Los Menucos es una localidad situada en la línea sur en Río Negro, en el medio de la estepa patagónica, donde en otoño el frío sopla muy fuerte y en invierno cae la nieve.
Allí se dieron cita el 27 y 28 de abril pasado unas 35 mujeres que viven en comunidades rurales y urbanas situadas entre la estepa y la costa atlántica, y que se auto-reconocen como miembros del Pueblo Mapuche. En su mayoría participan de alguna de sus organizaciones como el Parlamento Mapuche-Tewelche de Río Negro y la CO.DE.CI (Consejo de Desarrollo de las Comunidades), aunque también hubo mujeres de comunidades autónomas a estas organizaciones y otras que no pertenecen a ninguna comunidad ni organización, pero tienen ascendencia mapuche y la reivindican con orgullo. Dianela Lago, la joven coordinadora de la Región Sur de Educación Intercultural Bilingüe, estuvo a cargo de la organización de este Primer Encuentro de Mujeres Mapuche-Tewelche (“Revalorizando nuestro conocimiento ancestral”).
En el sur existen organizaciones del Pueblo Mapuche desde hace más de 20 años y sus mujeres se están juntando para debatir derechos y una agenda, generando sus propios espacios, públicos e íntimos, para reunirse entre ellas y debatir posiciones ante las problemáticas en común que las atraviesan a todas: violencias de género y feminismos desde una “filosofía mapuche” que insiste en no abandonar el principio de “dualidad” (a pesar de que en la práctica no se manifieste) y las identidades ancladas en territorios comunitarios, derecho al aborto, ESI desde una perspectiva intercultural, fortalecimiento de roles femeninos, disidencias de género y sexuales, entre otras.
El encuentro se inauguró el sábado por la mañana mediante una ceremonia. Luego, en el espacio circular donde cada una de las mujeres hizo su presentación. Inmediatamente después se abocaron a discutir sobre los roles de las mujeres en las comunidades. Las diferencias generacionales y de trayectorias entre ancianas, adultas y jóvenes se sintieron pero sin incomodar o juzgar a nadie. Las ancianas llegaron desde comunidades rurales de la zona, acostumbradas a la vida en el campo, cuidando animales, sabiendo de plantas y del vínculo íntimo con la Ñuke Mapu pero según lo testimoniaron, sobrellevaron vínculos con sus maridos que implicaban formas de violencia naturalizada. Es que a las ñañas todavía les es difícil cuestionar sus matrimonios desde la óptica de las adultas y jóvenes empoderadas y atravesadas por las luchas y debates del movimiento de mujeres en Argentina.
Las adultas y jóvenes, cuyas vidas transcurren entre el campo y la vida urbana, vienen desde hace años transitando otros espacios y procesos identitarios más complejos y ya no toleran las violencias de género, entonces reclaman y buscan soluciones. Algunas van a los Encuentros Nacionales de Mujeres, se reconocen como feministas y cuestionan los mandatos tradicionales asignados a las mujeres del pueblo mapuche, otras prefieren reconocerse como dualistas y con identidades femeninas territoriales (enlazadas a un territorio comunitario). Lo que tienen en común es que todas problematizan su condición de género desde la afirmación de su identidad mapuche (una identidad étnica y cultural).
Por ejemplo, una mujer recordando su vida de adolescente en una comunidad rural, se refirió a “la cultura machista que tenemos y que nos somete” y a que “las mujeres en el pasado aguantaban de todo para no desmembrar a la familia, pero nosotras ya no podemos vivir como se hacía ancestralmente, no está bueno vivir así. Celebro este encuentro, estoy muy contenta, veo que estamos proyectándonos hacia el futuro, yo no quiero ser igual al hombre pero sí quiero las mismas posibilidades”. Esta mujer no se reconocía como feminista pero quería igualdad de género. Otra mujer, de unos 40 años, se preguntaba “¿Qué pasa con las personas que nos identificamos como mapuche pero no vivimos en comunidad?”. A diferencia de la anterior ella apoyaba a las compañeras feministas que llevan adelante estrategias de lucha de todo tipo pero “a ese feminismo yo quiero interpelarlo con las categorías de mi pueblo.” También esta mujer proponía que las propias mapuche se interpelen no sólo desde el análisis de las violencias de género que enfrentan, sino también desde otras dimensiones tan importantes como el placer que pueden sentir y dar nuestros cuerpos, la sexualidad, la autonomía sobre los procesos corporales como la menstruación. ¿Qué pasa con las disidencias de género en el mundo mapuche? Otra joven también dijo: “Hay prácticas que yo no quiero ‘recuperar’, como ciertos abusos y sometimiento, además ¿qué pasa cuando no queremos estar en pareja con varones?”
Las mujeres se fueron turnando para tomar la palabra y en ese gesto abrirse a las interpelaciones mutuas, trayendo a sus memorias recuerdos de sus abuelas y madres: “mi madre era artesana”, “mi madre era partera”, “mi abuela curaba”. Reflexiones, toma de posiciones y memorias se compartieron en ronda durante dos días. Y el debate continuaba en el almuerzo y se extendía a la mesa de la cena.
¿Cómo sostener una identidad mapuche femenina que busca respuestas en el pasado –el lugar donde supuestamente yace la tradición, el respeto y la dignidad– para enfrentar un presente conflictivo y atravesado por nuevas necesidades y luchas? ¿Cómo extender la autonomía que se reclama para los territorios de las comunidades hacia el territorio del propio cuerpo?
Una de las tensiones con el feminismo reside en el temor a sentirse “nuevamente colonizadas” y quedar silenciadas e invisibilizadas en la vorágine de un movimiento cuyas luchas se comparten pero no tanto sus tiempos, tácticas y estrategias, más aún cuando aquí se problematizan identidades de género en clave territorial. Alguien dijo: “Es necesario el feminismo porque la dualidad no está siendo respetada, la dualidad en la vida real es inexistente. Necesitamos tomar elementos del feminismo para alcanzar esa dualidad y Buen Vivir”. Otras rechazaron identificarse con este movimiento porque “las mapuche proponemos una forma propia desde la dualidad y desde una concepción comunitaria, junto con la recuperación y revalorización de los roles de la mujer dentro de la comunidad”. Otras más hablaron de que los feminismos son diversos y que se pueden tomar conceptos y debates de cada uno para enriquecer la filosofía de vida mapuche que se anhela construir.
La mayor parte de estas mujeres elaboran sus posiciones desde un lenguaje descolonizador en donde los saberes ancestrales y “lo ancestral” se presenta como un modo de vida no occidental, anticapitalista y enlazado a un sentido de pertenencia a un pueblo mayor. Sin embargo y considerando que lo ancestral y lo espiritual son valores que actualmente se están globalizando y transnacionalizando en amplios sectores de las sociedades latinoamericanas, varias se preguntaron por los efectos que podrían tener las formas de “apropiación cultural” sobre el patrimonio inmaterial y material de los pueblos originarios.