Por Orlando Milesi
– Niños del municipio de Ovalle, a 400 kilómetros al norte de la capital de Chile, reciclan aguas de lluvia y grises en sus escuelas para regar frutales y hortalizas, en una iniciativa con la que quieren contrarrestar las carencias del recurso en esta región semiárida.
Otros jóvenes que culminan sus estudios técnicos en el mismo municipio, construyeron simultáneamente un filtro que a corto plazo optimizará esa recuperación de aguas.
“El cuidado del agua tiene que comenzar por los niños”, dijo a IPS Alejandra Rodríguez, con un hijo que estudia en la escuela de Samo Alto, en la ladera de la Cordillera de los Andes, a 30 kilómetros de la ciudad de Ovalle, cabecera del municipio de unos 111.000 habitantes, en la región de Coquimbo.
“Mi hijo me trajo un tomate cosechado para que sacara semillas. Para ellos cosechar es el premio. Él hizo su huerto al lado de la casa y fue muy emocionante”, agregó Maritza Vega, apoderada de la misma escuela que instruye a 77 alumnos cuyas edades oscilan de cuatro a 15 años.
El director, Omar Santander, recordó a IPS durante su recorrido por escuelas rurales del municipio para observar la experiencia, que “el río Hurtado fue tradicionalmente generoso, pero hoy solo permite regar cultivos en forma alternada, algunos días. La gente se pelea por regar”.
En la escuela acopian agua de lluvia y también el agua con que lavan huevos y verduras. “Con llaves se cierra el paso y luego se envía el agua a un doble filtro”, explicó antes de detallar que cuentan con un estanque para 5.000 litros.
El recibo mensual de agua bajó mucho, pero Santander cree que lo más importante “es la conciencia que ha generado en los niños”.
“Antes había agua y los hábitos de los adultos vienen de entonces. Los estudiantes son una inducción para crear conciencia entre sus familiares. Queremos que la dimensión ambiental sea una herramienta para la vida”, resumió.
Para Admalén Flores, alumna de 13 años, “los tomates que uno cosecha son más sabrosos y mejores”, mientras que Alexandra Honores, de la misma edad, destacó que “ahora mi abuelo reutiliza el agua”.
La escuela básica El Guindo, ubicada a 10 kilómetros de la ciudad, en un poblado con fama de ser un foco de venta de drogas, estuvo mal calificada hasta hace tres años.
Entonces, su director, Patricio Bórquez, y la profesora de ciencias, Gisela Jaime, comenzaron un proceso de recuperación de aguas grises. También plantaron árboles y especies nativas para adaptarse al ambiente seco.
“El proyecto nació porque no había vegetación”, contó la maestra. Hoy recuperan 8.000 litros de agua cada mes. “Enseñar el cuidado del medio ambiente es una habilidad para la vida”, subrayó el Bórquez.
“Teníamos un estigma como escuela en cuyo entorno hay mucha drogadicción. Hoy estamos considerados en Ovalle como el recinto donde se hacen más programas. Fuimos terceros en la medición en ciencias”, destacó.
Para Jaime, la experiencia es “gratificante” porque obtuvo “herramientas para crecer y crear conciencia en los niños y en toda la comunidad sobre la importancia del cuidado del agua y los recursos”.
El geógrafo Nicolás Schneider, creador de la Fundación un Alto en el Desierto, dijo a IPS que su oenegé estima que la recuperación de aguas grises ya alcanzó a un millón de litros tras ocho años de trabajo con esas escuelas rurales de Ovalle.
En este municipio seco y de pluviosidad variable, “en 2018 apenas cayeron 37,6 milímetros de agua lluvia. La cifra está muy por debajo del promedio normal del período 1981-2010 que es de 105,9 milímetros”, indicó a IPS desde Santiago la especialista Catalina Cortés, de la Dirección de Meteorología de Chile.
Schneider califica de “crítica” la situación hídrica en la región de Coquimbo, que es la frontera sur del desierto de Atacama y que tiene 90 por ciento de su territorio erosionado y degradado.
“Debido al cambio climático, cada vez llueve menos y cuando lo hace es de manera muy concentrada. Tanto la falta de lluvia como la concentración de la misma causa serios daños a la población”, sostuvo.
Innovador filtro de reciclaje
Guiados por sus profesores, los estudiantes del Liceo Politécnico de Ovalle construyeron un sistema de filtración ideado por el profesor Eduardo Leiva, de la facultad de Química y Farmacia de la Universidad Católica. El filtro busca elevar el estándar técnico con que se limpian las aguas grises.
El prototipo ya instalado recupera el agua de los baños que usan 1.200 alumnos del Liceo Politécnico. Con esa agua se riegan tres áreas con 48 especies arbóreas. Filtros similares se instalarán desde junio en ocho escuelas rurales de Ovalle.
Así, la calidad del agua recuperada aumentará debido al filtro construido gracias a un proyecto del Fondo de Innovación para la Competitividad del gobierno regional de Coquimbo, con protagonismo de la Universidad Católica, la Fundación un Alto en el Desierto y el Liceo Politécnico de Ovalle.
Ese prototipo fue construido por 18 alumnos y ocho profesores de Mecánica, Montaje Industrial, Electrónica, Electricidad y Dibujo Técnico tiene dos estanques para 1.000 litros cada uno.
El primario recibe agua de los lavamanos que se conduce por cañerías y por peso gravitacional. Mediante una electrobomba, el agua se eleva hasta un filtro de tres columnas ubicadas en forma secuencial-vertical. Cada columna mide 0,35 metros de alto y 0,40 metros de diámetro.
“El material filtrante en cada columna debe ser de granulometrías diferentes y puede ser gravilla y/o arena de cuarzo (zeolita), carbón activado, arena o grava”, describió Hernán Toro, profesor jefe de Montaje Industrial.
Toro detalló a IPS que “el prototipo tiene una columna con zeolita y dos columnas de carbón activado. Las columnas están montadas sobre una estructura metálica de 2,60 metros de altura”.
El agua impulsada desde el estanque alcanza la columna más alta del filtro, pasa a través del material filtrante y por gravedad cae y pasa secuencialmente por las otras columnas. Finalmente, el agua es conducida al estanque secundario y mediante otra electro-bomba llega a los circuitos de regadío.
Duan Urqueta , alumno de electrónica de 17 años, explicó a IPS que sacaron muestras de tierra y agua en siete localidades de Ovalle y “usamos la peor agua para probar el filtro que está hecho acá en el Liceo con materiales reciclables”.
En 2018, “con el filtro ganamos el primer puesto en la Feria de Ciencias de La Serena, la capital de la región de Coquimbo, recordó orgulloso.
Pablo Cortés (17), estudiante de montaje industrial, destacó que el proyecto le aportó “una evolución notable con aprendizaje y encuentro personal. Me cambió como persona”.
Para el profesor Toro la experiencia “ha sido enriquecedora y de impacto social. Estamos sembrando en los jóvenes una semilla de conciencia ecológica”.
“Es un programa de aprendizaje, servicio y ayuda a la comunidad. Todos aprenden. Hemos visto gente llorando de emoción en sus localidades”, describió.
Ahora van a incluir en el proyecto un equipo fotovoltaico, que bajará los costos de energía, mientras ya cuentan con un sistema de automatización para descargar agua, que legalmente solo puede ser almacenada por un tiempo.
En ocho escuelas, incluidas las de Samo Alto y El Guindo, esperan esos nuevos filtros, cuyo costo unitario es de 2.170 dólares.
Schneider cree, empero, que a nivel macro “el reciclaje de agua es insuficiente”, para combatir la carencia de agua en esta zona semiárida. Y va más allá. Afirma que “hay ausencia de instrumentos de ordenamiento territorial o manejo de cuencas reales en el territorio”.
“Con el marco actual regulatorio del agua, el agronegocio de exportación, principalmente de frutales, se ha tomado los valles, ha concentrado el agua y tiene tomado el territorio. Y el Estado hace vista gorda”, denunció.