Por Pedro Neira Milchio*
La problemática de salud en Chile, siempre se ha definido como la próxima crisis que está por venir, pero la realidad es que los chilenos siguen pacientemente esperando que se consagre este derecho.
Hoy nos enfrentamos a un sistema, que refuerza el individualismo y la competencia entre seres humanos, no entendiendo que el concepto de salud integra el completo bienestar físico, mental, pero también, social. El sistema neoliberal enferma, porque destruye el tejido social, poniendo la lógica del bien de consumo, como lo es un seguro comercial, o un producto como un derecho. Es así, que se permite discriminar por género, por capacidad reproductiva, por ingreso y por situación de salud previa, sin cautelar el acceso y la oportunidad de atención. Este sistema, entendido como enfermedad, hace competir a usuarios y prestadores, transforma el remedio en un bien de lujo y al paciente en cliente. Así mismo, el mercado de la salud permite que transnacionales de los seguros y de farmacéuticas definan quien puede o no sanarse solo incentivando la especulación económica. Con todo, el país y sus ciudadanos han perdido su soberanía en manos de tecnócratas y comerciantes, impidiendo que el propio estado ofrezca una atención de excelencia o la independencia en la producción de vacunas y medicamentos.
Se han hecho esfuerzos importantes para que la salud primaria se enfoque en un modelo preventivo desconectando a este primer nivel del ámbito resolutivo de las patologías, mermando la oportunidad y solo garantizando, a medias, el acceso a algunas enfermedades definidas por decreto. Es así como se genera la brecha de sufrimiento, pues la curación, de las patologías, no es garantizada en su totalidad perdiéndose la oportunidad de atención y desprestigiando al propio sistema.
Esta lógica imperante hace creer a ese paciente que la resolución para sus problemas de salud depende del mercado; este círculo vicioso contrapone a pacientes y funcionarios y permite que los defensores del sistema neoliberal impongan la famosa oportunidad de elección transformando al paciente en cliente que, entiende que entre más dinero tenga, mejor será su atención. De esta forma, contribuyen a que las clínicas, farmacias, isapres y seguros de salud cada día generen más utilidades, y que esa oportunidad de elección se transforme solo en una oportunidad de especulación.
Esta enfermedad social ha desmantelado la salud pública, llevándose a los especialistas, no permitiendo la autonomía productiva de medicamentos insumos y vacunas, y da como solución, al problema curativo, la compra de camas y servicios a las entidades privadas.
Esta enfermedad social definida por uno de sus síntomas, la competencia, ha llevado a que la angustia se apodere del paciente cuando no tiene las herramientas y la oportunidad para enfrentar este síntoma. El individualismo, como otros signos de esta enfermedad, también ha llevado al paciente a la incredulidad de no defender la salud como un derecho de todos los habitantes de este país permitiendo que no exista empatía sobre el sufrimiento del otro, aflorando un trastorno de personalidad antisocial como parte de lo pernicioso de esta enfermedad. La esquizofrenia de este sistema solo escucha a las cifras macroeconómicas y altera su propia percepción de realidad no escuchando el desconsuelo de los enfermos; esta enfermedad detona en las personas y se refleja en las paupérrimas estadísticas de salud mental de nuestra población, que busca en el abuso de sustancias nocivas, otra tenebrosa cifra de nuestro país, escapar de la realidad cotidiana.
La salud no es problema de oferta y demanda. La salud como derecho universal debe responder a la virulencia del sistema. El avance cualitativo está en la consagración de un sistema de seguridad social, solidario y no discriminativo, garantizando el acceso a todos los requerimientos de la población, integrando a los sistemas de redes asistenciales tanto, preventivas como curativas. Esto permitirá avanzar en la real superación de esta enfermedad social y en la rehabilitación de las personas; donde la calidad y la seguridad de los pacientes sea un imperativo que se refleje en la infraestructura, y en la habilitación del recurso humano sanitario, definiendo a los medicamentos como un bien social y a la salud mental y enfermedades catastróficas como prioridad del cuidado de la salud como nación.
*Coordinador Regional del Partido Humanista BioBio, Médico