El sábado pasado, el último día de la festividad judía de Pésaj, un supremacista blanco de 19 años de edad llamado John T. Earnest presuntamente irrumpió en la sinagoga Chabad, situada en la localidad de Poway, en California, y abrió fuego con su rifle de asalto tipo AR. Según se informó, mató a Lori Gilbert Kaye, una de las congregantes, mientras esta intentaba proteger al rabino, Yisroel Goldstein. Los testigos presenciales declararon que Earnest le disparó dos veces a Goldstein, quien perdió parte de un dedo, e hirió a otras dos personas antes de huir. Fue arrestado poco tiempo después, mientras se difundía un manifiesto plagado de lenguaje antisemita, supuestamente escrito y publicado en internet por el asesino. En él, el atacante también se atribuye el crédito por el intento de incendio de una mezquita en la cercana ciudad de Escondido, realizado un mes atrás. Un mensaje en el estacionamiento de la mezquita hacía referencia a la masacre en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, en la que fueron asesinados 50 fieles musulmanes. En su propio manifiesto, el agresor de Nueva Zelanda describió al presidente Donald Trump como “un símbolo de la identidad blanca renovada”.
El sábado, la congresista demócrata de Minnesota Ilhan Omar publicó en Twitter: “Me duele el corazón después del tiroteo letal de hoy en la Congregación de Chabad en San Diego, en el último día de Pésaj y seis meses después del tiroteo en la sinagoga de Pittsburg. Como nación, debemos enfrentar el aterrador aumento del odio y la violencia en torno a la religión”. La congresista concluyó el tuit con la frase “El amor triunfa sobre el odio”.
Desde que asumió su banca en enero de este año, Omar, una de las dos primeras mujeres musulmanas electas para el Congreso y la primera en usar hijab allí, ha sido un blanco frecuente de Trump. En uno de sus ataques más recientes, el presidente posteó un video que alternaba imágenes de Omar y los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Omar es atacada por su crítica implacable al apoyo de Estados Unidos hacia la ocupación israelí de Palestina. Las amenazas de muerte en su contra han aumentado drásticamente y ha sido denostada por los medios de comunicación alineados con la derecha. Enfurecidas por los ataques y la violencia, un grupo de destacadas mujeres afroestadounidenses se congregó el martes frente al Capitolio de Estados Unidos, en una acción que llamaron “Mujeres negras en defensa de Ilhan Omar”.
Desde el escenario, la legendaria activista, académica y escritora Angela Davis expresó: “Es hora de que salgamos a defender a aquellos que representan nuestra visión política en la primera línea de la lucha. El ataque contra la congresista Ilhan Omar, si bien está claramente dirigido a ella como persona, también está diseñado para disuadirnos a todas de hablar sobre temas polémicos. Los ataques en su contra que salen de las publicaciones de Twitter del ocupante [de la Casa Blanca] –así es, de las publicaciones de Twitter del inquilino– y las numerosas amenazas de muerte de los nacionalistas blancos y sus partidarios son una forma de enviarles un mensaje a otras mujeres negras, a todas las que tienen puntos de vista políticos radicales y progresistas, de que ellas también podrían ser víctimas de este racismo agresivo y violento: ‘Quédate callada… o sufrirás el destino de Ilhan Omar’”.
Junto a Angela Davis estaba la historiadora Barbara Ransby, asesora del Movimiento por las Vidas Negras. También hablaron la profesora de Princeton Keeanga-Yamahtta Taylor y Alicia Garza, cofundadora del movimiento #BlackLivesMatter. Ayanna Pressley, la primera mujer afroestadounidense electa como miembro de la Cámara de Representantes por el estado de Massachusetts, exclamó: “¡Desde R. Kelly hasta Donald Trump, lo que ya no podemos aceptar es el silenciamiento de las mujeres negras!”. Rashida Tlaib, la única otra congresista musulmana, también disertó en el mitin.
Cuando llegó la congresista Ilhan Omar, la multitud se alzó en una gran ovación. Su discurso de 17 minutos fue una denuncia implacable contra Trump: “Y en este momento, el ocupante de la Casa Blanca, como le gusta llamarlo a mi hermana Ayanna, junto a sus aliados, están haciendo todo lo posible para deslindar su responsabilidad e informar erróneamente al público de los monstruos que crearon, que están aterrorizando a las comunidades judía y musulmana. Porque cuando hablamos de antisemitismo, también debemos hablar de islamofobia. Son dos caras de la misma moneda de la intolerancia”.
En una entrevista televisiva reciente, Trump dijo de Omar: “Ella realmente no entiende la vida, de lo que se trata la vida real, es lamentable, tiene una forma de conducirse que es muy, muy mala para nuestro país”.
Le guste o no a Trump, su país también es el país de Omar. En su discurso, la congresista señaló: “No represento a una única voz marginada, porque en este país ser negro es suficiente para ser marginado. También soy mujer, es una segunda marginación. Además soy musulmana. Y también soy refugiada, soy inmigrante, de un país de los que llaman ‘países de mierda’. La realidad es que ese ‘país de mierda’ crió a una persona muy orgullosa y digna. Nuestras circunstancias no serán siempre perfectas, pero eso no reduce nuestra humanidad. Y no procuro defender la mía. Así que cuando este inquilino de la Casa Blanca decide atacarme, sabemos que ese ataque no es para Ilhan. Ese ataque es la continuación de los ataques que lanzó contra las mujeres, contra las personas de color, contra inmigrantes, contra refugiados y, definitivamente, contra la comunidad musulmana. Y hoy estamos aquí diciendo de forma colectiva: ‘Tus violentos ataques, tus ideas dementes, no son bienvenidas aquí’”.
Ilhan Omar era una refugiada de la guerra en Somalia cuando huyó a Estados Unidos. De pie, con la cúpula del Capitolio a sus espaldas y ante la multitud que salió a la calle en su defensa, la ahora congresista Omar afirmó: “Si sobreviví a las milicias, sin duda puedo sobrevivir a estas personas”.