Las elecciones parlamentarias europeas dan cuenta de una tendencia que no se detiene. El ascenso de la ultraderecha nacionalista, antieuropea. La reconstrucción de Europa, luego de dos guerras mundiales, está pasando por una fase crítica con la resurrección de los nacionalismos, los populismos de derecha. Las fuertes corrientes migratorias, las dificultades económicas y los distintos brotes de corrupción que afloran en uno u otro país, luego de décadas de bienestar, están poniendo a prueba la capacidad de Europa para encararlos.
Gran Bretaña intentando implementar el brexit –la salida de la Unión Europea- decidida en un referendum, no halla la forma de salir, como lo prueba la renuncia presentada por su primera ministra Teresa May, ante la imposibilidad de concretar el brexit luego de múltiples intentos. Si bien una mayoría, exigua pero mayoría al fin y al cabo, quiso salirse de la Unión Europea, recién después de la votación se tomó conciencia de las
consecuencias. Se sospecha que si hoy se realizara un nuevo referéndum, surgiría una nueva mayoría, ya no a favor del brexit, sino que en contra.
En USA, Trump debe seguir peleando con su sombra, la trama rusa. El informe Mueller no confirma que es un santo varón, sino que no logró acumular evidencias, tan solo indicios, insuficientes como para incriminarlo, pero suficientes como para no dejarlo libre de polvo y paja.
Por América Latina, el ultraderechista presidente brasileño Bolsonaro, intenta contrarrestar la fuerte caída en su popularidad mediante manifestaciones callejeras cuya magnitud estuvo muy por debajo de la que
realizaron sus oponentes en rechazo a la reducción presupuestaria en la educación superior. La corruptela en el seno de su familia y de su círculo inmediato, más temprano que tarde terminará por fagocitarlo.
En Argentina, Macri sufre: mientras más ataca a Cristina, pareciera que más la fortalece y más se debilita él mismo. Con una astucia más propia de Chapulín Colorado, Cristina dio un “semipaso” al costado, para levantar la candidatura de un peronista moderado, quedando ella bajo su sombra, pero asegurándole el 30% de votos duros que tiene en su bolsillo. Lo hizo sabiendo que los peronistas moderados serán quienes decidirán quién será el próximo presidente argentino. Para Macri, desafortunadamente el FMI no vota en las elecciones presidenciales, sino que el pueblo, quienes muy probablemente le den la espalda por su incapacidad para detener la inflación y cumplir lo prometido al asumir la presidencia.
Y en Chile, el gobierno y su presidente sigue viviendo tiempos mejores que la ciudadanía no visualiza por ninguna parte. Su principal bandera, la seguridad pública, brilla por su ausencia. Los narcotraficantes se dan el lujo de despedir a los suyos protegidos por la fuerza pública, y en las cárceles se ha descubierto que su estadía es a todo pasto. Los portonazos están a la orden del día. En paralelo debe seguir defendiéndose por el viaje a China realizado con su familia. Intenta poner punto final con la versión de la Contraloría General de la República en orden a que no hubo delito alguno. Eso todo el mundo lo sabe. No es necesario que haya delito para que se entienda que eso no se hace, que echa por tierra todo su discurso, y el de sus adherentes en torno a la meritocracia y la igualdad de oportunidades. Tampoco es razonable que tenga una cabaña por la que no haya pagado contribuciones de bienes raíces por 30 años. Por más que no haya delito, un personaje público, de su estatura, primera autoridad del país, no puede pretender que quienes pagan religiosamente sus impuestos hagan la vista gorda frente a este hecho.