CUANDO el hedor se hace insoportable, muchos se tapan la nariz y siguen; mientras, los periodistas decentes soportan un desprecio social que no se merecen. ¿Seguiremos con los brazos caídos sin protegernos ni proteger a la ciudadanía de los peores de “los nuestros”?
AHORA, que se han acallado las voces más agrias y se abre un breve espacio de descanso para las descalificaciones mutuas de los políticos, creo que es una oportunidad para que los informadores abramos un tiempo de reflexión sobre la actuación y participación de algunos de nosotros y de ciertos medios en la corrupción informativa que hemos vivido últimamente.
“PUEDE ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, así cerraba Cordell Hull, secretario de Estado de Roosevelt, el debate con quienes sostenían que era una indecencia que el Gobierno de Estados Unidos respaldara, hasta con las armas, a Anastasio Somoza; uno de los tiranos más feroces que ha conocido América Latina.
CASI ochenta años después, la impúdica anécdota sigue siendo un referente cuando se da la defensa cerrada de “los nuestros”; aunque estos comentan actos indecentes de muy difícil disculpa. Creo que cabe el símil con Hull frente al silencio que las organizaciones de periodistas, en general, vienen guardando desde hace meses (quizá años) sobre la inmundicia que subyace en el periodismo español.
A ratos aflora a la superficie y el hedor se hace insoportable… pero se soporta, se tapan muchos la nariz y se guarda silencio hasta la próxima desvergüenza; mientras tanto los periodistas decentes -que son mayoría- tienen que soportar un desprecio social que no se merecen.
COMO los supuestos representantes de los periodistas no dicen nada, algunos ciudadanos sí se atreven: “Decenas de periodistas y políticos que crecieron con el mito del Watergate, soñando desde la adolescencia con lo heroicos que serían frente a un Watergate español. Y ahora que lo tienen en frente… hablan tan bajito. Cómo debe doler ese silencio en la soledad del espejo”. Así nos sacaba las vergüenzas el actor Juan Diego Botto, en su cuenta de Twitter, ante los hechos que han demostrado (el que quiere ver que vea) cómo se revuelven policías y periodistas corruptos en las cloacas del Estado.
DÍAS atrás, Antonio García Ferreras, director de Al Rojo Vivo, se defendía ante el político Pablo Iglesias, que lo acusaba de ser un valedor de Eduardo Inda, uno de los nombres mencionados en las cloacas, alegando que él preservaba “la presunción de inocencia”.
ANTE esto, uno no sabe si este señor se lo cree o piensa que el resto de los mortales somos tontos; porque su canal, tanto como la inmensa mayoría de la prensa, nunca han respetado ese supuesto. Por el contrario, un breve recorrido por las hemerotecas permite comprobar cómo se han solazado reiteradas veces en vomitar inmundicias sobre inocentes y destrozar su honor sin que nunca -salvo que mediara orden judicial- se hayan desdicho ni intentaran reparar la maldad cometida.
Más de dos y más de tres…
COMPRENDO que el desprecio de mucha ciudadanía honesta se dirija al tal Eduardo Inda, pero se engaña si cree que estamos ante una “manzana podrida”. Hay cajas enteras de inmundicia.
VA para tres años desde que se filtraron aquellas conversaciones entre el ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el director de la Oficina Antifraude catalana, Daniel de Alfonso. Allí se demuestra cómo una de las principales herramientas que tienen las cloacas del poder para arrojar mierda sobre la ciudadanía son los medios de comunicación.
“A mí me ha llamado algún periodista; Casimiro García Abadillo, que le conozco, y yo procuro con los directores de los medios mantener, aparte del de La Razón que es amigo personal mío, pues con Bieito, con El Mundo… también hablaba con Pedro J, pero ahora con Casimiro García Abadillo, yo he hablado por teléfono con él dos veces… De hecho, me ha llamado ahora y no lo he cogido”.
EN algún momento, vuelve a referirse a este último: “es el aniversario de El Mundo y van a hacer una fiesta y tal y cual y, por lo visto, según me ha dicho tienen un nuevo formato de periódico o no sé qué… y, claro, es una ocasión propicia para ver si pego una exclusiva…”.
FRUTO de estas relaciones inmundas han surgido titulares como este de El Mundo: “Investigan una cuenta de 12,9 millones de euros de Xavier Trias en Andorra”. Esta mentira llevaba las firmas de un equipo formado por Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta y Fernando Lázaro.
DAVID Jiménez, otro de los exdirectores del diario fundado por Pedro J. Ramírez (otro que sí), reconoce en su libro El Director que formó parte de la operación de acoso y derribo contra la jueza Victoria Rosell que se postulaba como candidata de Podemos. Con ello, la información recibida diariamente por los lectores de El Mundo se convirtió en una mentira vendida como verdad. Tras la irrupción de Podemos, los medios se dedicaron a falsear información sobre la organización política con el fin de intoxicar a la opinión pública.
ALGUNAS de estas corrupciones han llegado a los tribunales y el Juzgado de Instrucción Número 7 de Madrid tiene fijada una fianza de dos millones de euros para Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta, Santiago González, Casimiro García Abadillo y El Mundo, para hacer frente al daño causado a la empresa Cuadrifolio a la que acusaron falsamente de haber creado una supuesta ‘Gürtel’ socialista. La fiscalía advierte en el proceder de los imputados “calumnias e injurias continuadas con publicidad”; hechos que llevaron a la empresa a la quiebra.
POR otro lado hoy sabemos que aquel titular del diario de Inda que decía el 12 de enero de 2016: “La Policía descubre que la dictadura iraní ha dado 2 millones de euros a Iglesias y su entorno desde 2013” no estaba amparado por ninguna veracidad, al igual que el supuesto flujo de dinero venezolano para la creación de Podemos.
CON paciencia esperaremos el fallo judicial y respetamos la presunción de inocencia; pero, que quiere que le diga señor García Ferreras… Blanca y en botella, igual es leche.
Estos no son mis compañeros
VOLVIENDO al libro El Director, que firma David Jiménez; este también habla de los “acuerdos” con que los medios se ganan el favor de las grandes empresas a cambio de engañar a sus lectores o venderles propaganda como si fuera información. En un momento apunta: “Los sobresueldos para informadores estaban ahora a la orden del día, pagados por agencias de comunicación, clubes de fútbol, partidos políticos y grandes empresas como Telefónica, que durante la presidencia de César Alierta llegó a tener subvencionados a 80 de los más conocidos informadores del país”.
NO creo pasarme ni presumir de listo si digo que casi todo lo que cuenta en su obra yo lo sabía y nadie debería sentirse agredido si digo que todos los que alguna vez han pasado por ciertas redacciones lo saben.
NO sería verdad si dijera que lo callábamos; por el contrario, todos lo decíamos. A la segunda caña en cualquier rueda de ‘amiguetes’ de la profesión se han contado casos y cosas que, sin presunción de inocencia, darían para varios libros como El Director. Sin embargo, parece que muchos prefieren ignorar lo que sabían o, por lo menos, no les ha caído bien lo que allí se cuenta; yo diría que les ha podido la proximidad y que como consecuencia han errado en su crítica.
POR ejemplo, Carlos Segovia respondía: “Resulta que el exdirector de El Mundo ha escrito sobre sus subordinados sin la deontología de llamarles antes para evitar inexactitudes o intentar recabar su versión; y encima les pide que compren el libro y se lo lean entero ¿Periodismo?”.
SEÑOR Segovia, se trata de un ensayo autobiográfico sobre el periodismo en un medio determinado; por otro lado, parece que está bien informado ya que nadie ha desmentido ni se ha querellado por lo que allí se ha escrito.
OTRA profesional de merecido respeto, Lucía Méndez, le reprochaba a Jiménez: “La abnegada redacción de El Mundo -varios ERE, 4 directores en 4 años- no se merece andar en cantares por aquí. Ni sus periodistas ser señalados en un libro de cotilleos de un exdirector que no citaré para no publicitarlo. El respeto a los compañeros es lo primero. Lo primero.”
NO me atrevería a desmerecer la abnegación de casi ninguna de las redacciones de España; en todas se ha ejercido la profesión con entusiasmo a pesar de la incapacidad y/o la felonía e ingratitud de sus empresarios.
AUNQUE ese reclamo de respeto a los compañeros suena como un llamado a cerrar filas y silenciar las faltas de nuestro entorno simplemente porque son de “los nuestros”.
YO también pondero el respeto y hasta el afecto por los compañeros; pero no creo que todos los colegas de mesa hayan acompañado ni compartido mis tribulaciones profesionales, ni siquiera las laborales. Más de una huelga lo ha documentado. Acompañar y compartir esos momentos es lo que convierte a los vecinos de mesa en compañeros.
Todos moros o todos cristianos
YA sé que nuestra Constitución prohíbe los llamados tribunales de honor en las organizaciones profesionales; por lo tanto, el respeto a los principios deontológicos es cuestión de cada uno y también sé que los que dicen que van a velar por ellos no tienen herramienta alguna para hacerlos respetar.
SIN embargo, ocurre que muchos de los dirigentes de las organizaciones de los periodistas suelen dictar, desde las alturas, cómo debe comportarse el resto de la ciudadanía con los periodistas.
SI un político, desde la tribuna y sin tapujos, llama a un informador por sus nombres y defectos, la armada corporativa no tarda en acusarle de vulnerar la libertad de informar. No hace mucho la asociación de la prensa madrileña ha llegado a pergeñar -entre gallos y medianoche- un comunicado de “protección” de colegas que, supuestamente, habrían acudido a ellos con esa intención. Aunque quiénes son solo lo saben un par de directivos de la APM.
POR su lado, el periodista Antonio Mestre ridiculizó el amparo que estos le ofrecían por entender que cometían la impudicia de ocultar a quién había impulsado las amenazas contra él. Mestre señala: “Agradezco mucho su comunicado. Pero no entiendo que se hurte que quien ha realizado esa acción que detallan y que ha provocado las amenazas se llama Eduardo Inda”.
MIENTRAS tanto, las mismas organizaciones que no duermen preocupados por el supuesto intrusismo soportan a los supuestos informadores que llenan las tardes televisivas con esperpentos de bochorno y que alardean de periodistas. Nadie les dice que no ejercen el periodismo y que, a pesar de ello, lo vulneran. Sin ir más lejos, pagando exclusivas y entrevistas; algo prohibido por todos los códigos de decencia. Hay más. Ante cada convocatoria electoral, estas mismas organizaciones salen a reclamar la retirada de esa normativa odiosa conocida como ‘bloques electorales’. La causa es que estos atentan contra los ‘criterios profesionales’ habituales; es decir, los mismos criterios de pornografía informativa con que la mayoría de las televisiones españolas (públicas y privadas) sirven a sus respectivas trincheras.
LA tontería interesada de la autorregulación ya ha demostrado su total ineficacia y los guardianes de los códigos carecen de las mínimas herramientas para hacer verdad ese ejercicio. ¿Hasta cuándo seguiremos con los brazos caídos sin protegernos ni proteger a la ciudadanía de los peores de “los nuestros”?
LA suma de indecencias, corrupciones, bajezas y ofensas a los derechos de la ciudadanía que se han venido cometiendo, a lo largo de los años, desde los medios españoles exigirían, por lo menos, que las organizaciones sindicales y profesionales de los periodistas convocaran una jornada de catarsis: “Qué podemos hacer los periodistas frente a la corrupción informativa en España”.
SI lo hacen todas juntas, mejor; pero me temo que no caerá esa breva.