En estas últimas semanas hemos tomado conocimiento de hechos impensables en un pasado, tanto reciente como lejano. No solo en Chile, sino que en cualquier país del mundo. Impensable porque tiene relación con la más alta autoridad del país, de quien se espera una conducta pública irreprochable, al igual que de su entorno inmediato, tanto familiar como político.
Un hecho está asociado al viaje a China con su familia, y en el que dos de los hijos del presidente participaron en rondas de negocios. Más allá de lo legal o ilegal está lo que el sentido común dice a cualquier hijo de vecino y, por lo mismo, con mayor razón cuando se trata del presidente de un país. Y ese sentido común nos dice que eso es un aprovechamiento, que es nepotismo ramplón, y que, por lo mismo, no se hace, por decencia. Menos todavía se hace cuando se representa a una coalición que entre sus banderas esgrime el discurso de la igualdad de oportunidades, del mérito. Estamos en presencia de una flagrante violación a este discurso con el que tanto se atacó al gobierno anterior.
Inevitablemente este hecho le está pasando la cuenta. A propósito de esto, Piñera recientemente confesó que “si pudiera volver el tiempo atrás haría las cosas distintas”. Ojalá esta expresión sea fruto de una convicción ético-moral, y no por las consecuencias en las encuestas.
El otro hecho está referido a la propiedad que tiene el mismo presidente de la república a orillas del lago Caburgua, en el municipio de Pucón, desde hace ya varias décadas, y por el cual hasta la fecha no habría pagado las contribuciones de bienes raíces. Por decir lo menos, resulta insólito que la máxima autoridad del país aparezca incumpliendo lo que es una obligación de todo propietario. Cabe destacar que el incumplimiento en el pago de este impuesto da origen a severas multas y/o remates, penas de las que se supone nadie queda eximido. Por este hecho, el mismísimo presidente de la república ha sido citado a declarar ante el Juzgado de Policía Local de Pucón. La infracción es por habitar un inmueble que no ha sido recepcionado en forma definitiva por el municipio correspondiente. Se trata de una argucia que no pocos realizan y que consiste en construir un inmueble y habitarlo sin efectuar la recepción municipal para evitar que se enrole la propiedad y que el Servicio de Impuestos Internos se haga presente para tasarla y definir el monto a pagar de impuesto.
Que el mismísimo presidente de la república, uno de los personajes más adinerados del país, haya incurrido en esta argucia revela la crisis que nos embarga. Si en las alturas observamos esto, ¿qué queda para el resto del país?
Como botones de muestra, estamos haciendo referencia a dos hechos que revelan la crisis ético-moral que nos embarga que, por lo mismo, debiéramos ver como una oportunidad para zafarnos de ella por la única vía posible: hacer las cosas bien, como corresponde. No se necesita tener más de dos dedos de frente para saber que las conductas a las que nos estamos refiriendo son altamente reprobables. Sobre todo cuando en ellas incurren personajes sometidos a un escrutinio público permanente.
Ojalá estos dos botones de muestra sean visualizados como una oportunidad para que, desde la primera autoridad de la república, de una vez por todas empecemos a hacer bien las cosas. No se puede andar pidiendo que los de abajo hagamos bien las cosas mientras los de arriba van de diablura en diablura.
La presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, afirmó que «se está haciendo una crisis en un tema que no es real» aludiendo a que Piñera habría pedido la regularización para pagar las contribuciones y responsabilizando al municipio de Pucón por la demora. Argumento impresentable cuando se trata de la máxima autoridad del país, de quien se espera sea un modelo de conducta.