Por Lic. Vilma Perren
Hace unos días circuló la atroz noticia de que un par de personas indigentes, en situación de calle, fueron prendidos fuego. Esto ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires.
Creo que estamos frente a un fenómeno psicosocial que tenemos que observar, cuestionar y revertir, si queremos vivir en un mundo verdaderamente humano.
Y acá viene a alumbrarnos, para ver con claridad, este término acuñado por Adela Cortina, filósofa valenciana que dio nombre a este fenómeno que se ve y se padece en todo el mundo: la aporofobia, que no es ni más ni menos que el odio, el rechazo y el miedo al pobre.
Es claro que muchísima gente se horrorizará frente a hechos como prender fuego a un indigente o apalear a alguien por el hecho de que esté en situación de calle…
Pero, ¿no ejercemos también la aporofobia cuando degradamos, juzgamos y no aceptamos que sean incluídos con políticas públicas posibilitarias vastos sectores de la sociedad, hoy excluídos?
¿No ejercemos la aporofobia cuando creemos y repetimos que ciertos extranjeros que vienen a estudiar o trabajar “nos van a quitar el trabajo” y no respondemos del mismo modo cuando “otros extranjeros” (adinerados y con poder) instalan una oficina del FMI en el Banco Central, monitoreando lo que hace el gobierno de nuestro país?
¿No ejercemos la aporofobia cuando juzgamos a alguien por las zapatillas que se compra porque a nuestro criterio, si es pobre, debería gastar el dinero de otro modo?
¿No ejercemos la aporofobia cuando no toleramos la ayuda del Estado a sectores marginados pero aplaudimos que en Suecia haya sobrada ayuda social para la población?
Y podemos seguir haciéndonos muchas preguntas al respecto.
Lo cierto es que tenemos que empezar a poner particular atención a este fenómeno psicosocial, producto de intrincados procesos internos de identificaciones, rechazos, proyecciones propias de nuestro psiquismo, pero que arraigan en lo más profundo de nuestro individualismo y en lo peor de nuestra condición humana. Además de ser esto fomentado por sectores políticos y sociales que promueven la exclusión, la discriminación y la violencia en todas sus formas.
Si de verdad aspiramos a vivir en un mundo cada vez más humano y solidario, comenzaremos a cuestionarnos clichés repetidos hasta el cansancio, tan repetidos que se terminan imponiendo como verdades, siendo absolutas y tendenciosas mentiras.