Horas antes del cierre de campaña, las revelaciones de una investigación de openDemocracy ponen en evidencia el amplio alcance de la oscura trama internacional que apoya a la ultra derecha de Vox.
Las encuestas dan por segura la irrupción de Vox, el partido de la ultraderecha, en el Parlamento español en las elecciones legislativas en España de este domingo, 28 de abril. Más allá de cuál sea el resultado global de la elección, esta novedad introduce un elemento inquietante y disruptivo en un sistema político sumergido en el último lustro en un movimiento continuo (in flux).
Un éxito de la ultraderecha, tras años de reiterados fracasos, disolvería la resistencia mostrada hasta ahora por España ante el ascenso del iliberalismo en toda Europa, en un contexto global donde los populismos de tinte nacionalista, revisionista y autoritarios gobiernan en cada vez más países.
Por ello conviene prestar atención a las revelaciones de la existencia de tramas internacionales de apoyo a la extrema derecha a través de esquemas de financiación opaca y a menudo ilegal, fruto de una investigación de openDemocracy.
En ellas, queda sobradamente probado el amplio alcance del apoyo internacional recibido por Vox. Nada de lo que está ocurriendo con este fenómeno es tan “espontáneo” y “natural” como muchos quieren presentarlo. Ante el auge de Vox en las encuestas, muchos comentaristas se abonaron a la tesis de que era sólo una cuestión de tiempo para que España se homologara a sus socios europeos también en la aparición de un potente movimiento de ultraderecha.
Un éxito de la ultraderecha, tras años de reiterados fracasos, disolvería la resistencia mostrada hasta hora por España ante el ascenso del iliberalismo en toda Europa
Sin embargo, no podemos ignorar la realidad sociológica de un país que, en el contexto europeo y contrariamente a su imagen tradicional, está entre los más progresistas de Europa y del mundo en cuestiones que van desde la igualdad de género y los derechos de las minorías sexuales, hasta el apoyo al multiculturalismo o a la acogida de más refugiados.
En España, por ejemplo, los derechos civiles de los grupos LGBT+ y las políticas de promoción de la igualdad de género, blancos favoritos de los ataques de la extrema derecha, eran asumidos por la práctica totalidad del arco parlamentario, con pocos matices. Tampoco la cuestión del rechazo frontal a la inmigración, uno de los temas centrales de la reacción ultraconservadora en toda Europa, ha ocupado un lugar destacado en el debate político.
Durante décadas, el Partido Popular consiguió aglutinar todo el espectro conservador bajo su techo, desde la democracia cristiana más centrista hasta la derecha más ultramontana y nostálgica del franquismo, neutralizando las tendencias más radicales con su apuesta exitosa por convertirse en partido de gobierno, hegemónico en el centro-derecha en casi todo el territorio español.
Por mucho que el ala más conservadora tensionase al partido hacia posiciones más extremas en cuestiones sensibles al catolicismo más militante, como el aborto o los derechos LGBT+, la lógica electoral de competir por el centro se impuso en los momentos decisivos. Organizaciones ultraconservadoras, como el Opus Dei, y votantes de convicciones más radicales nunca dudaron de cuál debía ser su opción a la hora de votar.
Pero el Partido Popular, desgastado por una trama de corrupción masiva, certificada en sede judicial, e incapaz de canalizar políticamente la crisis constitucional planteada por la radicalización del nacionalismo catalán, tiene ahora evidentes dificultades para mantenerse como gran aglutinador de todo el espectro conservador.
Inventar un pasado imperial, glorioso y dorado, blanquear episodios dictatoriales, contaminar el discurso político con falsedades deliberadas como arma contra la verdad, son estrategias fascistas cuyo objetivo es destruir la democracia desde dentro.
La hegemonía se empezó a resquebrajar cuando se produjo el salto a la política española de un partido de corte liberal (Ciudadanos), nacido en Cataluña como respuesta al nacionalismo catalán. La emergencia en el ámbito español se produjo por el centro, e incluso el centro-izquierda.
Pero el desafío catalán fue una oportunidad demasiado buena para que Ciudadanos no la aprovechase: el partido vio un espacio de crecimiento entre nacionalistas españoles humillados por el desafío catalán, volvió a sus orígenes, y buena parte de su discurso político se centró en promover una línea dura hacia los partidarios de la independencia.
Este giro fue premiado en las elecciones regionales catalanas con un indiscutible primer puesto entre las fuerzas contrarias a la independencia, e incluso el primer lugar en votos y escaños. Durante los nueve primeros meses de 2018 Ciudadanos llegó a situarse primero en intención de voto en toda España, y no dejó de seducir a antiguos votantes del Partido Popular.
A partir de otoño de 2018 emerge, a la derecha del Partido Popular, un nuevo competidor, Vox, que acoge tanto a nostálgicos de la dictadura franquista como a nuevos cuadros de ultraderecha de corte europeo. Fundado en 2013, se trataba de un grupo inicialmente muy pequeño, pero que contó con una importante financiación de 800.000€ a cargo de un oscuro grupo de disidencia iraní en el exilio, cuando concurrió a las elecciones europeas en 2014, sin lograr representación. A pesar de sus fracasos repetidos en el ámbito electoral, Vox logró cierta notoriedad con sus acciones de acusación popular en distintas causas judiciales con potencial mediático.
La investigación deja al descubierto las oscuras y peligrosas conexiones de Vox con una trama global que busca apoyar a los distintos partidos de la ultra-derecha, tanto en España, como en Europa, que concurren a las elecciones europeas en mayo.
El artículo de openDemocracy sobre la organización CitizenGo, la plataforma ultraconservadora nacida en el mismo año que Vox, revela un esquema de financiación oculta del partido a partir de un fondo de financiación electoral (al estilo de los super-PAC estadounidenses) engrosado con dinero de ultraconservadores americanos y rusos. La investigación deja al descubierto las oscuras y peligrosas conexiones de Vox con una trama global mucho más amplia. Esta trama busca apoyar internacionalmente a los distintos partidos de la ultra-derecha, tanto a Vox para estas elecciones en España, como a los partidos ultraderechistas de Italia, Alemania o Hungría que concurren a las elecciones europeas del 24 de mayo próximo.
Inventar un pasado imperial, glorioso y dorado, blanquear episodios dictatoriales, contaminar el discurso político con falsedades deliberadas como arma contra la verdad, utilizando lo que Hanna Arendt denominó como “mentir organizadamente”, son estrategias fascistas cuyo objetivo es destruir la democracia desde dentro. La retórica incendiaria de VOX, encuadrada en esa nefasta tradición, ha contaminado eficazmente la campaña política en España. Responde a esquemas compartidos por otros muchos partidos de ultraderecha, y su coordinación a distintos niveles representa una seria amenaza a la estabilidad y al propio proyecto europeo.
El resultado de las elecciones en España puede ser un aviso de lo que ocurra en Europa dentro de un mes. Si Vox consigue este domingo, como apuntan algunas encuestas, escaños suficientes para condicionar un nuevo gobierno de derecha en España (como ya ha conseguido hacerlo en Andalucía), o bien si consigue desbancar a uno o más de los partidos de ámbito estatal ya presentes en el Parlamento español para ocupar la cuarta o incluso tercera plaza, sumará impulso al asalto al Parlamento Europeo por parte de aquellos que menosprecian los valores de la Unión Europea.
Pero incluso con un buen resultado electoral o con la llave de una mayoría de gobierno, ni a Vox ni a una radicalizada derecha española les será sencillo doblegar el talante tolerante y progresista de los españoles que se ha convertido, contra todo pronóstico, en una seña de identidad de la sociedad española en este siglo.