Por RBA/Reportaje de Felipe Mascari e Rodrigo Gomes/ Traducción de Pressenza
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São Paulo, Río y Belo Horizonte tuvieron las mayores movilizaciones. «Agitaron el hormiguero y esto es lo que resultó», dijo el científico Miguel Nicolelis sobre el acto que llevó a 1,8 millones de personas a las calles.

Los actos en defensa de la educación pública en el país y en contra de la reforma del sistema previsional del gobierno de Bolsonaro, superaron las expectativas de los organizadores según la Unión Nacional de Estudiantes (UNE). En São Paulo, se estimó la participación en 300 mil personas. Muchos llegaron al inicio de la manifestación alrededor de las 17 hs en el Largo da Batata, barrio de Pinheiros, en la zona oeste de la capital. Otros se fueron sumando a lo largo de los más de 4 kilómetros recorridos hasta la desconcentración, alrededor de las 21 hs en la Avenida Paulista.

Belo Horizonte reunió 200 mil manifestantes. Río de Janeiro y Recife, por lo menos 100 mil personas cada una. La movilización en el Distrito Federal (Brasilia) atrajo a unas 20 mil personas. En Salvador fueron 70 mil personas, 40 mil en Belém, otras 30 mil en São Luís. Según las cuentas de los organizadores, cerca de 1,8 millones de personas salieron a las calles de 190 ciudades de Brasil de los 26 estados y el Distrito Federal, además de otras 10 en el exterior.

«Agitaron el hormiguero y esto es lo que resultó», dijo el científico Miguel Nicolelis en las redes sociales. En la avenida Paulista, la presidenta de la UNE, Marianna Dias, declaró: «El 30 de mayo entra en la historia de nuestro país. Cuando estudiantes, maestros, trabajadores, padres, el pueblo brasileño regresó a las calles en un gran tsunami. Para los que no creyeron, estamos aquí. Somos millones. Somos rebeldes. Somos cuestionadores».

Marianna admitió que se superaron las expectativas en cuanto al alcance de las manifestaciones, y destacó la energía y la vibración que llegaba del asfalt, tomado por los jóvenes, «organizados» o «autónomos». El juego de palabras impreso en la gigantesca pancarta que acompañaba la marcha, «El Brasil se UNE por la educación», traducía una realidad. «Si quieren prohibir, inhibir nuestra voz y nuestra manifestación, van a fracasar. Porque el pueblo que salió de casa, ya no vuelve a casa si la educación de nuestro país no es respetada. Queremos escuela, queremos educación y junto a los trabajadores vamos a construir la mayor huelga general (prevista para el 14 de junio), de la historia de este país. Yo desafío al gobierno de Bolsonaro a que le diga al pueblo brasilero por qué no le gusta la educación», gritó la presidenta de la UNE.

«La universidad es el lugar de la transformación, de la libertad, de la democracia. Ellos odian eso. Por eso los derrotaremos gritando, produciendo confusión, haciendo de este país un caos. Porque Bolsonaro no gobierna hasta que los cortes se se reviertan. Esta es la promesa del pueblo que sale a las calles de Brasil. Bolsonaro, no vas a tener paz y no te tenemos miedo».

Independientemente de los números de la movilización, una nota publicada por el ministro de Educación, Abraham Weintraub, en la tarde del jueves, dejaba claro que el gobierno está –además de desorientado– molesto. El ministro sostiene que los profesores, personal de la educación, estudiantes y padres o tutores «no están autorizados a divulgar y estimular protestas en horario escolar». El ministro también espera que se hagan denuncias a través de la página web de la Defensoría del ministerio. Por lo que se vio en las calles de todo Brasil, el ministro está hablando con las paredes.

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