Poco conocida por el público en general aquí en Italia, una reciente iniciativa editorial dedicada a la gran poetisa polaca de origen judío, Anna Frajlich, suscita una reflexión con motivo de la jornada para la promoción del libro y la difusión de la lectura (23 de abril). Sería simplista reducir la trayectoria poética de Anna Frajlich a la definición de «poesía del exilio»: no es que un rasgo poético de la migración no esté presente en su poesía lírica, pero, sin embargo, corre el riesgo de ser una connotación limitante y reductora. El rasgo que más sobresale de su poética es que es, en todos los sentidos, una «poesía del siglo XX» y Frajlich una «poetisa del siglo XX», por la intensidad con la que ha atravesado algunas de las páginas más impresionantes y por la profundidad con la que su mirada ha sido capaz de representar estos pliegues de la historia a través de la palabra poética.

Anna Frajlich es una poetisa pura: nueve volúmenes publicados, doce colecciones poéticas completas, y ahora una selección en italiano, editada por Marcin Wyrembelski para los tipos de la editorial La Parlesia, titulada «Un océano entre nosotros», en la que las letras se organizan en torno a cuatro núcleos temáticos: los lugares de la infancia y la adolescencia, la memoria de los acontecimientos y de las imágenes, la larga parábola del exilio y el desembarco en la costa americana, las letras más íntimas. Cada núcleo se refiere a una de las letras que se incluye: una feliz elección, porque permite extrapolar del contenido específico un núcleo temático más consistente y desatar los bloques poéticos de la conexión rígida a un esquema, en vez de identificar de manera más personal, a partir de estos bloques poéticos, los núcleos temáticos más significativos y característicos.

Esta es la intuición que se vincula a lo que antes se ensombreció como la importancia que el poeta reserva a la palabra poética: una operación propiamente poética, de calibración de sus palabras y de su organización en el marco de un discurso poético coherente, pero que en el caso de Anna Frajlich se enriquece de un componente específico, de una claridad particular y de una densidad particular que cruzan constantemente, de manera caracterizadora, su poesía. El tema que la atraviesa es el del viaje interior: una transfiguración constante del viaje y del exilio y una referencia continua a lugares reales o imaginarios que le permiten trazar un itinerario poético, describir un horizonte real de sentido. Las palabras que ella elige son claras y nítidas, forman parte de un vocabulario amplio y variado, y las palabras individuales son poéticamente evocadoras no por alguna «referencia a lo abstracto» sino por un anclaje característico a lugares y acontecimientos, objetos e imágenes de la realidad, especialmente del mundo natural, que constituye un verdadero «paisaje». Las imágenes que utiliza la poeta son las «imágenes de proximidad», con la sugerencia de una realidad evocadora al mismo tiempo que reconocible, hecha de paisajes de la naturaleza, capaces de evocar imágenes y recuerdos.

Es espectacular, por poner un ejemplo, la imagen que la poetisa nos presenta con sus versos dedicados al arce: «es mío / entra corriendo por la ventana / con sus colores ocres u oxidados / derramando su sombra sobre el suelo / Este arce extranjero / Este arce de aquí». No se trata de una elegía pura y simple, sino de una poesía mucho más profunda, al mismo tiempo, «de la memoria» y «del olvido». Vuelve varias veces, en su evocación de los acontecimientos de la época que fue, ligada a su infancia y a su Polonia, un retorno subterráneo, constante, ambivalente entre el retorno a través de la memoria, el olvido marcado por mil acontecimientos y cruces de su historia biográfica, y la distancia traída por la conciencia de que esos lugares y esos acontecimientos que ya no pertenecen al presente, sino que pueden revivir a través de la imaginación y el recuerdo, dibujados y remotos a la vez, como todavía atestigua la poesía en otro pasaje: «este arce es mío / pero al mismo tiempo tan extranjero / hace eco de los ruidos de los mares de ultramar / y chapalea los jugos de una tierra extranjera / lame el rocío de las nubes extranjeras», y luego se une a los versos de arriba.

Lo que con certeza se puede decir en conclusión es que esta «poética de la memoria y del olvido», en el momento en que se injerta en la historia existencial del viaje y del limes, se convierte también, y de manera sorprendente, en una reflexión poética sobre los campos culturales y sobre las «identidades plurales»: Anna Frajlich es, al mismo tiempo, para los retro-acciones culturales de las cuales su biografía y su poética son exquisitas, expresiones libres y originales de la cultura polaca, la cultura judía y la cultura «occidental», de los Estados Unidos, en particular, tierra de acogida. Una verdadera «constelación poética», que hace que su poesía sea tan fascinante y su poética tan pertinente, con motivo de la Jornada Mundial del Libro y para la promoción de la cultura.


Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño