Y se agregó otro asesinato a los de ayer y a ayer otro y hace una semana y un mes y muchos años sin pausa y sin condena real. Estamos en Palestina.
Sin embargo, existe un deseo de normalidad que puede definirse como resiliencia, un término que, dependiendo de las disciplinas en las que se utiliza, significa la capacidad de absorber el impacto adaptándose, de repararse después de un golpe violento o de encontrar la respuesta positiva a un trauma.
Y aquí, en Palestina, la resiliencia se trata de vivir, si es posible también con alegría, a pesar de los continuos crímenes que coexisten en presencia de la ocupación israelí.
No pasa un día sin que Israel no golpee, arreste ni mate a un joven palestino, a una mujer, a un hombre o a un niño, y lo que es moralmente escandaloso, más de lo que puede ser una acción de guerra feroz, es que todo esto se comete en el estado de no beligerancia sino de «simple» ocupación militar: un crimen en sí mismo, que luego se agrega a los crímenes diarios individuales que Israel, con arrogancia inescrupulosa, cataloga como «seguridad» dando a sus partidarios la palabra clave para permanecer indiferente frente a hechos que a menudo recuerdan los escuadrones de la muerte de las dictaduras sudamericanas o las redadas fascistas nazis de Europa en el siglo XX.
Hace unas horas fue el último asesinato a sangre fría de un muchacho palestino, un asesinato grabado por el canal de televisión Aljazeera y lanzado en redes sociales que muestra la irrespetuosa manipulación del cadáver por parte de los asesinos.
Desafortunadamente, las reacciones de las redes sociales, junto con los muchos «Dios acoja tu alma» escritos en árabe, también registraron comentarios de cuentas judías, fácilmente rastreables en Facebook, que se burlaron de la destrucción del cadáver a manos de los soldados ocupantes, tanto en uniforme como en ropa civil.
Dejemos en el campo de los horrores humanos estos comentarios criminales, que esperamos que sean minorías en las comunidades judías de todo el mundo, y reanudemos el debate sobre la resiliencia mostrando algunas fotos de la «normalidad gazatí», que es parte de la normalidad palestina, pero aún más sorprendente para aquellos que se imaginan Gaza solo ruinas, desesperación, pobreza, represión absoluta, fundamentalismo religioso y demás.
Pero lo que tal vez sorprenda a quienes quieran leerme hasta el final, es la historia de Razan, una muchachaa que, junto con un pequeño grupo de amigos, se ocupa de los animales heridos, hambrientos y callejeros.
El día de ayer, aquí en Gaza, fue un día sin cohetes ni bombardeos. ¡Un día despejado! Solo los drones, que al volar bajo advierten de su presencia amenazadora, volaron bajo, recordando que estamos bajo asedio incluso si por un momento podemos distraernos.
Sin embargo, un día tranquilo. Después de acuerdos hasta ahora solo susurrados, el límite de las aguas utilizables para la pesca debería haber sido extendido por el propietario y señor de esta parte del mundo y ayer la pesca, una de las principales actividades locales, fue extraordinariamente abundante.
Así que ayer acepté una de las muchas invitaciones a almorzar, que llueven como abrazos a los que es difícil escapar, y fui a comer pescado -y no solo porque aquí los almuerzos, ofrecidos por quien sea, independientemente de la condición económica de la familia, no conocen límites y son auténticos asesinos de cualquier buena intención de hacer dieta – en la casa de uno de mis estudiantes de italiano acompañada por otros dos estudiantes, mujeres jóvenes fantásticas, ambas graduadas y ambas voluntarias en actividades socioculturales y de salud.
Dado que estas horas eran de puras vacaciones, decidí caminar a casa a pie y tomar algunas fotos de los diferentes vecindarios que crucé. Empezando por Shahbia, un barrio popular donde había almorzado y donde me impacté, como siempre, por los colores de la fruta local, inmortalizo a los dos jóvenes vendedores que me piden una foto. Si no se supiera que solo anteayer estaban bajo las bombas, parecerían ser jóvenes tranquilos, felices en cualquier parte del mundo donde se va de vacaciones. Donde ellos compro 2 kilos de jawafa, un excelente antioxidante y, por lo tanto, anticancerígeno, 4 aguacates, 2 portucal, es decir 2 naranjas y después de la bienvenida habitual «de dónde es usted» y «ahlan w salahn» pagué 10 shekels, es decir 2 euros y medio y reanudé mi viaje.
Yendo hacia Plaza Saraya, donde son evidentes los signos de las bombas de hace una noche, los que me obligaron a abandonar Gaza por mi seguridad, dejándome con una sensación de traición involuntaria hacia aquellos que permanecieron bajo las bombas, nos encontramos con una de las muchas procesiones de bodas. En la cabeza, o más bien frente a los jóvenes que están, como costumbre en las bodas, parados en la parte trasera abierta de camiones y PK cantando y riendo, un gran cartel que recuerda a unos sesenta mártires recientes en el área que cayeron bajo el fuego israelí. ¡Aquí ningún mártir detendrá un matrimonio, más bien, lo bendice!
Continuamos tomando algunas fotos, una en la antigua sala de cine, quizás la más antigua, ahora en desuso porque fue dañada por los bombardeos hace unos años y, junto a ella, un edificio de residencia de civiles, a su vez, golpeado donde – mi estudiante me cuenta que hoy no solo es mi anfitrión, sino también mi guía – fueron asesinados en 2014, atrapados en las barras de hierro golpeadas por las bombas, algunos niños y su madre.
Continuemos, algunas tomas en los jardines públicos, algunas tomas en los numerosos puestos informales. Estamos en el distrito de Remal, una foto a la última destrucción causada por el F16 la semana pasada.
Algunas otras tomas en el jardín de Al Jundi, que traducido al italiano (y luego al español), debería significar el «soldado desconocido», donde los automóviles brillantes y muy ruidosos llevan a los niños a dar un paseo alrededor de la fuente.
Apunte en la orilla del Banco de Palestina frente al jardín de Al Jundi porque en el camino todos los cajeros automáticos estaban llenos de multitudes. Mi guía me dice que a está hora siempre es así. Cientos de personas se alinean en todos los cajeros automáticos. A todo el mundo le parece extraño que Gaza tenga tantos cajeros automáticos, ¡eh! De todos modos, me rindo.
Ya casi es de noche, la sombra amenazadora del Estado judío parece ser parte de la normalidad, se pasa junto a las ruinas así como cuando se pasa junto a una de las pastelerías elegantes o a uno de los banquetes que venden altramuces y frijoles cocidos.
Luego, en cierto momento, Roger, mi compañero, me dice «mira a esa chica, no sabes cuánto me gusta.» La miro, ella está de espaldas, no usa ijab, pienso que es extranjera; tiene una gran bolsa de colores en su hombro. Roger me dice: «Me gusta mucho lo que hace, ¿le quieres hablar?» Bueno, sí, pero primero quiero entender por qué le gusta tanto lo que hace. Y el chico me dice «trae comida a los animales callejeros.»
Ahora entramos a un campo desconocido para la mayoría y que también me sorprende un poco a mi. Intentamos llamar su atención llamándola, primero en inglés y luego en árabe; pero todavía no sabemos su nombre. No parece muy convencida, pero se acerca. Vamos a empezar a hablar, pero en oraciones pequeñas. Tiene 28 años, su rostro es absolutamente semítico, lo que no es una definición racial, como tampoco lo sería decir una cara nórdica de un sueco o una cara sioux de un nativo estadounidense. Su tez es marrón, sus ojos son ese negro brillante que siempre quise tener. La muchacha nos dice que sí, que fue a alimentar a los cachorros callejeros y que esta operación la realiza todas las noches, ella o uno de los chicos de su grupo. Le pregunto un poco de su historia y por qué en un lugar donde los humanos siempre están en riesgo y la comida no abunda en todos los hogares, ella se encarga de alimentar y cuidar a los animales.
Su nombre es Razan. Sigue siendo un poco esquiva, tal vez no confía en las preguntas de una extranjera. La mediación de mi joven amigo que le habla en árabe la tranquiliza y luego comienza a hablar con fluidez y a contarnos. Dice que es parte de un pequeño grupo formado durante sus años universitarios. Años en que Israel masacró a Gaza con los bombardeos de plomo fundido, contados por Vittorio Arrigoni, quien permaneció en la Franja para arriesgar su vida, para ayudar en los esfuerzos de socorro y, sobre todo, para que el mundo sepa lo que Israel pudo hacer en 21 días de violencia contra la población asediada. Luego, incidentalmente, Israel hubiera podido hacerlo aún peor cinco años después, pero Vittorio ya había sido llevado lejos por la muerte y su presencia se habría mantenido solo en sus palabras, aquellas que nunca murieron y que en 2014 han ayudado a resistir y contar, a los que estaban allí, el margen protector aún más terrible.
Pero esto es solo un inciso, flota en el aire, sí, pero lo notaré más tarde. Mientras tanto, Razan dice que formaron un grupo de Facebook llamado Strays of Gaza, es decir, callejeros de Gaza, lo mismo hicieron con Twitter e Instagram y su presentación es muy simple, dos líneas en las que dicen su propósito es salvar la mayor cantidad de animales heridos, enfermos o hambrientos, y construir refugios seguros para ellos.
El grupo es pequeño, no está vinculado a ninguna asociación política o ecológica y se autofinancia, es decir, se financia con donaciones recibidas en línea. Le hago una pregunta desagradable, le pregunto si es creyente y, en este caso, si es cristiana o musulmana. Me mira de forma extraña y espero que no me malinterprete. No lleva ijab, esto tampoco se sabe usualmente, en Gaza no es obligatorio llevarlo incluso si la gran mayoría de las mujeres lo usan y muchas incluso usan el niqab. Esta elección me hace suponer que ella es cristiana pero en cambio es musulmán. Me mira un poco molesta y le explico que la pregunta se debe al hecho de que en Occidente, entre las muchas tonterías estereotipadas que existen, también está la creencia de que los musulmanes son crueles con los animales. En este punto, la joven sonríe y dice que conoce a muchas personas internacionales a través de las redes sociales que se comunican con ella y ayudan a su grupo a recaudar fondos para alimentos y cuidados. ¡Así que no todos creen esto!
Le preguntamos cuándo comenzó su compromiso y por qué. Ella responde que todo comenzó cuando ella y sus amigos de la universidad se habían encontrado, aquí en Gaza, un chico unos años mayor que ellos. Se habían convertido en amigos y hablando de todo, entendieron que todos debían ayudar a vivir, así que comenzaron a ofrecerse como voluntarios con animales y no solo con humanos. Me dice que él chico ya no está allí, pero que siempre está presente para ellos. Su nombre era Vittorio.
Estaba en el aire, lo sentí, pero fue solo cuando pronunció su nombre fue que me quedó claro.
Pero ella también, Razan tiene un nombre y un apellido que en este momento, en esta reunión vespertina donde nos vemos en las sombras, después de evocar el recuerdo de Vittorio Arrigoni, tiene algo igualmente evocador. Su apellido es Al Najjar; su nombre completo es Razan Al Najjar, al igual que la joven enfermera que conocí en la frontera de Khuza’a, si recuerdo bien, y que dos semanas después, mientras ayudaba a los heridos, siempre en la frontera, fue asesinada por tiradores israelíes.
Una reunión muy especial. Puede parecer inventado, pero solo hay que ir a Facebook, Twitter o Instagram para verificar: «Straysofgaza, Razan Al Najjar».
Es la vida que vence a la muerte. Es ese tipo particular de amor que no solo no muere, sino que derrama semillas por el mundo. En algún lugar se quedan bajo la arena, en otro lugar brotan. Aquí de vez en cuando brotan. Porque Palestina es un lugar extraño y Gaza es un lugar aún más extraño que el resto de Palestina. Aquí los burros conviven con los Mercedes, la pobreza económica con la riqueza de la hospitalidad, el terror con alegría, la destrucción con proyectos de reconstrucción faraónica, el engaño sutil con la más absoluta honestidad, la desesperación con la esperanza, la depresión con el entusiasmo de la resistencia… Y en todo, ella sigue dominando, a pesar de las muchas aves de mal augurio que quieren que sus muertos satisfagan su deseo de limpiar sus lágrimas, una capacidad para vivir y amar por la vida que es difícil de encontrar en otro lugar.
Razan Al Najjar, la protectora de los animales en un lugar donde la vida es difícil incluso para los humanos, parece encarnar la parte positiva de esta multiplicidad de formas. Es posible que Vittorio haya vivido sus últimos años en un lugar en el que, mejor que ningún otro, pudo reunir sus semillas de hermosa humanidad, compuesta por una lucha por el compromiso y la alegría.
Y después de esta última reunión, mientras cruzamos la calle, un niño de unos 15 años, con un carrito en el que tiene los últimos kilos de fresas, nos llama de una manera un tanto implorante, diciendo «fraule, faddal, fraule». Ya ya había comprado dos kilos de jawafa, aguacates, naranjas … Roger dice «La, la shukran», es decir, no, no gracias.
Pero ¿qué se puede hacer? Básicamente, en pocos días ya no podré comer fresas de Gaza. Bueno, volvamos. Ok, 4 shekels, eso es un euro, y como son las últimas, me da un buen peso y por 4 shekels me da dos kilos.
¿Normalidad? ¿Resiliencia? ¿Raridades? Llámenlo como quieran. Los drones siguen volando bajo. La noche pasada fue tranquila, la siguiente no se sabe, pero aquí la vida continúa a pesar del asedio y las amenazas.
Gaza NO MORIRÁ en 2020 como repiten amigos y enemigos. Gaza necesita agua potable, necesita trabajo, necesita electricidad, sus necesidades son humanas, pero su falta es de naturaleza política. ¡Gaza necesita libertad, necesita justicia!
Sin embargo, Gaza no morirá incluso si Israel y todos sus enemigos internos y externos se juntan porque, como escribió Darwish en 1973 en «El silencio de Gaza», «Ellos pueden romper sus huesos». Cortar todos los árboles. Pueden plantar tanques en las entrañas de sus mujeres y niños. Pueden tirarla al mar, a la arena o a la sangre. Pero ella nunca dirá SÍ a los invasores» y Gaza, me gusta recordarlo de nuevo, no es Hamas, no es Fatah, no es Jihad, no es el FPLP, Gaza es Gaza, en ambos lados de las facciones políticas en las cuales los habitantes de Gaza deciden reconocerse o no. Esta Gran Marcha por el regreso trató de mostrarlo al mundo, pagándolo con la única moneda que Israel conoce: la sangre palestina de sus mártires y las discapacidades impuestas a sus muchos heridos.
¡Saludos desde Gaza, donde la vida, a pesar de todo y de todos, continúa!
Ciudad de Gaza, 3 de abril de 2019. Foto de Patrizia Cecconi.
Traducido del italiano por Michelle Oviedo