Por Andre Vltchek
Hace varios años, el reconocido lingüista y pensador Noam Chomsky me preguntó, sin rodeos, mientras trabajábamos en nuestro libro: «On Western Terrorism – From Hiroshima to Drone Warfare» (Sobre el terrorismo occidental – De Hiroshima a la guerra de los drones)»:
“¿Creen que es posible que la mayoría de los europeos realmente desconozcan los crímenes que sus países han cometido alrededor del mundo?»
«No lo saben… No quieren saberlo… Y se aseguran de nunca saberlo», respondí.
Que tanto Europa como Norteamérica se hayan construido apoyándose en cientos de millones de cadáveres de, lo que George Orwell solía llamar «no-gente» es un hecho probado y establecido. Sin embargo, de alguna manera esto nunca pasó a formar parte del subconsciente de la raza blanca que habita en lo que ahora llamamos Occidente además de en otras regiones del mundo desde América Latina, hasta África y Asia.
Los horrores del pasado son cuidadosamente ablandados por la jerga académica que amortigua los golpes cuando estos están dirigidos a instituciones como las universidades de Cambridge, Oxford o la Sorbona. O son minimizados, incluso ignorados, por ruidosos gritos y chasquidos entre de los vasos de cristal, en los pubs europeos.
No es algo que se menciona directamente en la «sociedad educada».
Y sin embargo, el tema no se limita únicamente a la terrible historia del mundo.
Todo lo que estamos viviendo ahora, alrededor del mundo, se relaciona hasta cierto punto con este pasado. Desde las guerras hasta el saqueo de los recursos naturales; desde los descarados «cambios de régimen» hasta las temerarias provocaciones de Occidente contra Rusia, China e Irán.
Incluso lo que la gente lee y piensa que tiene sus raíces en el colonialismo, el holocausto y la esclavitud.
El solo hecho de mencionar el tema les costó la vida a muchos hombres y mujeres valientes. Patrice Lumumba, que denunció el colonialismo, fue asesinado por los británicos y los Estados Unidos, sin remordimiento alguno. El Presidente Sukarno fue derrocado y encarcelado hasta su muerte. Como muchos otros.
La denuncia del colonialismo y de sus crímenes contra la humanidad cometidos en Occidente; sus reyes, ejércitos, religiones, e incluso ciudadanos comunes, constituye un asunto peligroso, con frecuencia » castigado » con la muerte.
No obstante, los crímenes han sido tan atroces que, con frecuencia, grandes y valientes personas siguen señalando con el dedo a Europa, a los Estados Unidos y a las élites de la estirpe europea, en Sudamérica y en otros lugares.
También lo hizo, recientemente, un presidente de izquierda de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien escribió una carta al Rey de España, Felipe VI, y al Papa Francisco, exigiendo disculpas por «los abusos que se cometieron durante la conquista de México». Declaró en el estado de Tabasco, frente a una antigua pirámide:
«Hubo asesinatos, imposiciones…. La llamada conquista se llevó a cabo mediante la espada y la cruz.»
El Presidente Obrador provocó literalmente una tempestad, tanto en el país como en el extranjero. Surgió un feroz debate nacional entre académicos, intelectuales y figuras públicas mexicanas, así como entre la gente común.
El gobierno español de Pedro Sánchez rechazó la carta «con toda firmeza». Obviamente, los «euro-socialistas» tienen muy poco que ver con la lucha internacionalista, en estos días.
La derecha en España hablaba con aún más desprecio. Según el New York Times:
«Pablo Casado, líder del Partido Popular conservador, describió la demanda mexicana como una afrenta al pueblo español en vísperas de las elecciones generales del próximo mes. España, dijo, debería en cambio celebrar «con orgullo» su papel histórico en México, «la forma en que lo hacen las grandes naciones, las que han contribuido al descubrimiento de otros pueblos».
Un insulto, por supuesto, pero uno previsible.
«Salvamos lo que quedaba y construimos una nueva cultura, pero el genocidio es algo que hay que reconocer», explicó un académico de la UNAM, John Ackerman.
«No es desproporcionado», dijo Jesús Ramírez, portavoz de la Presidencia, al diario mexicano La Razón. «Ellos (España) pidieron perdón a los judíos, por la expulsión en 1492, y Alemania hizo lo mismo, por el holocausto.»
España indicó claramente que no habría una disculpa oficial, y a su rescate llegaron, casi inmediatamente, los partidarios incondicionales de Occidente, como Colombia con su grupo de intelectuales pro-occidentales (y occidentales pagados).
A pesar de que España asesinó a millones de indígenas en el territorio mexicano actual, que durante la conquista disfrutaban de una civilización mucho más avanzada que la de la propia España; a pesar de que hubo innumerables violaciones, casos de tortura y fanatismo religioso, así como saqueos desenfrenados, parece que no hay absolutamente ningún remordimiento que provenga de Madrid.
Un complejo de superioridad profundamente arraigado está, una vez más, claramente en control de los patrones de comportamiento de los europeos. La respuesta de España es globalmente pomposa, arrogante y descarada.
La flaqueza y la arrogancia del régimen español no deben ser vistas como algo nuevo o inesperado. Así es como el Reino Unido responde cuando India o Pakistán o alguna nación africana intentan abrir un caso legal, tratando de responsabilizarlo por genocidios, comercio de esclavos o hambrunas provocadas a la fuerza. Así actúa Francia cuando es acusada de crímenes contra la humanidad en África, Asia o el Caribe. O Bélgica, cuando fue declarada responsable de al menos 9 millones de vidas en lo que hoy es el Congo, durante el reinado del rey Leopoldo II. Y a Alemania, por el holocausto que cometió en el territorio de la actual Namibia. Y así sucesivamente, ya que la lista de crímenes de los países europeos es interminable, además de no ser reconocidos.
España no es la excepción. Lo único es que en el pasado tomó un estupendo trozo de torta, más grande de lo que podía masticar. Y su reino era demasiado extravagante, grotescamente fanático y primitivo; demasiado religioso y codicioso. No podía gobernar ni siquiera sobre sus colonias, por lo que estaba saqueando, asesinando y obligando a la gente a entrar en el cristianismo, mientras que, en cierto momento, la mayor parte de sus «ganancias» quedaban en manos de otros Estados europeos que se limitaron sencillamente a «invertir» en las «expediciones» de España.
México sufrió tremendamente, sobre todo por la conquista española, pero no sólo por ella: también fue desangrada por Francia, Estados Unidos y otros países. Pero España comenzó los ataques, y lógicamente, debería ser el primer país en pedir disculpas de forma profusa.
No todos en España se sienten indignados por las demandas de AMLO. Algunos reconocen que el pasado no debe ser enterrado, que en realidad es sumamente relevante.
«López Obrador es un presidente muy digno. Tiene razón al pedir disculpas al Rey, por las crueldades durante la conquista», declaró Ione Bellara, diputado de un partido político español, «Podemos».
AMLO está gobernando ahora el país de habla hispana más poblado del mundo, con una población tres veces mayor que la de España. Sus palabras importan. La posición de México importa. No puede ser simplemente rechazada, ni en Madrid, ni en el Vaticano, ni en Bruselas.
México es una nación extremadamente compleja y fragmentada. Como casi todos los países previamente colonizados. Las élites europeas habían sido implantadas en México, India y docenas de otros países. Donde no se implantaron directa y permanentemente, como en Indonesia o Malasia, los habitantes locales fueron seleccionados cuidadosamente, «educados» en el extranjero, y luego inyectados de nuevo, para servir a Europa y Occidente respectivamente.
En una universidad de Cholula, cerca de la ciudad de Puebla, los españoles construyeron su iglesia en la cima de la pirámide más grande (por volumen) de la Tierra – Tlachihualtepetl. Todavía está allí: la iglesia en lo alto de la pirámide, sin disculparse. Las autoridades locales están incluso orgullosas de su presencia, promoviéndola como un «sitio turístico importante». Espero que algún día la UNESCO la incluya en la lista de » Memoria de la humanidad «, como símbolo de vandalismo cultural.
Hablé con una de las conservadoras, la Sra. Erica, para preguntarle sobre esta locura. Eso fue sólo unas semanas antes de que AMLO tomara posesión como presidente. Ella me explicó, pacientemente:
«Estamos totalmente decepcionados de hablar de la brutalidad del pasado. La actitud de México hacia su propia historia es verdaderamente esquizofrénica. Por un lado sabemos que nuestro país fue saqueado, violado y abusado, por los colonizadores españoles, por los franceses, y luego por los Estados Unidos. Pero a nosotros, eruditos, maestros, curadores, se nos ordena textualmente que lo ignoremos, que «seamos positivos», que «busquemos «el lado bueno» en lo que nos hicieron y en lo que nos heredaron».
Recientemente, todo esto está cambiando. Ahora es posible hablar, recordar el pasado y exigir.
En la India, Medio Oriente y África, la gente está monitoreando cuidadosamente los acontecimientos en México.
También están estudiando la situación en Europa y en Estados Unidos. Ambas partes del mundo occidental están retrasadas en pedir cientos de disculpas. Francamente, también son dueños de cientos de billones de dólares provenientes del mundo, del asesinato de cientos de millones de seres humanos y de la destrucción de continentes enteros.
Es posible que el Papa Francisco sea mucho más comunicativo que el régimen español.
«Con este Papa, podría ser el nuevo comienzo para los católicos y los cristianos en general», me dijo recientemente un renombrado teólogo y filósofo de izquierda, John Cobb.
En 2015, el Papa Francisco ya se dirigió a los campesinos, a los recolectores de basura y a los pueblos indígenas de Bolivia, donde pidió perdón:
«Esto se los digo con gran pesar: Muchos pecados graves fueron cometidos contra el pueblo nativo de América en el nombre de Dios…. Humildemente pido perdón, no sólo por la ofensa de la iglesia misma, sino también por los crímenes cometidos contra los pueblos nativos durante la llamada conquista de América».
Muchos están convencidos de que este Papa argentino Francisco es un socialista encubierto. AMLO pudo haber recibido una disculpa de él, pero no del gobierno español.
Pero la discusión continúa. Toda la nación está debatiendo su pasado.
Mientras escribía este ensayo a bordo de un vuelo de Aero México de 9 horas y 30 minutos desde Buenos Aires a la Ciudad de México, conseguí involucrar a la mitad de la tripulación en el debate.
«Esto no tiene nada que ver conmigo», declaró un veterano, después de leer parte de mi ensayo.
«Pero yo quiero saber el pasado de mi país», protestó una joven azafata. «Todo está conectado con nuestro presente y futuro.»
«AMLO está luchando por México» era la opinión predominante.
Lo está. El imperio occidental se está resistiendo. Pero la lucha ideológica por la justicia se mantiene en pie.
[Publicado por primera vez por NEO – New Eastern Outlook]
Andre Vltchek es un filósofo, novelista, cineasta y periodista de investigación. Ha cubierto guerras y conflictos en docenas de países. Cuatro de sus últimos libros son China y la civilización ecológica con John B. Cobb, Jr, Optimismo revolucionario, Nihilismo occidental, una novela revolucionaria «Aurora» y un best seller de no ficción política: «Exponiendo las mentiras del Imperio». Para ver sus otros libros, haga clic aquí. Vea Rwanda Gambit, su innovador documental sobre Ruanda y la RDCongo y su película/diálogo con Noam Chomsky «On Western Terrorism». Vltchek reside actualmente en el este de Asia y el Medio Oriente, y continúa trabajando en todo el mundo. Se le puede contactar a través de su sitio web y su Twitter.
Traducido del inglés por Nicole Salas