Jeff Sessions fue uno de los primeros líderes republicanos que ofreció su apoyo a Donald Trump durante la campaña de las primarias republicanas en las elecciones de 2016 y fue «recompensado» obteniendo el cargo de Ministro de Justicia. Poco después de la toma de posesión de Trump como presidente y el inicio de la investigación de Russiagate sobre la interferencia de Rusia en las elecciones, Sessions refutó el evidente conflicto de intereses.
Al 45º presidente no le gustó esta decisión de Sessions, diciendo en no pocas ocasiones que no tenía «un Ministro de Justicia» y que si Sessions lo hubiera informabado de su objeción, no lo «hubiera nombrado.» Trump admitió en términos muy claros que el Ministro de Justicia trabaja para él y su papel consiste en protegerlo. El 45º presidente no parece o no quiere entender que el papel del Ministro de Justicia consiste en proteger todas las leyes, especialmente cuando puede haber transgresiones de parte del inquilino a la Casa Blanca.
Trump ha tratado a Sessions como a muchos de sus colaboradores; cuando no lo satisfacen, los despide, pero primero sometiéndolos a insultos a menudo pesados. Lo hizo, obviamente, como escribimos en estas páginas, también con Sessions, burlándose de él de la manera típica ‘trumpiana’ y acusándolo de ser poco inteligente. Al final, se dio el despido en noviembre del año pasado y el nombramiento temporal de Matt Whitaker.
Whitaker allanó el camino para la nueva posición con muchas intervenciones televisivas en las que atacó la legitimidad de la investigación de Russiagate y el nombramiento de Robert Mueller como fiscal especial, atrayendo la atención de Trump, un voraz seguidor de los programas de televisión. El nombramiento de Whitaker, aunque fuera interino, había causado temores porque podría haber cerrado o, al menos, dificultado la investigación del fiscal especial. Pero el verdadero peligro para estas investigaciones estuvo representado por el sucesor de Whitaker, William Barr, nombrado por Trump como Ministro de Justicia en diciembre de 2018 y confirmado por el Senado en febrero de este año con votos principalmente republicanos (54 sí , 45 no, tres de los «sí» votos democráticos).
Barr había obtenido la nominación con una metodología similar a la de Whitaker, efectivamente, haciendo “una audición.” Barr se reunió con Trump en junio de 2017, pero no aceptó el trabajo de convertirse en el abogado personal de Trump. Sin embargo, un año más tarde Barr envió un expediente de 18 páginas a la Casa Blanca donde aclaró las razones legales por las que el presidente de los Estados Unidos es «el poder ejecutivo«, pero también las razones por las que las investigaciones de Mueller deberían ser bloqueadas, debido a que se basan en especulaciones de los medios de comunicación.
Después de la nominación y confirmación, Barr resultó ser el tipo de Ministro de Justicia que hace caso a Trump. La primera prueba fue ofrecida por Barr con su comentario de cuatro páginas sobre el informe Russiagate que Mueller le había dado después de 22 meses de investigación. Barr resumió el informe, anunciando que el fiscal especial no había probado la colusión entre la campaña de Trump y los rusos. Sin embargo, sobre la cuestión de la obstrucción de la justicia, la carta de Barr cita una parte del informe que explica que el presidente no está «completamente exento.»
Trump y los medios de comunicación interpretaron el apresurado análisis de 400 páginas como una gran victoria para él, ya que no fue acusado, poniendo más leña al fuego al hecho que las investigaciones de Russiagate habían comenzado como una caza de brujas, una frase repetida por el actual inquilino en la Casa Blanca. El análisis de Barr ha sido criticado por unos pocos, pero sorprendió la reacción de algunos miembros del equipo de Mueller que dijeron al New York Times y al Washington Post que las pruebas sobre la obstrucción eran «alarmantes y significativas«, mucho más peligroso de lo que Barr había dado a entender. Además, de acuerdo con las fuentes de estos periódicos, el equipo de Mueller había preparado resúmenes de las diferentes partes del informe a publicar de inmediato. Sin embargo, Barr prefirió hacer su breve análisis que tiene pinta de poca objetividad.
Los demócratas han exigido que todo el informe de Mueller se haga público para poder ver claramente sin tener que depender de la sospechosa «traducción» de Barr. El Ministro de Justicia ha prometido que publicará el informe de Mueller, pero primero deberá censurar algunas partes por razones de seguridad nacional y proteger otras investigaciones en curso. Los presidentes de varios comités en la Cámara de Representantes, dominados por demócratas, están presionando la publicación de todo el informe y también se ha hablado de obligar a Barr a través de una comparecencia.
Barr en las últimas declaraciones dadas en un testimonio muy reciente ante la Cámara continuó insistiendo en que el público y el Congreso verán la versión del informe con las omisiones necesarias. Barr también dijo que el origen de la investigación de Russiagate es sospechoso y que ya tiene en mente a un grupo de investigadores para llegar al fondo y determinar si los líderes del FBI, como el ex director James Comey y su adjunto Andrew McCabe, actuaron apropiadamente. Estas declaraciones de Barr fueron música para los oídos de Trump, quien desde el principio ha calificado la investigación de Russiagate como una corrupción del Departamento de Justicia.
De hecho, Barr nos da todas las impresiones de haberse convertido en un ministro de Justicia del partido sin reflejar la necesaria autonomía de su cargo. Respondiendo a una pregunta en su reciente testimonio en la Cámara de Representantes, Barr declaró que la Casa Blanca no solicitó participar en los cambios al informe a solicitud de los privilegios ejecutivos. Trump tiene plena confianza en Barr; finalmente encontró a su ministro de Justicia.
Traducción del italiano por Michelle Oviedo