortalecer y renovar las confianzas de la ciudadanía…”
Sólo si el gobierno manifestara explícitamente su disponibilidad a discutir estos temas abiertamente y con profundidad, se justificaría aceptar la invitación a “…un Acuerdo Nacional y Transversal…”. De otro modo, solo se estaría sirviendo de pantalla a una falsa imagen que sólo pretende ocultar la falta de interés por poner en marcha transformaciones reales, que rompan el esquema de poder instalado actualmente.
9 de junio de 2019
[1] Ideas planteadas en el Documento del Movimiento Humanista (Abril 1993)